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Apartheid a la murciana

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Casi no he podido pegar ojo esta noche. Me dormí sobre las tres de la madrugada y a las seis ya estaba con los ojos como platos. Estoy inquieto, preocupado, pensando y repensando una y otra vez la forma de frenar el racismo en mi tierra, que no es ni la mejor ni la peor tierra del mundo, pero es la que quiero porque aquí están mis raíces, mi familia, mis amigos. Lo que ayer pasó en Puerto de Mazarrón puede volver a pasar, y puede provocar un estallido social en cualquier momento.

No me voy a referir en este artículo a Vox, un partido político al que los poderes del Estado permiten pasear su discurso anticonstitucional por toda España con absoluta impunidad. No me interesa el populismo de barra de bar que proporciona una vida de lujo a Abascal y sus adláteres.

Y no me vengan con la típica frase “yo no soy racista”. No sólo eres racista sino que vives en un sistema político racista, en un auténtico apartheid a la murciana. Porque aunque entiendas que nuestra sociedad es y será multicultural, no mueves un dedo para cambiar las cosas, para mejorar la vida de tu barrio, de tu pueblo.

El alcalde de Mazarrón, Gaspar Miras (PSOE), me decía antes de comenzar la concentración en memoria de Younes Bilal, que el asesinato ocurrido hace un año “fue algo muy puntual porque Mazarrón es un municipio acogedor”.

El caso es que un año después del asesinato, en el mismo lugar donde se produjo el crimen, en la Plaza de las Comunidades Autónomas de Puerto de Mazarrón, un individuo interrumpió la oración y el acto que se celebraba en memoria de Younes con las mismas palabras que este escuchó antes de morir: “Moros de mierda, iros de España”.

Ese individuo no representa para nada al pueblo de Mazarrón, que es acogedor y hospitalario. Pero ese individuo y quienes actúan como él hacen mucho daño a Mazarrón y a la Región de Murcia.

Al apartheid que supone de facto la Ley de Extranjería española, añadamos el hecho diferencial murciano que nos predispone a próximas generaciones de personas cada vez más racistas, xenófobas y proclives al fascismo: el apartheid educativo.

En nuestra Región alguien dijo hace 30 años eso de “mi hijo al cole con moros, no”, y hoy estamos recogiendo los frutos, una vez que el poder tradujo esa frase y la convirtió en eslogan: “El gobierno regional defiende la libertad de elección de centro de las familias. Los padres tienen derecho a decidir qué educación y donde la reciben sus hijos”.

Señores del poder, desde Valcárcel a Miras pasando por PAS y Garre, han creado ustedes una bomba que nos puede estallar en la cara en cualquier momento. Esa proclama política es la corrupción misma del espíritu de la Constitución española, el establecimiento por ley de la desigualdad educativa. Porque esa libertad no es real, ya que solo la 'disfruta' la minoría económicamente pudiente.

Mientras el potente sector de las cooperativas de enseñanza y la todopoderosa Iglesia Católica se frotan las manos y llenan sus bolsillos de subvenciones públicas para la educación concertada, en la Región de Murcia crecen los guetos educativos, que son alimento del apartheid social: colegios en barrios, diputaciones y pedanías de Murcia, Cartagena, Lorca, Mazarrón, Torre Pacheco, con un 60, un 70, un 80 por ciento de marroquíes. Clases desde los 3 a los 5 años con todo, sí, todo el alumnado marroquí.

Los claustros dan vida a esos centros, lo he visto con mis ojos. Los niños y niñas salen con una formación envidiable gracias al esfuerzo de los funcionarios y funcionarias de la pública. Salen estudiantes tan preparados o más que en la privada y concertada. Cada vez más estudiantes de esos colegios se gradúan en la universidad con nombres como Fátima o Mohamed. Pero no podemos ocultar lo que esconde esa bomba: una enorme injusticia y una segregación racial que solo trae problemas, y de la que es responsable la Administración Regional.

Isabel Franco no puede sola con todo. La vicepresidenta desde su consejería está haciendo un esfuerzo sin precedentes para atender a la población migrante con la imprescindible ayuda de todo su equipo y de las ONG, pero la política ha de ser transversal, pasar por todas las consejerías para mejorar en educación, salud pública, vivienda, empleo.

Cuando nos rodean hombres y mujeres que viven sin papeles, con sus hijos en colegios gueto; escuchando insultos racistas todos los días del año en la calle, el bar, el centro de salud, el trabajo; soportando el demasiadas veces xenófobo trato que los medios de comunicación dan a los migrantes, cuando esa es la realidad de tu Región, podemos decir sin temor a equivocarnos que Murcia ha reinventado el apartheid.

A un nivel distinto del sudafricano, pero apartheid, a la murciana, y con todas las letras, puesto que las leyes sustentan el sistema.

Casi no he podido pegar ojo esta noche. Me dormí sobre las tres de la madrugada y a las seis ya estaba con los ojos como platos. Estoy inquieto, preocupado, pensando y repensando una y otra vez la forma de frenar el racismo en mi tierra, que no es ni la mejor ni la peor tierra del mundo, pero es la que quiero porque aquí están mis raíces, mi familia, mis amigos. Lo que ayer pasó en Puerto de Mazarrón puede volver a pasar, y puede provocar un estallido social en cualquier momento.

No me voy a referir en este artículo a Vox, un partido político al que los poderes del Estado permiten pasear su discurso anticonstitucional por toda España con absoluta impunidad. No me interesa el populismo de barra de bar que proporciona una vida de lujo a Abascal y sus adláteres.