Senadores, diputados, secretarios generales, alcaldes franquistas, caciques decimonónicos que ejercieron en el XX, curiosos, palmeros, plañideras… No es una canción de Sabina, sino una descripción esquemática de buena parte del público que asistió el sábado 21 a la moción de censura celebrada en el Ayuntamiento de Torre Pacheco, un panorama que no dice casi nada bueno del pasado político del municipio y augura (ojalá me equivoque) pocas alegrías.
Yo sin embargo tuve la suerte de intercambiar algunas palabras con un exconcejal, en su día duro y brillante, de IU que ante la ovación al actual recordó que en Torre Pacheco, tradicionalmente, ha sido más fácil conseguir aplausos que votos.
También pude hablar con algún buen amigo que me hizo caer en la cuenta de hasta qué punto se ha enrarecido el ambiente como para que acojamos con alegría la vuelta al poder de Independientes y Socialistas que si exteriormente han tratado de aparentar renovación, dentro siguen acogiendo a algunos de los poderes e intereses más arraigados y oscuros de Torre Pacheco. Si el PP perfeccionó el arte del nepotismo y la arbitrariedad durante 12 años, no debemos olvidar que quienes pusieron las bases de este sistema -o simplemente continuaron la inercia anterior- a nivel local fueron los llamados independientes (antes UCD y CDS) entre 1979 y 1999, y continuaron haciéndolo de 1999 a 2003 apoyados en la agrupación socialista local.
Políticamente, durante estos últimos meses, incluso años, Torre Pacheco ha vivido en un estado de ánimo muy parecido al de la legislatura 1999-2003: la mayoría de los vecinos estaban hartos de corruptelas e incompetencias y los pocos que aún apoyaban a los gobiernos cesantes lo hacían con cierta –y justificada- vergüenza, de ahí el alivio, más que alegría, con que se ha acogido esta moción de censura.
La incompetencia, como la ideología, es desgraciadamente imposible de evitar, pero la fiscalización de los funcionarios de habilitación nacional, secretarios e interventores, debería al menos haber puesto piedras en el camino de los que presuntamente buscaban saltarse la ley, por eso resultaba tan grave la ligereza con que la ya exalcaldesa Fina Marín hablaba del nombramiento por el que está imputada, que no olvidemos se produjo porque el Ministerio de Hacienda (a petición de IU) forzó la salida de un interventor condenado por prevaricación al que ella prefería no pedir que abandonase el puesto.
El conocido interventor Fernando Urruticoechea señalaba en una entrevista justamente un día después, que en 32 de los 45 Ayuntamientos de la Región las plazas de intervención están vacantes. No es que no las ocupe nadie, sino que se ha institucionalizado una práctica casi mafiosa: las plazas se ofertan con un complemento salarial muy bajo para que ningún funcionario competente las solicite y se acaban cubriendo por los únicos que lo piden -“mercenarios”, los llama Urruticoechea-, que acaban cobrando mucho más gracias a la arbitrariedad con que se pagan las productividades.
Por suerte hay excepciones. Otro amigo me dio el sábado una noticia que celebro mucho más que la formación del nuevo equipo de gobierno: me confirmó que la actual interventora provisional del Ayuntamiento de Torre Pacheco es una profesional extraordinariamente competente y valiente -necesitará grandes dosis de esta cualidad- que está poniendo orden y peleando por acabar con arbitrariedades históricas. Pero estas cosas no pueden depender de la suerte.
Senadores, diputados, secretarios generales, alcaldes franquistas, caciques decimonónicos que ejercieron en el XX, curiosos, palmeros, plañideras… No es una canción de Sabina, sino una descripción esquemática de buena parte del público que asistió el sábado 21 a la moción de censura celebrada en el Ayuntamiento de Torre Pacheco, un panorama que no dice casi nada bueno del pasado político del municipio y augura (ojalá me equivoque) pocas alegrías.
Yo sin embargo tuve la suerte de intercambiar algunas palabras con un exconcejal, en su día duro y brillante, de IU que ante la ovación al actual recordó que en Torre Pacheco, tradicionalmente, ha sido más fácil conseguir aplausos que votos.