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Cada cuarenta y pico años

Ocurre con el compromiso político como con esos ciclos largos de fluctuaciones de la economía que describió Kondrátiev. Cada 40 o 50 años sobreviene una profunda crisis y con ella pareciera que retornasen los mejores al espacio político. A inicios de los años 30, una brillante generación de españoles, gentes de enorme talla personal e intelectual, decidió tomar las riendas del país, asumir su responsabilidad social e implicarse hasta las trancas en la gestión de la res publica. En parte, volvió a ocurrir en los años 70. Éramos apenas adolescentes cuando digeríamos embobados esos memorables debates moderados por Balbín en la Clave de TVE. Había enjundia en las palabras del profesor Tierno, de Aranguren, Carrillo, Herrero de Miñón, Alfonso Guerra, Tamames o Solé Tura; no quiero ser sectario en esta enumeración. Al evaluar lo que vino después, se me cae el alma a los pies. Apenas algún verso suelto, como el califal don Julio o el digno gruñido escatológico de Labordeta. Y llegados a la última hornada, la comparación es necesariamente odiosa. La atildada puesta en escena del apuesto Pedro Sánchez, el bello Rivera junto a la pizpireta Arrimadas, el donaire con peineta en diferido de la Cospedal, la chulería castiza de Espe, ese bigotillo esquivo del dimitido Soria, o el inefable timbre nasal de la aznaridad. No, no es precisamente la luz del entendimiento lo que brilla en sus miradas. Su insulsa jerigonza muestra la triste deriva del debate político patrio.

Hace dos años, sobre esta esteparia meseta mental, un morado nubarrón de mozalbetes de cabeza bien amueblada, desatado desparpajo y verbo atinado descargó una providencial tormenta de materia gris; y arrambló con décadas de mediocridad política. La precipitó la terrible crisis social y moral; o fue el enorme nivel de incuria, corrupción y degradación de la vida pública; o el espacio que permitieron las nuevas redes sociales, o el 15M; no sé. Lo que sí sé es que para esas nuevas generaciones de jovenes preparados, preparados no solo para emigrar, el anodino espectáculo de tanto mediocre al mando del timón resultó insufrible. Lo que sí siento es que la historia ha regalado a nuestras humildes biografías una generosa purple rain. ¡Bendito Prince, que estás en los cielos! Construimos durante años una formidable ineptocracia al servicio de la gran cleptocracia global. Es por ello que destaca tan poderosamente el discurso de los Errejón, Iglesias, Carolina Bescansa, Santiago Alba, Monedero y tantos otros. Si como antaño, vuelven los mejores al espacio público, ¡qué difícil resultará mantener el tipo a tanto mindundi metido a político! Tanto cagapoquico, que decía mi abuelo. Aunque solo fuera por esta razón, por haber elevado el debate político en este país al punto que les confunda aquel mal de altura que tanto afectó a Aznar en su visita a los Andes, merece la pena apoyar su proyecto.

Después hay razones éticas, de justicia social, de supervivencia como sociedad, de todo tipo. Es por ello que quienes tienen tan poco que aportar, rehuyen el debate cara a cara, o tratan de convertirlo en un show televisivo donde reinan los autodenominados tertulianos, auténticos mamporreros de la palabra. El debate riguroso precisa su tiempo, y estos espacios sirven apenas para que campeen a sus anchas los destroyers de las ideas. Y aun así, ¡qué diferencia cuando entre tanto ruido disfrazado de debate, cuelan sus latiguillos gentes como Ada Colau, Mónica Oltra o Bustinduy! Y si vamos a lo local, ¡qué diferencia el escuchar en el parlamento murciano a los nuestros, frente a esa cohorte que nadea en argumentarios vacíos! El juego mediático obliga a veces a usar eslóganes manidos, aunque siempre hallan un hueco por donde elevar el nivel político regional. Hace unos días se reformó la ley regional de vivienda para incluir artículos antidesahucios. En estos meses ha sido inmensa la actividad de nuestros seis diputados. A los demás, no les ha quedado otra que ponerse el mono de trabajo. ¡Ellos, que se las prometían tan felices en su dorado estanque parlamentario! Por eso, y aun a riesgo de pecar de una miaja de ilustrado elitismo, resalto junto a obvias razones éticas y sociales, las meramente estéticas e intelectuales. Sí, alivia que los mejores vuelven a ocuparse de la res publica, reconforta sentirse del lado de gente tan lista

