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La Huerta de Murcia se muere y sigue teniendo los mismos culpables

Tudmur

La ciudad de Murcia fue desde sus orígenes un espacio perfectamente planificado y concebido para la explotación agrícola de su fértil huerta, existiendo desde su nacimiento una relación indisoluble entre ambas.

Numerosas obras de captación, acumulación y conducción forman la red hidráulica necesaria para el aprovechamiento del agua, convirtiéndose elementos como acequias, azarbes, azudes o norias en indispensables para conseguir una óptima producción en los cultivos irrigados a través de este sistema arterial. Los elementos principales del sistema hidráulico actual de la Huerta de Murcia se construyeron en los siglos sucesivos a la fundación de la ciudad, tales como La Contraparada y las dos grandes acequias: la Aljufía y la Alquibla.

Hasta bien entrado el siglo XX la extensión y configuración de la ciudad de Murcia era muy similar a la de los siglos XII y XIII del periodo almohade, tal y como muestran diferentes fotografías aéreas como las del vuelo americano de 1956. Este hecho no nos debería extrañar, ya que la huerta siguió siendo durante muchos siglos el principal pilar económico de la capital del Segura.

Sin embargo, con el fuerte abandono de la agricultura tradicional y el empuje urbano que experimentó la ciudad de Murcia en la segunda mitad del siglo XX, se comenzaron a realizar una serie de entubamientos indiscriminados e injustificados de acequias y azarbes que han sido intensificados en las últimas décadas y que llegan hasta nuestros días.

Estos entubamientos no suponen solo la destrucción de regadíos históricos, sino la paulatina ruina del cinturón verde que ha sido siempre la huerta para la ciudad de Murcia. Pese a que el propio Plan General de Ordenación Urbana o el Plan Nacional de Regadíos prohíben esta clase de acciones destructivas, el Ayuntamiento de Murcia sigue mirando para otro lado ante las sucesivas denuncias de asociaciones conservacionistas como Huermur o Huerta Viva por acciones de esta calaña. Los datos son desoladores, en 2014 se llegaron a entubar hasta 7 km y acequias como la de Churra la Vieja están soterradas y hechas a base de hormigón.

En vez de optar por la opción más barata e idónea que es recuperar las márgenes de acequias y azarbes con arbolado autóctono y realizar la monda de forma manual, se toma la decisión más destructiva que supone el aniquilamiento de este tipo de parajes. Estas acciones suponen la destrucción de ecosistemas que surgen de las acequias y que afectan a la vegetación de la ribera autóctona como moreras, olmos y álamos, y a especies faunísticas como el fartet. No hay que olvidar que estos entubamientos contribuyen al aumento de la superficie urbanizable, haciéndonos ver fácilmente que móviles y protagonistas pueden haber tras estos atentados medioambientales.

La Junta de Hacendados es la entidad que reúne a más de 20.000 regantes de los 952 km2 de la Huerta de Murcia que se extienden por los municipios de Alcantarilla, Murcia, Santomera y Beniel. Esta se encarga de la distribución y administración del agua, al tiempo que realiza numerosos entubamientos y destruye edificios históricos de la huerta murciana con nocturnidad y alevosía.

Por otra parte, numerosos elementos constructivos típicos de la Huerta de Murcia están abandonados a su suerte o, incluso, son destruidos como si de los baños árabes de la céntrica Calle Madre de Dios se tratase. Mientras que se han tirado abajo elementos arquitectónicos como el acueducto de los Felices de Javalí Viejo o el Molino de Oliver de Aljucer, edificios como la casa del histórico revolucionario Antonete Gálvez de Torreagüera o el Molino de las Cuatro Piedras de la Albatalía se encuentran en estado ruinoso pese a sus diferentes grados de protección que exigen su atenta conservación por parte las autoridades pertinentes.

La destrucción de estos edificios históricos, el arrojo de vertidos a las acequias, la tala indiscriminada de árboles, los entubamientos en hormigón o la extracción de agua ilegal son algunas de las acciones que siguen asolando día a día la Huerta de Murcia. De nada sirven la Semana de la Huerta, norias de cartón piedra ni departamentos específicos en la Concejalía de Urbanismo sin acciones claras que busquen la salvaguarda natural y cultural de la Huerta de Murcia. La catalogación y protección de todos estos bienes es un punto clave a tener en cuenta, pero también lo es la lucha activa que han realizado durante años las asociaciones de vecinos, los grupos ecologistas o las asociaciones conservacionistas.

La Huerta de Murcia seguirá estando en peligro si no se toman las medidas necesarias para su conservación entendiéndola como un ente vivo más de nuestra sociedad. Continuará mermando su superficie tahúlla a tahúlla si los verdaderos culpables de su asolamiento siguen saliendo impunes de cada atentado contra su supervivencia. Sensibilizar a la sociedad murciana sobre su importancia es un deber primordial del que todos somos responsables, ya que solo en nuestras manos está la pervivencia de nuestras raíces más huertanas.

*Artículo original de Antonio Luis Martínez Rodríguez (Tudmur )

La ciudad de Murcia fue desde sus orígenes un espacio perfectamente planificado y concebido para la explotación agrícola de su fértil huerta, existiendo desde su nacimiento una relación indisoluble entre ambas.

Numerosas obras de captación, acumulación y conducción forman la red hidráulica necesaria para el aprovechamiento del agua, convirtiéndose elementos como acequias, azarbes, azudes o norias en indispensables para conseguir una óptima producción en los cultivos irrigados a través de este sistema arterial. Los elementos principales del sistema hidráulico actual de la Huerta de Murcia se construyeron en los siglos sucesivos a la fundación de la ciudad, tales como La Contraparada y las dos grandes acequias: la Aljufía y la Alquibla.