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MJV. De San Javier al cielo

Tudmur

Para muchas murcianas y murcianos en el exilio, el aeropuerto de San Javier es el lugar en el que aterrizamos en nuestras recurridas, o no tanto, vueltas a casa. Descender lentamente divisando tu tierra y tus mares, ya sea con la iluminación de nuestro característico sol abrasador o con las luces que alumbran nuestras callecicas y carreteras, suele ser una sensación de sumo placer acompañada de sentimientos encontrados.

Contrariedades que siente todo migrante al ir y volver a casica y sentir, por un lado, la añoranza de su tierra y, por otro, la satisfacción (o no) de haber conseguido salir adelante fuera de ella ante la falta de oportunidades en tu lugar de origen. Pero no hay que culparla, todos sabemos a quién pedirle responsabilidades de los altos índices de paro y la precariedad laboral galopante de nuestro querido roalico.

El aeropuerto de San Javier es una base aérea militar construida en la costa norte del Mar Menor en 1935 y, pese a ser propiedad del Ejército del Aire, es un aeropuerto público desde 1995. Este aeropuerto ha alcanzado en los últimos diez años la cifra de más de un millón de pasajeros anuales y el pasado año ganó por segunda vez el premio a Mejor Aeropuerto Europeo de menos de dos millones de pasajeros.

Una terminal y dos pistas junto al Mar Menor que nos endulzan los ojos al aterrizar y despegar, al mismo tiempo que nos ofrece a vista de pájaro las miserias de nuestros crímenes ambientales. El cúmulo de sentimientos encontrados de todo migrante se acentúa de forma exponencial ante el paisaje que se puede divisar al asomarse por la ventanilla.

Este aeropuerto murciano no puede competir en número de vuelos con el Aeropuerto de Alicante-Elche y su mayor volumen de pasajeros, pero para muchos de nosotros la sensación de llegar o partir desde allí no es tan emocionante. Seguramente porque carece de las vistas de los mares Mayor y Menor separados por una estrecha manga de tierra o, simplemente, porque este aeropuerto no corre peligro de perder su tráfico aéreo civil en pos de un nuevo aeropuerto que ha supuesto una deuda innecesaria para las gentes de esta tierra.

El Aeropuerto de Corvera llega mal, endeudado y tarde, mucho tiempo después de que el Aeropuerto de Alicante-Elche le comiese la tostada. Simboliza lo peor de nuestra tierra en torno a la especulación del ladrillo, razón principal para que el gobierno regional impulsase este proyecto en vez de buscar la mejora del aeropuerto costero ya existente.

Tras años de retrasos, Felipe VI inaugurará el Aeropuerto Internacional de la Región de Murcia – Juan de la Cierva en Corvera el próximo 15 de enero. Un aeropuerto de gestión privada que antes ha sido escenario del rodaje de una México postapocalíptica para Terminator 6 que ser testigo del aterrizaje de un vuelo en su pista tras más de seis años de su finalización. Quizá el tiempo le confiera a sus vuelos ese sentimiento que el aeropuerto de San Javier y sus trabajadores tan bien se ganaron a pulso año tras año entre turistas y migrantes. Aunque a priori esta posibilidad se antoje tan poco probable como la recuperación de la deuda asumida por todos los ciudadanos de la Región de Murcia en su construcción.

*Artículo original de Antonio Luis Martínez Rodríguez (Tudmur).

Para muchas murcianas y murcianos en el exilio, el aeropuerto de San Javier es el lugar en el que aterrizamos en nuestras recurridas, o no tanto, vueltas a casa. Descender lentamente divisando tu tierra y tus mares, ya sea con la iluminación de nuestro característico sol abrasador o con las luces que alumbran nuestras callecicas y carreteras, suele ser una sensación de sumo placer acompañada de sentimientos encontrados.

Contrariedades que siente todo migrante al ir y volver a casica y sentir, por un lado, la añoranza de su tierra y, por otro, la satisfacción (o no) de haber conseguido salir adelante fuera de ella ante la falta de oportunidades en tu lugar de origen. Pero no hay que culparla, todos sabemos a quién pedirle responsabilidades de los altos índices de paro y la precariedad laboral galopante de nuestro querido roalico.