4 de septiembre de 1979. Programa en directo de la televisión francesa, en el que intervienen, entre otros, Haroun Tazieff, reputado vulcanólogo, y Jacques-Yves Cousteau, la estrella mediática que desveló al gran público los fondos marinos a través de sus documentales y series de televisión. En un momento del programa, Tazieff anticipa que, debido a la acción humana, el nivel del mar subiría por el calentamiento global debido a la emisión de gases de efecto invernadero. Súbitamente, Cousteau interrumpe para exclamar que eso era un camelo, una tomadura de pelo, ya que sólo con la existencia de masas forestales y los océanos bastaría para contrarrestar ese supuesto calentamiento global, a lo que el presentador apostilla que era un mensaje alarmista que podría llevar al pánico a la audiencia. ¿Cuál de los dos mensajes caló en la audiencia? ¿El alarmista o el tranquilizador? A la vista de nuestra trayectoria en relación al calentamiento global, está claro que fue el de la figura más famosa, que minimizó la acertada previsión del vulcanólogo.
Casi 42 años después, miles de trabajos científicos han ido apuntalando esa previsión. El último de ellos, el 6º informe de 'El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático' (IPCC), publicado el pasado 9 de agosto, afirma que la subida del nivel del mar anticipado por Tazieff es un proceso irreversible, y que esta subida del nivel engulliría a finales de siglo zonas costeras por todo el globo, incluida la Manga del Mar Menor, afirmación que le valió a una ONG ambientalista una denuncia por parte de una inmobiliaria en 2009 de la que fue absuelta.
El informe del IPCC afirma, además, que se intensificarán tanto las precipitaciones como las sequías extremas, dependiendo de la latitud. Los eventos de subidas del nivel del mar que antes ocurrían cada 100 años pueden ocurrir cada año. Se intensificará la fusión del permafrost, la acidificación de los océanos y la pérdida de hielos árticos y antárticos, afectando al modo de vida de las poblaciones que dependen del territorio para subsistir y a las especies asociadas a esos ecosistemas. El informe incluye, por primera vez, un atlas interactivo donde se pueden comprobar los efectos de la emergencia climática por regiones del planeta. En todas ellas se verifica el aumento lento pero implacable de la temperatura. Ya se da por sentado que el aumento de 1,5 grados centígrados que el Acuerdo de París de 2015 quería evitar es algo irremediable, llegándose a prever un aumento de la temperatura media planetaria de 4,4 grados centígrados a finales de siglo si no varía la tendencia, cosa que parece que estamos abocados a experimentar, a pesar de las repetidas llamadas a la responsabilidad de los gobiernos para revertir la situación.
Los incendios devastadores de California, Turquía, Grecia; la pérdida masiva de hielo y glaciares en las latitudes altas, las temperaturas extremas que estamos sufriendo (se alcanzó el pasado 11 de agosto en Sicilia el récord absoluto de temperaturas en Europa, con 48,8 grados centígrados, debido a un anticiclón bautizado con el ilustrativo nombre de Lucifer); las DANA que provocan inundaciones asociadas a muertes y pérdidas materiales, cada vez más al norte, ya no son fenómenos exclusivos de la zona mediterránea, como han comprobado en Alemania, Bélgica y Países Bajos. Todas estas llamadas de atención de la naturaleza no hacen sino confirmar lo que, desde hace décadas, nos vienen advirtiendo los expertos.
¿Significa esto que debemos resignarnos a sufrir los efectos de la emergencia climática? No, pero la manera de revertir estos efectos supone tomar unas medidas drásticas para reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), hasta alcanzar las emisiones cero en 2050. Eso significa cambiar radicalmente el modo de producción, nuestra manera de movernos, modificar nuestros hábitos de consumo, incluso nuestra manera de divertirnos. Los gobiernos deben tomar decisiones rápidas y valientes, a menudo en contra de los lobbies económicos, en nombre del interés general. ¿Estamos dispuestos a ello como sociedad? ¿Es alarmismo? No, es la realidad.
4 de septiembre de 1979. Programa en directo de la televisión francesa, en el que intervienen, entre otros, Haroun Tazieff, reputado vulcanólogo, y Jacques-Yves Cousteau, la estrella mediática que desveló al gran público los fondos marinos a través de sus documentales y series de televisión. En un momento del programa, Tazieff anticipa que, debido a la acción humana, el nivel del mar subiría por el calentamiento global debido a la emisión de gases de efecto invernadero. Súbitamente, Cousteau interrumpe para exclamar que eso era un camelo, una tomadura de pelo, ya que sólo con la existencia de masas forestales y los océanos bastaría para contrarrestar ese supuesto calentamiento global, a lo que el presentador apostilla que era un mensaje alarmista que podría llevar al pánico a la audiencia. ¿Cuál de los dos mensajes caló en la audiencia? ¿El alarmista o el tranquilizador? A la vista de nuestra trayectoria en relación al calentamiento global, está claro que fue el de la figura más famosa, que minimizó la acertada previsión del vulcanólogo.
Casi 42 años después, miles de trabajos científicos han ido apuntalando esa previsión. El último de ellos, el 6º informe de 'El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático' (IPCC), publicado el pasado 9 de agosto, afirma que la subida del nivel del mar anticipado por Tazieff es un proceso irreversible, y que esta subida del nivel engulliría a finales de siglo zonas costeras por todo el globo, incluida la Manga del Mar Menor, afirmación que le valió a una ONG ambientalista una denuncia por parte de una inmobiliaria en 2009 de la que fue absuelta.