Estos días de mayo nos visitaba en Murcia uno de estos peripatéticos ejemplares de la nueva Academia política, el joven senador Ramón Espinar: otra mente brillante, capaz de fajarse en los debates televisivos más adversos. Mayo, el mes talismán para la política de este país, el mes de las plazas, los granados en flor y las moradas jacarandas. El mes idóneo en Murcia para preparar el asalto final. Si tanto se ha logrado con los palicos y cañicas de tan importante aunque insuficiente representación parlamentaria, imaginad lo que nos espera a partir de junio. Por todo ello, y porque ocurre cada cuarenta y pico años, animo a un esfuerzo final. Para siestear siempre queda el tiempo de la canícula, aquel en que escribió Juan Rulfo, “el aire de agosto sopla caliente, envenenado por el olor podrido de las saponarias&quot”. Afortunadamente Murcia no es Comala, no hay saponarias, pero siestas y calor habrá pa jartarse, una vez que logremos el 26J elevar la temperatura y el nivel político de nuestro parlamento.

Ocurre con el compromiso político como con esos ciclos largos de fluctuaciones de la economía que describió Kondrátiev. Cada 40 o 50 años sobreviene una profunda crisis y con ella pareciera que retornasen los mejores al espacio político. A inicios de los años 30, una brillante generación de españoles, gentes de enorme talla personal e intelectual, decidió tomar las riendas del país, asumir su responsabilidad social e implicarse hasta las trancas en la gestión de la res publica. En parte, volvió a ocurrir en los años 70. Éramos apenas adolescentes cuando digeríamos embobados esos memorables debates moderados por Balbín en la Clave de TVE. Había enjundia en las palabras del profesor Tierno, de Aranguren, Carrillo, Herrero de Miñón, Alfonso Guerra, Tamames o Solé Tura; no quiero ser sectario en esta enumeración. Al evaluar lo que vino después, se me cae el alma a los pies. Apenas algún verso suelto, como el califal don Julio o el digno gruñido escatológico de Labordeta. Y llegados a la última hornada, la comparación es necesariamente odiosa. La atildada puesta en escena del apuesto Pedro Sánchez, el bello Rivera junto a la pizpireta Arrimadas, el donaire con peineta en diferido de la Cospedal, la chulería castiza de Espe, ese bigotillo esquivo del dimitido Soria, o el inefable timbre nasal de la aznaridad. No, no es precisamente la luz del entendimiento lo que brilla en sus miradas. Su insulsa jerigonza muestra la triste deriva del debate político patrio.

Hace dos años, sobre esta esteparia meseta mental, un morado nubarrón de mozalbetes de cabeza bien amueblada, desatado desparpajo y verbo atinado descargó una providencial tormenta de materia gris; y arrambló con décadas de mediocridad política. La precipitó la terrible crisis social y moral; o fue el enorme nivel de incuria, corrupción y degradación de la vida pública; o el espacio que permitieron las nuevas redes sociales, o el 15M; no sé. Lo que sí sé es que para esas nuevas generaciones de jovenes preparados, preparados no solo para emigrar, el anodino espectáculo de tanto mediocre al mando del timón resultó insufrible. Lo que sí siento es que la historia ha regalado a nuestras humildes biografías una generosa purple rain. ¡Bendito Prince, que estás en los cielos! Construimos durante años una formidable ineptocracia al servicio de la gran cleptocracia global. Es por ello que destaca tan poderosamente el discurso de los Errejón, Iglesias, Carolina Bescansa, Santiago Alba, Monedero y tantos otros. Si como antaño, vuelven los mejores al espacio público, ¡qué difícil resultará mantener el tipo a tanto mindundi metido a político! Tanto cagapoquico, que decía mi abuelo. Aunque solo fuera por esta razón, por haber elevado el debate político en este país al punto que les confunda aquel mal de altura que tanto afectó a Aznar en su visita a los Andes, merece la pena apoyar su proyecto.