Hemos intentado calcular el tiempo que un cargo público dedica a participar en actos y ceremonias religiosas, todas católicas por supuesto. Podíamos poner como modelo a un presidente autonómico de los diecisiete que tenemos en nuestro país y dentro de dicho grupo a uno de una sola provincia, como es el caso del presidente de la Región de Murcia, que cuenta con 45 municipios. Pongamos que sólo acude al día festivo del municipio de la mitad de los que tenemos 22 ó 23, en todos ellos se empiezan las celebraciones con una misa, que en el caso de Cartagena por ejemplo se denomina Onza de Oro y, además de la misa, el alcalde o alcaldesa realiza una donación económica al representante de la jerarquía católica, el obispo de la diócesis y se realiza un desfile con todas las autoridades civiles y militares. Algo parecido ocurrirá en el resto de municipios, con la participación de la mayoría o la totalidad de concejales, algunos consejeros. Pongamos que la duración media de dichos actos es de tres horas, a las que habría que añadir el desplazamiento en coche oficial desde la residencia del presidente hasta la localidad en cuestión que, en algunos casos, rondará la hora en la ida y hay que sumar la vuelta.
Además de los actos en los días locales, un presidente que se precie como el que tenemos ahora, interviene en Semana Santa en procesiones, siete actos y desfiles que es dónde más notoria es su presencia, en otras ceremonias en Navidad y en otros días señalados del calendario católico, como son: Corpus Cristi, años jubilares de Caravaca, algún nombramiento de alcaldesa perpetua de algún municipio, algo cada vez más común en los diferentes partidos que logran el cargo de alcalde o alcaldesa, romerías de algunas localidades, además de la ciudad de Murcia que son dos al año, que me olvide de alguna celebración porque el calendario cristiano abarca todo el año, pero la cifra de horas dedicadas a las múltiples celebraciones de carácter religioso es altísima, podrían ser 50 actos al año que multiplicado por tres darían 150 horas, por ocho años serían 1.200 horas dedicadas de su tiempo como cargo público del conjunto de todos los ciudadanos.
Cada persona puede sacar sus conclusiones, incluso habrá quien considere que es poco tiempo, que podría dedicar más para que no dejara ningún asunto sin la supervisión divina como por ejemplo el agua, pedir que llueva en determinadas épocas del año y tendríamos resuelto ése problema, al menos. Pero a mí, por lo menos, se me antoja un disparate mayúsculo que nuestros cargos públicos que deben gestionar la vida de todas las personas, ya sean católicas, de otras religiones existentes o de las que no profesan ninguna religión, independientemente de los porcentajes de cada grupo, dedican tal cantidad de horas, energía y dinero público a semejantes tareas.
Desde Europa Laica -que defendemos la separación de las religiones, de todas y el Estado- consideramos que urge regular la participación de nuestros cargos públicos en actos religiosos, que nunca deberían asistir en representación del cargo que ocupen, sólo a título personal cuando su trabajo se lo permita, porque ¿de verdad es imprescindible que un cargo público dedique tantas horas a participar en actos religiosos católicos? Y porque pidiendo que llueva no se soluciona la sequía.
Hemos intentado calcular el tiempo que un cargo público dedica a participar en actos y ceremonias religiosas, todas católicas por supuesto. Podíamos poner como modelo a un presidente autonómico de los diecisiete que tenemos en nuestro país y dentro de dicho grupo a uno de una sola provincia, como es el caso del presidente de la Región de Murcia, que cuenta con 45 municipios. Pongamos que sólo acude al día festivo del municipio de la mitad de los que tenemos 22 ó 23, en todos ellos se empiezan las celebraciones con una misa, que en el caso de Cartagena por ejemplo se denomina Onza de Oro y, además de la misa, el alcalde o alcaldesa realiza una donación económica al representante de la jerarquía católica, el obispo de la diócesis y se realiza un desfile con todas las autoridades civiles y militares. Algo parecido ocurrirá en el resto de municipios, con la participación de la mayoría o la totalidad de concejales, algunos consejeros. Pongamos que la duración media de dichos actos es de tres horas, a las que habría que añadir el desplazamiento en coche oficial desde la residencia del presidente hasta la localidad en cuestión que, en algunos casos, rondará la hora en la ida y hay que sumar la vuelta.
Además de los actos en los días locales, un presidente que se precie como el que tenemos ahora, interviene en Semana Santa en procesiones, siete actos y desfiles que es dónde más notoria es su presencia, en otras ceremonias en Navidad y en otros días señalados del calendario católico, como son: Corpus Cristi, años jubilares de Caravaca, algún nombramiento de alcaldesa perpetua de algún municipio, algo cada vez más común en los diferentes partidos que logran el cargo de alcalde o alcaldesa, romerías de algunas localidades, además de la ciudad de Murcia que son dos al año, que me olvide de alguna celebración porque el calendario cristiano abarca todo el año, pero la cifra de horas dedicadas a las múltiples celebraciones de carácter religioso es altísima, podrían ser 50 actos al año que multiplicado por tres darían 150 horas, por ocho años serían 1.200 horas dedicadas de su tiempo como cargo público del conjunto de todos los ciudadanos.