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La gran decisión

El reto de la sociedad en estos momentos de complejidad es afrontar de cara y sin rodeos las pretensiones del neocapitalismo. Este aplica procedimientos para dominar nuestras vidas, que se someten a un guion trazado por el conservadurismo emergente, se apropia de nuestros cinco sentidos y nos roba el alma con sus algoritmos; neutraliza nuestros sentimientos y nos convierte en meros consumidores compulsivos abocados al nihilismo. En la concepción neocapitalista no importan ni el derecho ni el respeto a la integridad humana como sustentos de la libertad de los hombres y mujeres de este mundo, y se pretenden dejar de lado los derechos que la ciudadanía ha ido alcanzando desde el siglo XIX. Hoy trabajan en sentido contrario los think tanks de esa nueva cultura robotizada que transforma en mercancía nuestros deseos, vivencias y hasta nuestra propia dignidad.

Vivimos choques abiertos entre estos modelos de convivencia, y la disyuntiva está entre la libertad de mujeres y hombres o la servidumbre a un sistema que vive en una sociedad líquida, dominada de facto por la inteligencia artificial. Lo más preocupante es que ello se vive desde la escuela atravesando todos los diferentes estadios de la vida, controlándonos hasta que dejemos este mundo.

Esta situación nos lleva al reto de plantearnos qué y cómo decidimos, porque la crisis de la democracia se ha instalado, y no hay que profundizar mucho para ver que detrás de tantas banderas y canciones patrióticas que las acompañan lo que hay es un despojo del sentido democrático y de los derechos de las personas. Nos están arrinconando para que las decisiones de los ciudadanos no lleguen, al igual que su autonomía de juicio y su libertad de acción. Estos nuevos mensajeros lo que quieren es erradicar a sus rivales en un choque de civilizaciones con el argumento de que “primero nosotros”. Y ha calado, llegando a confundir a la ciudadanía imponiendo miedo y vigilancia, tanto desde la seguridad personal como la de los datos. Pero se trata de una protección con la que se orienta las vidas de las personas hacia sus intereses privados, quedando ocultos todos los demás, que integran las decisiones de la gestión de lo público. Los asuntos decisivos para la vida pública quedan sin ver la luz bajo el falso proteccionismo del dato personal. Es el poder económico lo que está en juego, y nos enredan con criterios de la protección privada como explica Marta Peirano en 'El enemigo conoce el sistema'.

La lentitud con la que el sistema va reaccionando para controlar a los que nos quieren dominar se puede ver con claridad en el último Informe GRECO, en el que se constata que la Subcomisión de Justicia del Congreso relativa al problema de la composición del Consejo General del Poder Judicial ha fracasado, al no eliminar la elección del turno judicial por parte de los políticos. Se ha perdido la oportunidad de subsanar lo que la ciudadanía sabe que es el Talón de Aquiles de nuestra judicatura: su politización. Y esto es solo un ejemplo del secuestro de nuestras instituciones, que distan mucho de ser independientes porque siguen en manos de los que impiden que lo sean.

La Historia nos demuestra que las civilizaciones no se derrumban como los edificios, sino que se vacían poco a poco de sus principios y van transformando al ser humano, pasando luego a un estadio diferente que lleva hacia otro tipo de Humanidad surgida de ella misma. Hoy la sumisión nos está llevando a una crisis de despojos, en la que poco a poco tendremos menos autonomía y menos libertad de acción.

Revisando lo ocurrido en el pasado, los investigadores descubren a posteriori cuales fueron los asuntos decisivos de cada época: cuando suceden quedan ocultos y cuando se ponen a la luz del día ya es tarde. Para que esto no ocurra se precisa la implicación activa de los ciudadanos y de todas las fuerzas de la sociedad que juntas pueden fortalecer nuestra debilitada democracia y agilizar su paso. Porque caminamos demasiado lentos: no tiene sentido que pervivan normas de la dictadura franquista como el Reglamento de la Carrera Fiscal de 1969, o no se haya actualizado el Estatuto del Ministerio Fiscal con sus Bases generales y los Principios que marcan su desarrollo reglamentario.

El Informe GRECO señala que a pesar de algunas mejoras introducidas por la legislación cuya eficacia aún no se ha probado, el debate público sobre la politización de la Justicia sigue de actualidad, y gira especialmente en torno al sistema de nombramientos del Consejo General del Poder Judicial y sus altos cargos. Sigue siendo necesario avanzar y comprobar la eficacia de las nuevas normas y procedimientos introducidos; el Ministerio Fiscal debe adoptar medidas más decisivas para aplicar las recomendaciones pendientes, que requieren cambios específicos en materia de autonomía, integridad y responsabilidad.

En estos momentos de crisis debemos aunar sentido común y creatividad para que mediante gestos cada uno pueda identificar a sus pequeños héroes, aquellos que en el ejercicio de sus funciones empiecen a devolver la confianza a una ciudadanía expectante y sin suficientes apoyos.

Hemos abordado nuestro análisis desde dos agentes complementarios -los que nos dominan y los que en teoría nos deben defender- para afirmar que para sobrevivir debemos hacer que se asuman las responsabilidades por los abusos económicos, políticos, sociales y ecológicos. La pasividad nos indigna y nos aparta del progreso, como estamos viviendo y sufriendo, especialmente en la Región de Murcia, en la que un mal entendido progreso ha llevado a consentir los mayores desastres ecológicos, cuando los poderes independientes de las instituciones deberían haber puesto las barreras protectoras frente a todos aquellos que se consideran por encima de cualquier control.

No olvidemos que desde la pasividad surge el crimen y la pasión por apropiarse del poder, desatando una sed desbordante. Ahora es cuando debemos actuar contra el fatalismo, los egoísmos y los cinismos, y luchar con fuerza por un nuevo humanismo. Un humanismo renovador con el que hagamos desaparecer del escenario a los que quieren alterar la armonía y devorar nuestras vidas poniendo frente al abismo a la humanidad entera.

El reto de la sociedad en estos momentos de complejidad es afrontar de cara y sin rodeos las pretensiones del neocapitalismo. Este aplica procedimientos para dominar nuestras vidas, que se someten a un guion trazado por el conservadurismo emergente, se apropia de nuestros cinco sentidos y nos roba el alma con sus algoritmos; neutraliza nuestros sentimientos y nos convierte en meros consumidores compulsivos abocados al nihilismo. En la concepción neocapitalista no importan ni el derecho ni el respeto a la integridad humana como sustentos de la libertad de los hombres y mujeres de este mundo, y se pretenden dejar de lado los derechos que la ciudadanía ha ido alcanzando desde el siglo XIX. Hoy trabajan en sentido contrario los think tanks de esa nueva cultura robotizada que transforma en mercancía nuestros deseos, vivencias y hasta nuestra propia dignidad.

Vivimos choques abiertos entre estos modelos de convivencia, y la disyuntiva está entre la libertad de mujeres y hombres o la servidumbre a un sistema que vive en una sociedad líquida, dominada de facto por la inteligencia artificial. Lo más preocupante es que ello se vive desde la escuela atravesando todos los diferentes estadios de la vida, controlándonos hasta que dejemos este mundo.