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El amianto en la Región

El amianto o asbesto es un material que se ha usado en abundancia durante la década de los sesenta y setenta del pasado siglo. Las propiedades térmicas, de resistencia y su relativo bajo coste pueden explican sus numerosas aplicaciones y productos industriales. Techos, tubos, material para pavimentos, compuestos en enchufes, tostadoras, pinturas o zapatas de frenos, se fabricaban con amianto y algunos de estos productos siguen presentes en la vida diaria. Sin embargo, las investigaciones sobre su toxicidad hicieron aumentar la preocupación por la exposición laboral y ciudadana este contaminante. Aunque el uso del amianto se prohibió en 2001 a nivel estatal, la amenaza sigue presente.

La mayor fuente de exposición a las fibras de amianto es la inhalación: son fibras microscópicas de tamaño incluso inferior a 3 micras, que pueden penetrar hasta los alvéolos pulmonares y generar estragos. Su acción dañina es cuádruple: química, mecánica, inmunitaria y genotóxica. Los efectos sobre la salud son brutales: la asbestosis (fibrosis pulmonar), el cáncer de pulmón y el mesotelioma pleural o peritoneal, con posible responsabilidad en otros cánceres (riñón, ovario, mama). Las delgadas fibras no se pueden expulsar de los pulmones y pueden permanecer durante toda la vida.

El Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo, establece para la evaluación y prevención de los riesgos relacionados con la exposición al amianto, que el valor límite de exposición laboral no debe considerarse como un valor que garantice la protección de la salud, ya que no se ha podido determinar el nivel por debajo del cual la exposición al amianto no entraña ningún riesgo de cáncer. No hay un umbral mínimo de seguridad para el amianto, hay que tener en cuenta que una exposición muy baja y un larguísimo periodo de latencia pueden desembocar en tumores de pleura y cáncer de pulmón. Por eso se hace urgente y muy necesario evitar cualquier tipo de exposición continua a este contaminante. Todavía hay muchos trabajadores/as expuestos al mismo (tareas de mantenimiento y reemplazo de sustancias con este material, por ejemplo), la población en general tiene que convivir con la mayor parte del amianto instalado que no ha sido retirado. Es un material que tiene una vida útil limitada y el desgaste meteorológico inevitable lo hace muy peligroso.

En nuestra región existen varios ejemplos de problemas laborales, ambientales y de salud pública derivados de la exposición al amianto. Los trabajadores/as de servicios sociales del Ayuntamiento de Murcia en el edificio de la Fica vienen movilizándose, denunciando el deterioro del tejado de amianto y reclamando su traslado a otras dependencias.

Existen más de 130 colegios e institutos afectados por el amianto. Para 2019-2020, la Consejería de Educación solamente prevé solo la elaboración de los proyectos de sustitución de cubiertas en 10 colegios e institutos de la región. Es un proyecto insuficiente y lento para abordar el problema de la exposición al asbesto en los centros de enseñanza. Según este ritmo de trabajo, no se completaría la sustitución de las cubiertas hasta el año 2030.

En Cartagena, la Asociación de Enfermos por Amianto hace un año interpuso una denuncia contra Repsol por negarse a entregar el listado de exempleados/as que estuvieron en contacto con el citado material cancerígeno. La relación de personas fue solicitada por la Inspección de Trabajo e incluso por la Asamblea Regional, que aprobó una resolución por unanimidad en noviembre de 2017.

El fiscal superior de la Región, José Luis Díaz Manzanera, ha presentado en los juzgados de Cartagena una denuncia contra la empresa Repsol y otros, por presuntos delitos contra los derechos de los trabajadores, lesiones por imprudencia grave y homicidio por imprudencia en la refinería de petróleos de Escombreras. También desarrolla diligencias sobre la posible responsabilidad por omisión de las administraciones públicas. Espoleada por la denuncia de la fiscalía, la Consejería de Salud ha enviado cartas a cerca de 3.000 trabajadores y antiguos trabajadores expuestos al amianto con la recomendación de acudir a su médico de familia para solicitar análisis que permitan conocer si están aquejados o no de asbestosis.

Sin embargo, este discreto giro de la administración regional se queda muy corto. Necesitamos una política ambiental y sanitaria sobre el amianto mucho más efectiva. Hace falta un inventario exhaustivo de las infraestructuras y edificios afectados, el desarrollo de un plan de control y eliminación del asbesto y la atención sanitaria efectiva, de una manera directa y diligente, a las personas afectadas por este tipo de contaminación.

El amianto o asbesto es un material que se ha usado en abundancia durante la década de los sesenta y setenta del pasado siglo. Las propiedades térmicas, de resistencia y su relativo bajo coste pueden explican sus numerosas aplicaciones y productos industriales. Techos, tubos, material para pavimentos, compuestos en enchufes, tostadoras, pinturas o zapatas de frenos, se fabricaban con amianto y algunos de estos productos siguen presentes en la vida diaria. Sin embargo, las investigaciones sobre su toxicidad hicieron aumentar la preocupación por la exposición laboral y ciudadana este contaminante. Aunque el uso del amianto se prohibió en 2001 a nivel estatal, la amenaza sigue presente.

La mayor fuente de exposición a las fibras de amianto es la inhalación: son fibras microscópicas de tamaño incluso inferior a 3 micras, que pueden penetrar hasta los alvéolos pulmonares y generar estragos. Su acción dañina es cuádruple: química, mecánica, inmunitaria y genotóxica. Los efectos sobre la salud son brutales: la asbestosis (fibrosis pulmonar), el cáncer de pulmón y el mesotelioma pleural o peritoneal, con posible responsabilidad en otros cánceres (riñón, ovario, mama). Las delgadas fibras no se pueden expulsar de los pulmones y pueden permanecer durante toda la vida.