Reconoce el sacerdote Joaquín Sánchez que es el cura de los desahuciados, pero también de los “inmigrantes, prostitutas, pobres, ancianos, locos y presos”. Ahí queda eso, como tarjeta de presentación. En su tiempo, estoy seguro de que Jesús Quintero, aquel loco de la colina, le hubiera bordado una de esas entrevistas para enmarcar, tanto en la tele como en la radio. Sin embargo, no ha sido este locutor andaluz y cadencioso, hoy por desgracia alejado de las cámaras y los micrófonos, el último que ha hablado para un medio con este cura singular, tan incorrupto como dicen que fue la mano de Santa Teresa de Jesús, alguien que no duda en asegurar que a algunos les alegraría un montón que colgase de una vez por todas los hábitos. Léase, entre líneas, que arrojara la toalla el que pudiera considerarse como una suerte de mosca cojonera para la púrpura.
La periodista Celia Cantero, delegada de la agencia EFE en la Región y excelente profesional, se fue el otro día hasta el hospital psiquiátrico en El Palmar, lugar al que exiliaron a este sacerdote en 2007 por sus diferencias con algún que otro monseñor, para escuchar sus reflexiones y argumentaciones. Allí, este cura le habló de su juventud, de algún amor primaveral, de su padre guardia civil o del compromiso ético y moral que adquirió ya en época estudiantil, entre otras muchas cosas. Joaquín defiende que hay que luchar para aliviar el sufrimiento humano y se muestra convencido de que “por supuesto merece la pena aunque haya que enfrentarse con los poderes, muchas veces religiosos”.
Confiesa su rebeldía a la periodista y dice que “si algo he aprendido es que la vida es una lucha continua por tu libertad y que nunca pediré permiso por nada”. Sabe lo que es estar en primera línea, por ejemplo, en las protestas de las vías de Santiago El Mayor, aunque su condición sacerdotal no le haya impedido recibir más de un porrazo en las cargas de los antidisturbios, a los que también perdona, como aconsejó Jesús en el sermón de la montaña frente a la ley del talión. Admira al papa Francisco, ese pontífice que sigue pareciendo un cura párroco de cualquier pueblo de Dios, quien lo recibió en el Vaticano y ante el que se presentó de manera poco ortodoxa, con una camiseta verde en la que se leía el lema de 'Stop desahucios'. Yo lo conocí una noche, hace años, en una tertulia televisiva, y al presentarnos le dije directamente lo que pensaba de él: que era un valiente en estos tiempos de viento, ruido y furia que nos envuelven. Él hizo como que no me oía y pasamos a hablar de otra cosa.
Ahora acaba de ser pregonero en las fiestas patronales de Las Torres de Cotillas, una localidad a la que está estrechamente vinculado por haber ejercido allí el ministerio sacerdotal. Su designación fue una de las primeras determinaciones del nuevo alcalde socialista, Joaquín Vela, un médico querido y respetado por los pacientes que en las urnas se transforman en ciudadanos. Quiero creer que esa decisión contaría en su momento con el respaldo unánime de toda la corporación, aunque para algunos, no me cabe la menor duda, el padre Joaquín siga siendo “ese cura rojo y comunista”. De lo contrario, una vez más, la política y los que la ejercen me decepcionarían terriblemente.
Reconoce el sacerdote Joaquín Sánchez que es el cura de los desahuciados, pero también de los “inmigrantes, prostitutas, pobres, ancianos, locos y presos”. Ahí queda eso, como tarjeta de presentación. En su tiempo, estoy seguro de que Jesús Quintero, aquel loco de la colina, le hubiera bordado una de esas entrevistas para enmarcar, tanto en la tele como en la radio. Sin embargo, no ha sido este locutor andaluz y cadencioso, hoy por desgracia alejado de las cámaras y los micrófonos, el último que ha hablado para un medio con este cura singular, tan incorrupto como dicen que fue la mano de Santa Teresa de Jesús, alguien que no duda en asegurar que a algunos les alegraría un montón que colgase de una vez por todas los hábitos. Léase, entre líneas, que arrojara la toalla el que pudiera considerarse como una suerte de mosca cojonera para la púrpura.
La periodista Celia Cantero, delegada de la agencia EFE en la Región y excelente profesional, se fue el otro día hasta el hospital psiquiátrico en El Palmar, lugar al que exiliaron a este sacerdote en 2007 por sus diferencias con algún que otro monseñor, para escuchar sus reflexiones y argumentaciones. Allí, este cura le habló de su juventud, de algún amor primaveral, de su padre guardia civil o del compromiso ético y moral que adquirió ya en época estudiantil, entre otras muchas cosas. Joaquín defiende que hay que luchar para aliviar el sufrimiento humano y se muestra convencido de que “por supuesto merece la pena aunque haya que enfrentarse con los poderes, muchas veces religiosos”.