Atravesamos tiempos aciagos. Muchos de nuestros mayores jamás imaginaron que volverían a vivir esta clase de infortunios. Es un despropósito que a su edad, cuando ya creían haberlo sufrido todo, tengan que ver marchar a sus coetáneos en estas circunstancias. Siendo nosotros, en muchos casos, testigos casi inertes de estas amargas despedidas; porque poco parece que podemos hacer por evitarlo. Sin embargo, no por arduo debemos abandonar el intento. Por ellos, porque les debemos una salvaguarda; así como ellos ya en su día nos salvaguardaron y ahora merecen una ancianidad serena y en paz. Por nosotros, por poder mirarnos al espejo sin remordimientos. Y, por supuesto, por nuestros jóvenes y niños, porque el ejemplo que a ellos demos será el germen de la sociedad futura. Como cada acontecimiento de nuestra historia, ésta es una nueva oportunidad para demostrar qué clase de sociedad somos y qué sociedad queremos.
Desde hace algún tiempo, vengo haciéndome periódicamente esta pregunta. Pues en mi caso, a la responsabilidad que tengo como ciudadano en el diseño de esta sociedad se suma mi compromiso como representante público y sinceramente me preocupa qué voy a hacer con el tiempo y la tarea que se me ha encomendado. En mis reflexiones, aunque a veces puedan resultar confusas o imprecisas –ojalá contara con la receta mágica -, siempre hay una máxima que tengo clara: un pueblo en el que un niño crezca feliz y seguro es un pueblo en el que todos podrán vivir con la felicidad y la seguridad garantizadas. Es por eso que hace años venimos trabajando con UNICEF para hacer de Lorquí esta ‘Ciudad Amiga de la Infancia’.
Este viernes 20 de noviembre celebramos el Día Universal del Niño; fecha en la que la Asamblea General de la ONU aprobó en 1959 la Declaración de los Derechos del Niño y en 1989 los gobiernos de todo el mundo, líderes religiosos, ONGs y otras instituciones reiteraron su compromiso con la infancia acordando el texto final de la Convención sobre los Derechos del Niño; esta vez sí de obligado cumplimiento para todos los países firmantes. Conmemorar estos hitos supone recordar cada año que los niños tienen derecho a la salud, a la educación y a la protección, con independencia del lugar en el que hayan nacido, y que son ellos el colectivo más vulnerable, por lo tanto el que más sufre cualquier crisis, problema o conflicto en el mundo.
De esto precisamente hemos sido testigos, desafortunadamente, en esta pandemia. Pues hemos visto a nuestros pequeños verse privados de muchos de sus derechos en diversas circunstancias, territorios y medios. Han sido los primeros en pasar hambre, desnutrición y frío en muchos países, por la crisis económica, política y asistencial que se ha dado en algunos territorios. Algo que resulta tremendamente imperdonable y que debería pesar constantemente en las conciencias de todos. Sin embargo, no solo en el mundo menos desarrollado nuestros niños y jóvenes están pasando hambre. En nuestra Región, según ha revelado UNICEF, más del 32% de los niños y niñas, es decir 1 de cada 3, se encuentran en riesgo de pobreza y exclusión social. Situación que se ha agravado más aún con la pandemia y que han combatido desde desbordados bancos de alimentos, organizaciones y administraciones públicas, porque ésta es, sin duda, una de nuestras ineludibles atribuciones.
Pero aunque ésta es competencia forzosa, no lo es menos garantizar una sociedad, un pueblo o una ciudad en la que ningún niño o joven se sienta inseguro, abandonado o discriminado por motivo alguno o razón. Debemos asegurar, como ciudadanos y como responsables públicos, un espacio en el que no tengan cabida las violaciones, agresiones y/o acosos de ningún tipo a nuestros menores. Un espacio solidario y democrático, con los Objetivos de Desarrollo Sostenible como hoja de ruta, y en el que sean ellos mismos quienes diseñen, propongan y participen de aquellos asuntos que les afectan, para atender sus problemas y necesidades reales y para involucrarlos en la actividad y el día a día de nuestros municipios. Es importante que ellos participen, porque nadie puede saber mejor que ellos lo que quieren y necesitan para su pueblo.
Decimos siempre que los niños aprenden de nuestro ejemplo, pero en esta crisis sanitaria han sido ellos los que deben servirnos como modelo. Han perdido horas aprendizaje entre compañeros, han perdido besos y abrazos, han perdido tiempo de juego en la calle… Han perdido libertades pero han asumido que así debían de hacerlo. Hoy los niños y niñas necesitan que las instituciones, públicas y privadas, estemos a la altura de los importantes retos que como sociedad tenemos porque si hay algo por lo que valga la pena todo el esfuerzo es por ver a nuestros niños y jóvenes seguros, a salvo y sonriendo. Construyamos entre todos ese mundo amable para ellos.
¡Feliz día a todos los niños!