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Hambre de Cultura

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Consumir Cultura para vivir. Las mismas veces que comemos, deberíamos consumirla, porque no atendemos al hambre que el alma nos reclama, y podemos caer en el raquitismo espiritual. Ese sí que es grave. No podemos imaginar sus consecuencias. Una sociedad a la que no se le acostumbre a consumir arte, será una sociedad famélica, y eso no puede traer nada bueno. 

No estoy exagerando nada. Cada vez que comemos o bebemos agua, deberíamos ver una obra de teatro, escuchar una canción, leernos un libro, o un poema; ir al cine, mirar un cuadro, interesarnos por la vida de una escritora, de un músico, de una artista. Consumir Cultura, para crecer, para quitarnos complejos, para darnos valor, para ser felices, para recalcarnos valores, para ser más humildes, mejores personas.

Cuando voy a la cárcel de Campos del Río, al aula de literatura que la ONG Solidarios para el desarrollo tiene en marcha desde hace años, y me dan la posibilidad de recitar a los presos frente a frente, me doy cuenta del alcance y el poderío de la Cultura. Por el aula corren lágrimas que estaban presas. Lágrimas para desechar los malos deseos, para desear ser mejor persona. Ese es su poder. Es Educación para los pueblos, y la educación es razón, y la razón es cordura y entendimiento, diálogo y paz. 

Tenemos hambre tres o cuatro veces al día, y las mismas veces, deberíamos tener hambre de todas las disciplinas artísticas. Qué hermoso puede ser escuchar: “No puedo más, necesito ver una obra de teatro”. “No puedo más, necesito ir a un concierto”. “No puedo más, me urge ir al cine”. “No puedo más, voy a ver una exposición”. “No puedo más, quiero ver un espectáculo de danza”. A eso deberíamos estar acostumbrados en esta región, a consumir Cultura las mismas veces que consumimos alimentos.

La oferta cultural no puede faltar en ningún rincón. La Comunidad Autónoma tiene las competencias en esta materia desde el Estatuto de 1982, y por tanto, el Gobierno regional es el que tiene en estos momentos el deber de contar con una oferta cultural y educativa golosa para la ciudadanía. Tiene que darnos la infraestructura, y el producto, para que nos sea apetecible. Ese supermercado de la cultura al que debemos ir al menos una o dos veces por semana, para que el alma no tenga hambre, es el Ejecutivo regional el que debe tenerlo atiborrado de ofertas; y tiene la obligación y el deber de acostumbrar a la gente a consumirla, haciéndole atractivo ese consumo. Hay que crearles la necesidad de tener hambre de ella. Y eso no se está haciendo en esta región, que entiende este concepto como un gasto y no como una inversión. Una región en la que no se tiene un plan claro, una dirección, una estrategia. Una región que hace cosas sin ninguna línea ni meta. Una región que va como pollo sin cabeza, que no siembra cultura, y que por tanto, no recogerá jamás los frutos de ella. Si este gobierno no empieza a concebir la Cultura como una industria, mal vamos.

Hasta que no haya la misma oferta de alimentos para el cuerpo que de alimentos para el alma, aquí no estamos yendo por buen camino. Hablaba el otro día con mi queridísima amiga y compañera Soledad Nortes, que aunque necesita poca presentación porque es muy conocida, para quien no lo sepa, es concejal de cultura del Ayuntamiento de Molina de Segura. Como siempre, escucharla hablar de Cultura es un placer, me embelesa, porque tiene muy claro este concepto. Cuando estábamos terminando de hablar, le dije que quisiera contar con ella para una idea que me ronda por la cabeza, que podría dar a la Cultura un impulso, un empujón en esta región. “Magdalena -me contestó-, por la Cultura haré siempre lo que haga falta, como si quieres que ponga sillas”.

Eso me hizo pensar, y cuando colgué el teléfono me dije que a este Gobierno regional le falta esa disposición, ese creer firmemente que la Cultura no es un capricho, sino una necesidad. Lo mismo que comer o beber agua, pero no les ha temblado el pulso para entregar a la ultraderecha esta consejería ni la de Educación. Han puesto Cultura y Educación en manos de tres expulsados de Vox, los que dicen que los artistas son titiriteros y que sobran chiringuitos.

A estas personas tenemos gobernando la Región de Murcia, a gente que no tiene ni idea de qué supone esta materia en nuestra sociedad, porque no lo han mamado, no lo han vivido, no tienen hambre de ella. No podemos contar con esta gente para transmitirle esa necesidad a la sociedad murciana, ni podemos contar con ellos para programar, porque no presupuestan la cultura como toca, y el poco dinero que tienen, no lo terminan de ejecutar. Ni podemos contar con ellos, porque no entienden, que hay que sentar al sector delante, disciplina por disciplina, y preguntarles sus necesidades, y no podemos contar con ellos para hacer un plan de Cultura con vistas al futuro, con una estrategia y un orden, con una meta y una proyección. No podemos contar con ellos porque no aman la cultura. Si se ama la Cultura, hace uno lo que haga falta, hasta poner sillas. 

Consumir Cultura para vivir. Las mismas veces que comemos, deberíamos consumirla, porque no atendemos al hambre que el alma nos reclama, y podemos caer en el raquitismo espiritual. Ese sí que es grave. No podemos imaginar sus consecuencias. Una sociedad a la que no se le acostumbre a consumir arte, será una sociedad famélica, y eso no puede traer nada bueno. 

No estoy exagerando nada. Cada vez que comemos o bebemos agua, deberíamos ver una obra de teatro, escuchar una canción, leernos un libro, o un poema; ir al cine, mirar un cuadro, interesarnos por la vida de una escritora, de un músico, de una artista. Consumir Cultura, para crecer, para quitarnos complejos, para darnos valor, para ser felices, para recalcarnos valores, para ser más humildes, mejores personas.