Desde que empezaron en serio las excavaciones en el yacimiento de Los Torrejones, en Yecla, allá por los años 80, los arqueólogos pensaron que se trataba de un asentamiento residencial de la época romana: una villa rústica. Pero en noviembre del año pasado apareciste tú, Adriano, y lo cambiaste todo.
Ahora ya no hay que imaginar a una familia rural romana, sino a unos señores patricios, quizá hasta familia del propio emperador, que era de origen hispano, o al menos lo suficientemente trepas o pelotas como para gastarse un dineral en hacer traer de Roma -o incluso de Grecia- un busto muy bien hecho de mármol blanco que debió costar una fortuna. La otra posibilidad es que la escultura del emperador se encargara para adornar un edificio público, pero esta teoría me gusta menos.
Prefiero la idea de la pareja de señores patricios discutiendo si te colocaban en la entrada, en el salón o en el baño. Quizá estás tan bien conservado porque a uno de ellos no le terminaste de gustar y te desterró a un sótano donde quedaste olvidado.
Seguramente nunca descubriremos qué pasó, pero hay que darte las gracias, Adriano, por haber permanecido escondido todos estos siglos. Podrían haberte encontrado durante la guerra de la Independencia y que Napoleón te hubiera llevado con él como hizo con los tesoros egipcios. O podrías haber caído en las manos de Lord Elgin, igual que gran parte de la Acrópolis griega. Sin ir tan atrás en la historia, en Los Torrejones también excavaron a mediados del siglo XIX, un par de décadas antes de que en el yacimiento de la Alcudia encontraran a la Dama de Elche; y mientras los políticos españoles decidían a quien pertenecía la escultura, un espabilado del Louvre la compró y se la llevó dejándolos con tres pares de narices.
En todo el mundo se conservan cerca de dos centenares de esculturas que representan, como tú, a Adriano, (en esta página las recopilan) pero no todas tienen tu calidad y tu belleza. Impresiona pensar que nadie te llevara a otro lugar al abandonar la villa de Los Torrejones, que no te haya encontrado antes ningún desaprensivo y que la suerte y la tenacidad del arqueólogo Liborio Ruiz y su equipo te hayan descubierto en este siglo XXI.
Desde noviembre hay un grupo de personas que han guardado en secreto tu existencia mientras te ponían a punto para darte a conocer, hoy lo hemos podido ver algunos privilegiados en Murcia y, a partir del domingo, quien quiera acercarse al Museo en Yecla. Dicen que el año que viene, saldrás de gira para que puedan disfrutarte en otros puntos de España, pero que te vas a quedar con nosotros. También han dicho que seguirán invirtiendo en la excavación de Los Torrejones y que es muy posible que nos llevemos más sorpresas, más obras importantes. Sea como sea, querido Adriano, muchas gracias por haberte quedado escondido.
Desde que empezaron en serio las excavaciones en el yacimiento de Los Torrejones, en Yecla, allá por los años 80, los arqueólogos pensaron que se trataba de un asentamiento residencial de la época romana: una villa rústica. Pero en noviembre del año pasado apareciste tú, Adriano, y lo cambiaste todo.
Ahora ya no hay que imaginar a una familia rural romana, sino a unos señores patricios, quizá hasta familia del propio emperador, que era de origen hispano, o al menos lo suficientemente trepas o pelotas como para gastarse un dineral en hacer traer de Roma -o incluso de Grecia- un busto muy bien hecho de mármol blanco que debió costar una fortuna. La otra posibilidad es que la escultura del emperador se encargara para adornar un edificio público, pero esta teoría me gusta menos.