Acaba un año que, a nivel educativo, en la Región de Murcia ha tenido más sombras que luces. Un año en el que hemos comprobado, con toda la crudeza, las consecuencias de la más absoluta desidia de un gobierno autonómico que durante décadas ha decidido aniquilar la Educación Pública por inanición.
Todos estos años de recortes y de abandono de este servicio público se traducen en los indicadores negativos que, desde hace demasiado tiempo, abanderamos: tasas de fracaso y abandono escolar temprano, escasa oferta en Educación Infantil 0-3 años, peores resultados en PISA y otras evaluaciones internacionales, así como una brecha social, educativa y digital abismal, que supera con creces la, ya de por sí preocupante, tasa media nacional de desigualdad.
A esto se le añade hoy la enorme crisis sanitaria y social que atravesamos, que no solamente ha ocasionado la triste pérdida de muchos compatriotas, sino también enormes secuelas educativas. Y es que, muy a nuestro pesar, el alumnado murciano será el peor parado de esta situación, dada la indolencia con la que López Miras y su gobierno han decidido afrontarla.
Somos la única comunidad cuyos alumnos no tienen clase con normalidad desde el mes de marzo. La única que sigue castigando en casa cada día a decenas de miles de niños y jóvenes. La única que no ha empleado la porrada de millones que ha enviado el Gobierno de España para lo esencial, garantizar el derecho del alumnado a asistir cada día a clase, con todas las medidas sanitarias y de seguridad.
Pero, hasta de eso sacan pecho.
No les duele en prendas la angustia de miles de familias murcianas. No les incomoda la terrible presión a la que se están viendo sometidos nuestros equipos docentes. No les quita el sueño que haya miles de alumnos que se vayan a perder por el camino, por una decisión que han tomado en solitario y con el rechazo en pleno de toda la ciudadanía. No les atormenta, no les reconcome, porque sus hijos están a buen recaudo y porque siguen creyendo que, hagan lo que hagan, los murcianos y murcianas tragaremos sin rechistar.
Pero esta vez se equivocan, se han pasado de la raya. Están jugando con el presente y el futuro de nuestros menores y para eso, no hay justificación que valga. De ahí, la unanimidad de la comunidad educativa contra esta insólita medida.
Ya tenemos los resultados del primer trimestre del curso y los testimonios de algunas familias son demoledores. Con la semipresencialidad, han tirado por tierra las expectativas formativas de cientos de alumnos y sus familias. Hay jóvenes que no han sido capaces de adaptarse a este disparate y se han visto arrastrados por la apatía. Otros muchos han perdido sus hábitos de estudio y, lo más importante, su motivación por aprender. La enorme mayoría se sienten desatendidos, abandonados por su administración. Y esto es imperdonable.
Pero, por mucho que insistimos, la rectificación no llega ni parece otear en el horizonte del corto plazo. El año 2021 se presenta como uno de esperanza, con una vacuna que ya ha empezado a suministrarse en nuestra tierra. Pero en las aulas de la Región comenzará como termina este 2020, a medio gas.
Tendremos que dar eternamente las gracias al Gobierno de esta Región por tal desatino, por tanta dejadez y por tan funesta incompetencia. Tendremos que dárselas a PP y Ciudadanos, a partes iguales. Porque tanta culpa tiene el que ordena, como el que permite y secunda las órdenes, teniendo en su mano evitarlas. De nada valen los anuncios y las advertencias, cuando se es cómplice de tremendo caos. Y en este caso Ciudadanos lo es.
Será difícil olvidar este año. Pero más difícil será olvidar a quienes llevan años desplumando nuestra Escuela Pública y las terribles consecuencias educativas de sus decisiones.
Acaba un año que, a nivel educativo, en la Región de Murcia ha tenido más sombras que luces. Un año en el que hemos comprobado, con toda la crudeza, las consecuencias de la más absoluta desidia de un gobierno autonómico que durante décadas ha decidido aniquilar la Educación Pública por inanición.
Todos estos años de recortes y de abandono de este servicio público se traducen en los indicadores negativos que, desde hace demasiado tiempo, abanderamos: tasas de fracaso y abandono escolar temprano, escasa oferta en Educación Infantil 0-3 años, peores resultados en PISA y otras evaluaciones internacionales, así como una brecha social, educativa y digital abismal, que supera con creces la, ya de por sí preocupante, tasa media nacional de desigualdad.