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Cuando los murcianos somos los inmigrantes

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Ha ocurrido en Menorca: una familia murciana ha dado positivo por COVID-19. No viajaban en patera ni saltaron vallas con concertinas, pero en la isla ya hablan de “los murcianos contagiados”.

La sociedad sigue demostrando una simplicidad preocupante: nos agarramos a echarle la culpa de nuestras miserias al primero que pase por nuestra puerta con una facilidad asombrosa, sin tan siquiera dejar reposar unos segundos nuestra conciencia. Preferimos, en cambio, dar rienda suelta a nuestros miedos y trasladar nuestras frustraciones sobre quien no tiene nada.

Si unas personas que huyen de la miseria, la guerra y el hambre, cuyo único abrigo es una manta dorada que les recibe para apaciguar sus temblores, nos quitan el sueño, deberíamos preguntarnos si nuestras inseguridades son fruto de nuestros propios fantasmas o de nuestro fracaso como seres humanos.

España conoce mejor que nadie las miserias de tener que emigrar a otros países. No todos llegaban a Francia, Suiza o Alemania con un contrato bajo el brazo. Estos países necesitaban mano de obra barata para desarrollar trabajos que nadie quería hacer. Eran años en los que teníamos sólo brazos y manos dispuestas a aprender a cambio de un futuro que España les negaba. ¿Les suena o recuerda algo?

Por eso es preocupante que nuestra memoria sea tan débil, tan selectiva. Parece que en este país el destino nos quisiera jugar una mala pasada por negarnos a hablar de nuestro pasado lleno de sombras y cunetas, de historias ocultas y pesadillas sangrientas, de emigrantes y exiliados.

Ahora, cuando los inmigrantes llegan sin papeles pero con COVID-19 como única recomendación, queremos no sólo que se confinen, sino que se preparen urgentemente para ser repatriados a una tierra de la que huyeron de la muerte.

No hay una varita mágica que solucione este problema, lo que sí sabemos es que la respuesta no pasa precisamente por el insulto, el desprecio y las mentiras. Nadie en el mundo estaba preparado para esta pandemia, pero si jugamos a echarnos muertos e inmigrantes a la cara, en vez solucionar un problema, estaremos creando otro más.

Espero que los menorquines no vayan a la puerta del hotel donde se encuentra esa familia murciana confinada y se pongan a gritar: “Murcianos, apestosos, iros a vuestra tierra, aquí no os queremos”.

Ha ocurrido en Menorca: una familia murciana ha dado positivo por COVID-19. No viajaban en patera ni saltaron vallas con concertinas, pero en la isla ya hablan de “los murcianos contagiados”.

La sociedad sigue demostrando una simplicidad preocupante: nos agarramos a echarle la culpa de nuestras miserias al primero que pase por nuestra puerta con una facilidad asombrosa, sin tan siquiera dejar reposar unos segundos nuestra conciencia. Preferimos, en cambio, dar rienda suelta a nuestros miedos y trasladar nuestras frustraciones sobre quien no tiene nada.