Leídas las dos docenas, al menos, de columnas en apoyo a la ex-portavoz del PP en el Congreso, no he encontrado en ninguna de ellas el relato de la libertad al que dicen obedecer las loas a la ya destituida. Las mayores glorias que le firman los apoyos han sido su “sinceridad” y su “búsqueda de la verdad” y que hayan sido estas supuestas cualidades las que hayan guiado su labor en el Congreso.
Entendemos todos, que cuando hablan de “libertad” y “verdad”, se referirán a la de la destituida, a la suya propia, porque en ningún caso se puede encajar su visión abyecta y retrógrada de la sociedad con la “libertad”, por ejemplo, que necesitan y reclaman amplias capas de la población de este país.
Las barbaridades, unas tras otra, que durante toda su trayectoria en medios y en política ha estado clamado, no dejan tampoco lugar para la “verdad” que le han atribuido estos días los columnistas de diferentes medios, por supuesto, los más conservadores. Uno de ellos, un reciente neocón español que se proyecta en redes, tras la publicación de su entrevista en formato vídeo, le lanzaba hasta 6 columnas de apoyo en pocas horas.
Su verdad ha estado centrada siempre en negar realidades. Negar la naturaleza plural de España, negar la violencia sobre las mujeres, negar la legitimidad de la izquierda… y así hasta el infinito. No es que se haya demostrado como una completa inepta en la gestión pública porque es un hecho que nunca ha querido ejercido como tal, sino que no ha pasado de ganadora de algún concurso matutino de oratoria barata. Llamando incluso a votar contra el partido al que ha servido y solo hablando de hechos, lo cierto es que no supo llegar, no ha sabido estar y no ha sabido irse.
No la reconozco en la narración de verso suelto, que ya es una chorrada pensar eso en un partido monolítico de implantación territorial tan férrea como es el PP, ni en el cuento de que se la considere esa especie de vanguardia ideológica del espacio conservador, que ya la expresión es una contradicción en sí misma. Ha sido, sobre todo en esta última etapa, una cínica consumada que, como todos los personajes de ese pelaje, ha cargado incluso contra uno de los más inalienables de los derechos humanos, el derecho al voto, cuando se ha referido a las preferencias electorales en territorios que forman parte del Reino de España.
Como revisionista profesional y en el colmo de su atrevimiento, con sus últimas declaraciones llegaba incluso a hacer un llamamiento al “PSOE y toda la socialdemocracia” para que, en un “acto de valentía cortara las ataduras” que, considera ella, “le atan históricamente al nacionalismo” y se entregara a una suerte de gran coalición con el PP. No es que con estas citas le falle la memoria a la destituida portavoz, es que miente de forma deliberada.
En el auge del nacionalismo, que se produce en el período de entreguerras del siglo XX, España fue el único país de Europa donde las izquierdas, todas ellas, construyeron un proyecto federal de convivencia y validado en las urnas alejado de los fascismos que se imponían en todo el continente. Y lo hicieron a pesar de los que ella, ahora y siempre, ha defendido desde sus arengas en medios de comunicación y la tribuna del Congreso de los Diputados. Está en su derecho, que lo disfrute, pero no esperen sus señorías de los medios que los demás nos quedemos callados ante semejante despropósito, el de la mentira.
La participación en la vida pública, más aun cuando eres un cargo institucional, tiene como principal propósito hacer más fácil la vida de la ciudadanía, dotarla, efectivamente, de más libertad. Nada de eso ha pasado con las proclamas de esta señora, más bien al contrario, todas han ido dirigidas a dividir y enfrentar, en línea con la estrategia de la derecha de este país, conseguidora protagonista del mayor índice reciente de pobreza de España y del mayor número de independentistas que jamás hayamos tenido.
Sin duda, y como historiador del Arte, lo que más gracia me ha hecho ha sido esa llamada a la “batalla cultural” que reclamaba. Para dar una batalla cultural lo primero es tener cultura, y tener cultura es tener mundo. La derecha de este país, que tuvo la desvergüenza de presentar a tres candidatos a la presidencia del Gobierno hasta en dos ocasiones, sin que en conjunto hayan trabajado más de dos años, no tiene mundo posible. La cultura es algo muy distinto a los títulos académicos o a la producción artística, la cultura es identificar como imprescindible la trayectoria vital de un hombre que recoge limones a las seis de la mañana a menos de cinco euros la hora o la de una mujer que no puede acceder a la educación superior porque la reforma que tu apoyas la deja fuera del sistema a pesar de sus precarios niveles de renta.
Tu relato, Cayetana, queda muy bien en el salón de papeles pintados y copas altas, pero no te acompañan los hechos, nunca lo han hecho. Eso, querida exportavox, es mentir. Y mentir está feo, muy feo. Ah… y me da igual por qué te echen, porque nunca me has parecido un elemento interesante de la política de este país, esta columna iba por la tres docenas de borregos que se flipan por los papeles pintados y las copas altas y que, en la inexistencia, te escribían columnas.