Para quien no lo sepa: hay una revolución feminista en marcha. Una revolución pacífica. Una revolución que se baila, se canta, se agita en redes sociales, que marcha por las calles y que reivindica la igualdad real entre hombres y mujeres. Una revolución que bebe de las olas previas del feminismo. Una revolución que, en momentos, también se ofusca y siente rabia. Una revolución que es global y se ramifica desde el 15M, y que se ha manifestado con el #MeToo y, sobre todo, con la histórica celebración del último 8M.
Las mujeres nos hemos cansado de ser ciudadanas de segunda. Lo queremos absolutamente todo (deberes y derechos) y lo queremos ahora. Y lo estamos diciendo de todas las maneras posibles una y otra vez.
Esto, sobre todo, se lo aclaro a los Javier Marías que todavía no se dan por enterados. Porque está bien defender las voces discordantes, está bien no confundir conceptos, está bien matizar, está bien señalar los linchamientos virtuales, pero lo que no está bien es no reconocer la revolución en marcha. Me da la sensación de que si apreciaran este contexto escribirían los mismos artículos con otro tono. O puede ser que no porque, al fin y al cabo, no tiene que ser fácil perder privilegios: en casa, en el bar, en los Sanfermines, en las redes, en los artículos de opinión, en el curro, en el arte, en la familia, en la discoteca, en clase, en la Sala de lo Penal.
Ante esta revolución, el hombre puede aguzar el oído y apreciar lo que estamos diciendo, pararse a pensar, ceder espacio, asumir responsibilidades y tratar de deconstruir una masculinidad machista o puede ponerse como gato panza arriba y acusarnos una y otra vez de feminazis tiranas, histéricas radicales y censoras.
Por cierto, el propio John Stuart Mill, citado en el enésimo artículo de Marías contra las feministas de este domingo, además de `Sobre la libertad´ escribió junto con su mujer Harriet Taylor Mill en 1869 `El sometimiento de la mujer´ en el que se puede leer: “El principio regulador de las actuales relaciones entre los dos sexos –la subordinación legal del uno al otro- es intrínsecamente erróneo y ahora constituye uno de los obstáculos más importantes para el progreso humano; y debiera ser sustituido por un principio de perfecta igualdad que no admitiera poder ni privilegio para unos ni incapacidad para otros” (las cursivas son mías).
Porque las mujeres con acceso a una red social tienen la misma `libertad´ de opinar por escrito que un autor en las páginas de un diario, aunque parece ser que a Marías le gustamos más calladas, como si estuviéramos ausentes. Porque sin necesidad de leer sentencias sabemos que las mujeres ahora, a diferencia de hace unas décadas, festejamos mucho, lo mismo que los hombres, y queremos sentirnos seguras en ese ambiente festivo que hace que una violación sea más sofisticada. De este modo, `Chicles´ habrá los mismos de siempre, pero `Manadas´ habrá más. Porque si Mikel Izal se toma una confianza que no merece por redes sociales acosador no es, pero machista sí lo parece. Y así seguiremos poniendo temas sobre la mesa. Sin censurar a nadie, oye, y menos que a nadie a nosotras mismas. Necesitamos diversidad de opiniones, cuestionarlo todo, pero que nadie nos mande callar.
Por último, quiero contar también aquí que las periodistas murcianas nos hemos sumado a esta corriente. Acabamos de fundar la Plataforma de Mujeres Periodistas Feministas Colombine de la Región de Murcia. En la primera asamblea estuvimos valorando si llamarnos o no feministas y finalmente decidimos usar el término para ayudar a despojarlo de connotaciones negativas. La RAE (¡la RAE!) dice: Del fr. féminisme, y este del lat. femÄna 'mujer' y el fr. -isme '-ismo'.
- m.Principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre.
- m.Movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo.
El momento más emotivo de la creación de esta plataforma se produjo en la segunda asamblea cuando vimos un vídeo que nos habían mandado nuestras compañeras de Castilla y León. El vídeo es muy sencillo, nos presentan su asociación y luego una serie de mujeres desconocidas que se han grabado a sí mismas con el móvil nos van diciendo: “Bienvenidas”. Y así lo repito ahora a quienes me estén leyendo: “Bienvenidas”. Y añado: “Bienvenidos”. La revolución está en marcha.