Hace más de 30 años, en enero de 1993, Cartagena acogió a casi 400 refugiados musulmanes de Bosnia que tuvieron que huir de sus casas por la guerra en la antigua Yugoslavia. Se instalaron en un campamento provisional en el Camping Caravaning, cerca de La Manga del Mar Menor. Me tocó ir en una unidad móvil de Onda Regional a informar desde allí. Fueron tratados de forma ejemplar.
En febrero de 2023, un año después del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, la Región de Murcia ya había acogido a más de 5.300 personas procedentes de Ucrania, la mayoría mujeres con sus hijos e hijas. A una buena parte de ese colectivo ucraniano se le consiguió documentación y trabajo en un tiempo récord ante la estupefacción, envidia y rabia de inmigrantes de otras nacionalidades que llevan años y años esperando algo así.
Ahora nos enfrentamos a la necesidad de dar albergue a 600 personas procedentes del África subsahariana que han llegado a España jugándose la vida en el mar para por fin poder tocar tierra en Canarias.
Pero claro, no son rubias con ojos azules, son negros con la mirada perdida de tanto perder y no merecen la atención de algunos de nuestros representantes políticos, empresariales o vecinales, sino su desprecio.
Es vergonzoso el espectáculo de racismo, xenofobia, morofobia, islamofobia y aporofobia al que estamos asistiendo por parte de instituciones regionales gobernadas por PP y Vox. El Gobierno central del PSOE lo puede hacer mejor, no me cabe duda, el caso es que nunca antes habían llegado en un solo mes 13.000 personas desde las costas africanas a Canarias en condiciones tan precarias. Tampoco en la Región estamos acostumbrados a recibir a 500 personas llegadas desde el norte de África en apenas 48 horas como ha ocurrido recientemente.
Es una situación que requiere una respuesta colaborativa por parte de todas las administraciones públicas del Estado. ¿Hay fallos en el proceso de acogida? Claro, pero son más los aciertos porque tenemos unos funcionarios públicos y unas ONG que siempre están. Lo importante es no poner palos en las ruedas y demostrar madurez, justo lo contrario de lo que está ocurriendo.
Señoras y señores gobernantes, hagan su trabajo, gobiernen, busquen soluciones, no mientan, no metan miedo, no generen falsas alarmas, no divulguen bulos, no hagan uso partidista de una tragedia humana.
Pues no, cero empatía con el prójimo. Las personas que reclaman nuestra ayuda humanitaria con urgencia son tratadas sin compasión por la alcaldesa de Cartagena y su partido, sin compasión por algunas organizaciones empresariales y vecinales de Cartagena, sin el más mínimo atisbo de compasión y humanidad por el vicepresidente de la Comunidad Autónoma y su negacionista partido, al que le sale gratis afirmar que los migrantes son terroristas y que las ONG colaboran con las mafias.
Sin compasión por parte del decano de la prensa regional que 120 años después ha decidido crear una categoría de seres humanos inferior al resto: los “sin papeles”.
Hablando de periodismo, aprovecho para agradecer la labor de la compañera Rosa Roda, que un día sí y otro también trabaja pensando en las personas, las migrantes también.
Que no se entere Youssou N’Dour de cómo están señalando a sus paisanos en Cartagena estas últimas semanas, no vaya a ser que devuelva su Premio La Mar de Músicas 2022. Él es negro, pero rico y famoso, él sí que nos sirve, ¿verdad?. Los que vienen de Canarias, sin compasión, cuanto más lejos mejor quisieran algunos.
Por suerte serán acogidos en Cartagena y bien atendidos a pesar del ruido político-mediático alarmista. En su momento se desmontará el campamento, no habrá pasado nada más y nada menos que 600 personas habrán sido tratadas como personas hasta dar la mejor solución posible a cada una de ellas para que sigan con su proceso migratorio o se queden a trabajar (dice la patronal que necesitamos a decenas de miles, qué bueno sería darles la oportunidad).
Mientras tanto podremos escribir un capítulo más sobre el racismo nuestro de cada día en total ausencia de compasión y caridad cristianas.
Hace más de 30 años, en enero de 1993, Cartagena acogió a casi 400 refugiados musulmanes de Bosnia que tuvieron que huir de sus casas por la guerra en la antigua Yugoslavia. Se instalaron en un campamento provisional en el Camping Caravaning, cerca de La Manga del Mar Menor. Me tocó ir en una unidad móvil de Onda Regional a informar desde allí. Fueron tratados de forma ejemplar.
En febrero de 2023, un año después del comienzo de la invasión rusa de Ucrania, la Región de Murcia ya había acogido a más de 5.300 personas procedentes de Ucrania, la mayoría mujeres con sus hijos e hijas. A una buena parte de ese colectivo ucraniano se le consiguió documentación y trabajo en un tiempo récord ante la estupefacción, envidia y rabia de inmigrantes de otras nacionalidades que llevan años y años esperando algo así.