Análisis

La estrategia de caracol del PP se enfrenta a un baño de realidad: la verdad de la deuda y la supresión de aforamientos en la Región

27 de octubre de 2020 10:13 h

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Los que seguimos los debates en de la Asamblea Regional por obligación laboral, analistas y periodistas, sabemos que nunca han sido muy edificantes. La norma viene siendo que la oposición pregunta todo y el Ejecutivo responde lo que, dentro de la cuestión, le da la gana. Se trata de un pobre ejercicio de parlamentarismo que se agrava aún más cuando el turno de intervención de los partidos que sustentan al Gobierno regional se utiliza, casi en exclusiva, para hacer oposición al gobierno central, tipo copia a lo que se hace en la Asamblea de Madrid.

Hace tiempo que los estrategas del PP decidieron que la actividad política de la Región de Murcia estuviera anestesiada en los ritmos eternos de la tramitación legislativa. Informes, comisiones de estudio, rondas de contacto con la “sociedad”, y anunciándolo todo, estilo Ballesta, con foto y rueda de prensa incluida. Podemos pensar que una Comunidad Autónoma con estatuto de autonomía de tercera división y con ingresos que proceden casi en tres cuartas partes de las transferencias del Estado no puede tener una vida política ágil con altos niveles de dinamismo. Bien, pues esto es precisamente lo que quieren que pensemos, que no hay más y que no se puede hacer más.

Pero estamos hablando de política. Y en este campo siempre se puede hacer más, mejor o peor, pero siempre más si se tiene voluntad. Ésta y no otra es la principal carencia de la derecha regional que ahora quiere capitanear Ana Martínez Vidal a la sombra de Fernando López Miras. La voluntad política de la que ya adolecía el Ejecutivo autonómico se vio derrumbada en los primeros compases de la pandemia cuando la mayoría de los miembros del Consejo de Gobierno y los diputados que lo mantienen se abonaron al lenguaje tosco y frentista que tantas veces hemos visto quienes asistimos a las sesiones de control. “Sus socios de la ETA” y de ahí para arriba, son las expresiones que se gastan para contestar a las cuestiones planteadas por la izquierda. Desconocemos cuántas veces, probablemente ninguna, el presidente de la Cámara, Alberto Castillo, se ha dirigido a los portavoces para aleccionarles acerca de que ETA ya desapareció y que no utilizan un lenguaje constructivo.

Es como si se hubieran dejado vencer por la desidia y el enfado que inundan la sociedad española, acuciada por la falta de trabajo, el aumento de los precios y las restricciones de movimiento. Si bien debiéramos tener unos líderes que infundan confianza y esperanza, lo cierto es que los gestores de la autonomía murciana están tan enfadados y desgastados como el resto de la ciudadanía. Como si ya no sirvieran para su empleo.

La pandemia ha traído para todos baños de realidad, también para el Gobierno de las tres derechas en la Región. Hace sólo unos días conocíamos otro informe que desmiente la posición de que la deuda pública se debe a la infrafinanciación y que de los diez mil millones que debemos, son unos dos mil quinientos los que proceden de ese agujero. Algo parecido a lo que denunció Isabel Franco en la sesión de investidura (pueden buscarlo, está en el archivo de la web de la Asamblea Regional) cuando denunciaba la barra libre del PP. Este informe sigue la estela, no sólo de las evidencias de gasto superfluo que hemos padecido con ejemplos tan sangrantes como la depuradora de Escombreras y el aeropuerto de Corvera, sino de otros ya emitidos por el Consejo Económico Social.

A este sopapo contable hay que sumarle otro poético. En la sesión plenaria del Congreso de los Diputados de esta misma semana se vota, como último punto del orden del día, el destierro de los aforamientos de nuestro estatuto de autonomía. Sí, el último punto del orden del día. Después de ese momento son imputables en la justicia ordinaria presidente, consejeros y diputados. Y es probable que algunas investigaciones en marcha ya no tengan que retrasarse más por la condición protegida de sus señorías. Otro baño de realidad, éste procedente de la voluntad política, de la que existía cuando dejaron trabajar en paz al mejor cuadro de portavoces que hemos tenido en décadas: Joaquín López (PSOE), Miguel Sánchez (Ciudadanos), Óscar Urralburu (Podemos) y Víctor Martínez (PP).

Para que se alineen los planetas y tengamos de nuevo gestores con voluntad política de sacar trabajo adelante que sirva para algo tendremos que esperar al próximo ciclo electoral, en el actual está todo perdido. O no todo, esta semana Ballesta reinauguró un huerto urbano ya utilizado por los propios vecinos.