Queridos y queridas lectoras, he pasado un tiempo sin poder escribir por aquí y tenía muchas ganas de volver, además con un tema que me llama mucho la atención: la vivienda.
Las noticias sobre la subida de los precios de la vivienda y alquiler son la crónica de un futuro insostenible anunciado. Cada vez que las leo pienso en que vivir en España ya es parecido a vivir en Nueva York, pero sin lo romántico del sueño americano y sin lo estiloso de estar en la ciudad que nunca duerme.
Parece una reflexión ridícula, pero la posibilidad de comprar una primera vivienda ya es un lujo de alta categoría en las principales ciudades de nuestro país: pisos bastante modestos respecto a calidad de vida y metros cuadrados por 700.000€. Los habitantes de esas ciudades no se pueden permitir más que un alquiler compartido si se quieren emancipar. Esto es lo que vemos en la famosa serie Friends, donde un grupo de jóvenes se inserta en un mercado laboral hostil y comparten piso porque no hay otra. Nadie habla de por qué comparten piso; es la romántica sombra de la amistad la que sostiene el escenario de una ciudad que en los años 90 estaba como hoy están grandes ciudades de España con el acceso a la vivienda.
Vivir en común para sobrevivir es parte del sueño americano; vivir en una tienda de campaña en la zona peligrosa de la ciudad es parte del sueño americano; vivir en caravana también lo es. Todos saldrán adelante con un golpe de suerte, un jefe que de repente les valore, una oportunidad de triunfar, mientras la parte rica de la ciudad gasta 500 euros en un corte de pelo básico y todos sueñan, como mínimo, con ser el peluquero.
El precio medio de alquiler en Nueva York es de 5.000 dólares y no precisamente de un lugar maravilloso y espacioso. En España varía mucho según la ciudad, pero en Murcia ya tenemos precios inaccesibles para una familia de dos o tres personas. Ahí es donde quiero establecer las similitudes: más del 60% del salario se destina al alquiler o hipoteca y el coste de vida solo sube, igual que sucede en el mercado más liberal del mundo. Al menos, el mercado más liberal del mundo ha implementado regulación de los precios de alquiler con la Ley de Estabilidad de Vivienda y Protección a Inquilinos de 2019, que impuso límites a los aumentos de alquiler y protección contra desalojos injustificados.
Las últimas medidas anunciadas por el Gobierno español son una risa y mucho menos efectivas que las neoyorquinas.
Creo que lo bueno de España es que, afortunadamente, no tenemos ese sueño americano y la sociedad no está por romantizar esa precariedad, al menos de primeras. Aquí la gente se queja más que allí, y yo me alegro. Somos capaces de ver que no es necesario que haya 8,5 millones de habitantes en una ciudad para que se justifique el problema de la vivienda. En Murcia ya se está expulsando a personas de sus barrios de toda la vida a las afueras, al extranjero, a la huerta o a la zona de caravanas de los centros comerciales porque no pueden pagar una vivienda o han sido desahuciados. Y Murcia no es una ciudad grande, pero las desigualdades empiezan a sonar con fuerza.
Una persona con tres viviendas ya puede ganar 6.000 euros mensuales (tirando por lo bajo) sin tener que trabajar, pero las personas que viven en esas casas alquiladas tienen que pagar 800 euros (siendo optimista) de su sueldo de 1.300€ para poder tener un techo. ¿Esto os parece justo? Luego tenemos al Gobierno llenándose la boca con subidas de salario mínimo irrisorias y sin regular el pago del permiso de ocho semanas que la Unión Europea ha ordenado que sea retribuido. Nada es coherente, sobre todo porque nosotros no tenemos ese sueño americano que hace de hilo conductor a las desigualdades y las oportunidades.
Nuestra Constitución dice lo del derecho a la vivienda, y no es informativo como dicen muchos. El Estado tiene la obligación de establecer un marco normativo que asegure un acceso a la vivienda lo más igualitario posible, y creo que esto es totalmente compatible con respetar la propiedad privada. Tenemos que saber dónde vivimos, el sistema que tenemos y sus limitaciones.
Lo que también tenemos que entender es que caminamos hacia ese modelo de grandes desigualdades a pasos agigantados, que la vivienda empieza a ser un lujo y pronto una caravana será la única opción para muchas personas. De hecho, ya estamos ahí, solo que nos cuesta verlo. Por eso, creo que mucha gente prefiere la romantización del esfuerzo y los sueños porque cuesta mucho enfrentarse a la crudeza de la injusticia y sentir que no se puede hacer nada. Algo podremos hacer, ¿no? Por lo menos, quejarnos y opinar.
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