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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Carta al obispo de Cartagena

La plaza Cardenal Belluga, con la catedral y el Palacio Episcopal de Murcia, sede de la Diócesis de Cartagena

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Excelentísimo y Reverendísimo Señor:

He recibido con estupor la noticia de su vacunación contra el Coronavirus COVID-19(SARS-CoV-2)

Yo le tenía considerado como a una persona ecuánime y justa, incapaz de anteponer su yo humano ante ninguna situación de alarma social.

Visto lo visto, me he equivocado y me ha demostrado Excmo. y Rvdmo. Sr. que es igual de humano que yo, que el vecino del quinto o que el guardia de la esquina.

Con esta actitud ha confirmado Excmo. y Rvdmo. Sr lo que tantas y tantas voces contrarias dicen de la institución que representa, y que usted no es más que otro entre miles y que cuando pintan bastos siempre se escuda en la parte humana, débil y pecadora alejada de la preeminencia que se le supone.

Excmo. y Rvdmo. Sr. ha demostrado a nuestra sociedad que el tan manido “sálvese quien pueda” es parte intrínseca a cualquier humano. Exactamente igual que días atrás otros personajes también sucumbieron a la tentación de la inmunización y recibieron indebidamente su dosis.

Sorprende, no obstante, que una persona de elevada formación académico y social, con una supuesta condición moral superior al común de los mortales, haya caído tan bajo.

Supongo que algún adulador cercano ha puesto casualmente, como quien no hace nada malo, su nombre en la lista que se remitió a la Consejería de Sanidad y que usted, a pesar de ser preceptivo firmar la autorización, tampoco le dio importancia alguna.

Mi asombro va en aumento cuando leo en la misma noticia no va a recibir la segunda dosis de la vacuna. Esto ya, aparte de despreciar las recomendaciones médicas y una dosis necesaria, suena a berrinche infantil, algo así como aquel chascarrillo cuartelero “que se joda el capitán que por mucho que llueva no me meto en la garita”.

Esas dosis,a hora despreciadas de ser cierta su negativa a recibir la segunda,bien pudieran haber servido para inmunizar a cualquier persona que dedica su tiempo a ayudar al prójimo. Sí me refiero a esas personas que de manera altruista se dedican a ayudar a los más desfavorecidos.

Aparte de sorpresa e indignación me apena esa actitud tan egoísta que pone de manifiesto su alejamiento de la sociedad en la que vive y, que también, le sustenta.

Yo quisiera saber qué ha pasado por su mente cuando se enteró que una persona indignada por su actitud había escrito una carta para dar a conocer la historia. Obviamente no dudo que, Excmo. y Rvdmo. Sr.,no haya tenido ni el más mínimo atisbo de rencor, ira u odio hacia esa persona, conocedor como es de los vericuetos del espíritu humano. Y en el caso que sí hubiera tenido alguno de esos sentimientos fueran fugaces y de inmediato arrepentimiento, como no se podría esperar de una persona tan excelsa.

Estos días corren ríos de tinta y los rumores inundan los salones: todos queremos saber quién ha sido pinchado.

Se dice que fulano o mengano, que varios colectivos, que algún equipo deportivo, etc. Todo son rumores pero sí es cierto que “cuando el río suena” algo siempre sale a la luz y, siempre, surge por algún despechado que cansado de ser el último de la fila ve la oportunidad de desquitarse tras años de frustración.

Probablemente, Excmo. y Rvdmo. Sr., conoce a la persona y ha estado con ella en infinidad de ocasiones. Y, seguramente, habrá hablado con ella e incluso hasta haya intercambiado alguna palabra cómplice. O ,a lo mejor, en esas conversaciones Excmo. y Rvdmo. Sr. no se hubiera quitado el tono altivo del cargo que ostenta y su interlocutor se haya sentido minusvalorado.

Las susceptibilidades son difíciles de valorar y es muy fácil herirlas. Después de la “ofensa” siempre viene la venganza, aunque pasen los años siempre están a flor de piel y dispuestas a saltar a la yugular. Sólo necesitan tiempo para adquirir el valor necesario o una desesperación absoluta.

 Así pues, Excmo. y Rvdmo. Sr.:, póngase la segunda dosis y una vez inmunizado dedíquese a labores propias de su condición de sacerdote como hacen miles de sus compañeros en hospitales, residencias o colectivos. Abandone la calidez del despacho, la seguridad del palacio y acérquese a los ciudadanos de a pie, a esos que no reciben vacunas de estraperlo ni favores de desconocidos servidores públicos

Con la ilusión de verle en las calles,

Atentamente

P.D. Me entero por la canalla que no solo Excmo. y Rvdmo. Sr. sino que también varios de sus estrechos colaboradores, camuflados de sencillos capellanes, se han vacunado. Nunca mejor que ahora se puede decir bien alto aquello de “la caridad bien entendida comienza en uno mismo”.

 Ardua labor la del penitenciario que les confiese.

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