No, no voy a hablar de la enésima película de la saga Fast and Furious, pero me vale la metáfora. En varios municipios de la región se han lanzado por tierra, mar y aire a fomentar el biogás en su demarcación: Santomera, las Torres de Cotillas (donde hay proyectada una mega planta), San Javier, Mula, Molina de Segura. El biogás no es negativo per se: aprovecha los desechos orgánicos para generar gas metano, lo que ofrece dos ventajas: obtención de energía y reciclado de basuras. Hasta aquí todo bien. Pero vamos a leer la letra pequeña de este regalo envenenado que nos está llegando muy, muy fast (en Molina, polígono de la Polvorista, se autorizó su licencia en tiempo récord y ya están en marcha las obras). Lo primero que debemos saber es que las plantas de biogás generan olores nauseabundos ya que procesan purines y otros desechos orgánicos. Existe riesgo de fuga de sulfuro de hidrógeno, amoníaco y metano, gases altamente volátiles y tóxicos, que pueden ser nocivos para humanos y animales. También existe el riesgo de explosiones porque el metano es altamente inflamable. No es una mera hipótesis: ha sucedido en plantas de Alemania, Reino Unido y Estados Unidos. El tránsito de camiones transportando desechos orgánicos será masivo. Como consecuencia de todo lo anterior, las viviendas cercanas se devaluarán. De nuevo, no es una suposición, está pasando en otras regiones como Burgos, Madrid y Lleida.
¿Debería la ciudadanía soportar estas desventajas en aras de un aprovechamiento ecológico de los recursos? Pues juzguen ustedes mismos: los perjuicios del biogás serán públicos, los beneficios serán privados, poniendo el lucro de unos cuantos por encima del bien común. Los alcaldes favorables al biogás tienen que dar muchas explicaciones sobre esta extraña urgencia en colocarnos por la vía de los hechos consumados unas instalaciones que el pueblo rechaza de plano. Estas plantas ni siquiera generan empleo ya que se mantienen con unos pocos profesionales que seguramente vendrán de otros lugares. Por si fuera poco, el proyecto se está llevando a cabo con una prisa inusitada por parte de las administraciones locales. Si la experiencia no nos engaña, nos están intentando colar un caballo de Troya en cada pueblo, un caballo en este caso cargadito de mierda.
Por motivos mucho más nimios que los que concurren aquí (amenaza de contaminación, tráfico ingente de camiones, malos olores) y la consiguiente protesta vecinal con movilizaciones incluidas, los ayuntamientos han paralizado obras sine die, sin embargo, aquí los alcaldes protegen y favorecen la implantación de estas empresas con un empeño digno de mejor causa, con un afán que nos lleva a preguntarnos si no habrá intereses ocultos cuando tanto lo defienden poniendo incluso en riesgo su continuidad como primeros ediles si las protestas continúan. Qué hay que les importe más que a) el bienestar de su municipio y b) su reelección. Porque llegados a este punto lo prudente sería paralizar de forma cautelar y hacer un análisis de la situación y no tirar p'alante caiga quien caiga en plan antes volcar que atrancar. Y si nos pasamos de paranoicos, por favor, sáquennos de nuestro error con pruebas, no con milongas.
Este tipo de empresas son válidas pero ubicadas bien lejos de los núcleos poblacionales y de los polígonos industriales. Por poner un ejemplo sencillo, los vertederos son imprescindibles, pero a nadie se le ocurre colocarlos a cuatrocientos metros de un colegio ni en pleno centro de un polígono industrial. Los adalides de su idoneidad nos hablan de la estanqueidad de las plantas y les creemos; sólo faltaría que no fueran estancas, caballero. Pero también lo era Chernobyl y miren cómo acabó la cosa. Porque el riesgo cero no existe. Entonces, cabe preguntarse, insistimos, a qué viene la prisa por construir plantas de biogás que están surgiendo en nuestra región como hongos en otoño sin una regulación regional específica que tenga en cuenta los riesgos que representan para la población. Y, sobre todo, qué interés tienen los alcaldes e incluso el ejecutivo regional (que tan refractario ha sido hasta ahora a las energías alternativas) en que esto se haga también a toda prisa en contra de los intereses de la ciudadanía. Los gobiernos locales y el regional fomentando el biogás tan fast y el pueblo rechazándolo tan furious. El final de esta película lo decidirá la ciudadanía con sus movilizaciones, como las que han tenido lugar este sábado 21 de diciembre en Molina de Segura y Las Torres de Cotillas.
No, no voy a hablar de la enésima película de la saga Fast and Furious, pero me vale la metáfora. En varios municipios de la región se han lanzado por tierra, mar y aire a fomentar el biogás en su demarcación: Santomera, las Torres de Cotillas (donde hay proyectada una mega planta), San Javier, Mula, Molina de Segura. El biogás no es negativo per se: aprovecha los desechos orgánicos para generar gas metano, lo que ofrece dos ventajas: obtención de energía y reciclado de basuras. Hasta aquí todo bien. Pero vamos a leer la letra pequeña de este regalo envenenado que nos está llegando muy, muy fast (en Molina, polígono de la Polvorista, se autorizó su licencia en tiempo récord y ya están en marcha las obras). Lo primero que debemos saber es que las plantas de biogás generan olores nauseabundos ya que procesan purines y otros desechos orgánicos. Existe riesgo de fuga de sulfuro de hidrógeno, amoníaco y metano, gases altamente volátiles y tóxicos, que pueden ser nocivos para humanos y animales. También existe el riesgo de explosiones porque el metano es altamente inflamable. No es una mera hipótesis: ha sucedido en plantas de Alemania, Reino Unido y Estados Unidos. El tránsito de camiones transportando desechos orgánicos será masivo. Como consecuencia de todo lo anterior, las viviendas cercanas se devaluarán. De nuevo, no es una suposición, está pasando en otras regiones como Burgos, Madrid y Lleida.
¿Debería la ciudadanía soportar estas desventajas en aras de un aprovechamiento ecológico de los recursos? Pues juzguen ustedes mismos: los perjuicios del biogás serán públicos, los beneficios serán privados, poniendo el lucro de unos cuantos por encima del bien común. Los alcaldes favorables al biogás tienen que dar muchas explicaciones sobre esta extraña urgencia en colocarnos por la vía de los hechos consumados unas instalaciones que el pueblo rechaza de plano. Estas plantas ni siquiera generan empleo ya que se mantienen con unos pocos profesionales que seguramente vendrán de otros lugares. Por si fuera poco, el proyecto se está llevando a cabo con una prisa inusitada por parte de las administraciones locales. Si la experiencia no nos engaña, nos están intentando colar un caballo de Troya en cada pueblo, un caballo en este caso cargadito de mierda.