En un mundo donde las mujeres luchan por el reconocimiento de sus talentos artísticos, la periodista y poeta de la pedanía de Dolores de Pacheco que vive en Nueva York Ana Vidal Egea les proporciona voz a través de sus escritos. Como prueba de ello, la Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer de la Universidad de Málaga le ha concedido el prestigioso Premio Carmen de Burgos que reconoce la labor de divulgación feminista en el periodismo por su artículo “El reconocimento tardío, ¿de qué sirve?”.
¿Qué supone para ti ganar el Premio Carmen de Burgos de divulgación feminista?
Siempre es motivo de celebración que reconozcan mi trabajo. A lo largo de mi vida he recibido varios premios de poesía y narrativa, pero este es mi primer premio como periodista y lo recibo como un gran honor, con mucha ilusión y agradecimiento. El Premio Carmen de Burgos de divulgación feminista que organiza la Asociación de Estudios Históricos sobre la Mujer y el Instituto Universitario de Investigación de Género e Igualdad de la Universidad de Málaga (IGIUMA) es además muy importante porque da visibilidad y continuidad al legado de Colombine, la primera periodista profesional española, la que nos abrió el camino a tantas mujeres en muchos aspectos. A casi un siglo de su muerte aún hay mucho por hacer para conseguir que las mujeres recibamos el respeto que merecemos en sociedad.
En tu artículo expones que, en muchos casos, no se habla de las obras realizadas por mujeres y que si son reconocidas es a posteriori. ¿Crees que existe una relación entre dar el reconocimiento a las mujeres y 'tener la muerte acechando'?
En mi artículo, “El reconocimento tardío, ¿de qué sirve?” ahondo en la discriminación que sufren las mujeres en el canon artístico. Muchas grandes artistas con décadas de trayectoria y un trabajo artístico muy significativo son ninguneadas la mayor parte de sus vidas. Muchas reciben cierto reconocimiento a título póstumo o al final de su carrera, como es el caso de Faith Ringgold que recibió su primera retrospectiva en Chicago a los 93 años de edad, cuando ya ni siquiera podía desplazarse a la inauguración de la exposición en su honor. Hay otros casos clamorosos, como el de Cecilia Vicuña, Maruja Mallo o Carmen Herrera. En cualquier caso, estas menciones tampoco sirven de mucho. Lo que importa es que pasen a estar incluidas en el canon artístico. Que su trabajo aparezca en los libros y manuales de historia del arte. Que su obra forme parte de las colecciones de los mayores museos del mundo.
¿Qué buscabas transmitir con él? ¿Cuál era el propósito?
El artículo es una llamada a la acción a la dirección de todas las galerías y museos, para que inviertan los recursos necesarios en conseguir una representación igualitaria de hombres y mujeres artistas en las instituciones, siguiendo los pasos del Museo de Arte Contemporáneo de Chicago con el compromiso que ha mostrado su directora, Madeleine Grynsztejnn. No se trata solo de que los comisarios de las exposiciones a partir de ahora tengan también presente el trabajo de las mujeres artistas o traten de rescatar a las que no han tenido el debido reconocimiento, sino también de reajustar las colecciones permanentes (que cuentan solo con una media de un 11% de obras hechas por mujeres). Hay que devolverle a las mujeres artistas el lugar del que la sociedad les ha privado durante tanto tiempo, el lugar que se han ganado y que merecen.
¿Qué mensaje esperas que los lectores se lleven de tu artículo premiado?
Ojalá muchas personas lean el artículo y reflexionen acerca de la realidad del arte contemporáneo. Es realmente impactante ver cómo a lo largo de la historia la sociedad ha legitimado las creaciones artísticas de los hombres (especialmente de los hombres blancos) como si sus obras fueran las únicas merecedoras de ser recordadas. Se trata de un sistema que ha jerarquizado al ser humano durante siglos y que debe cambiar cuanto antes.
Eres un referente en la profesión y para futuras periodistas, ¿hay algún consejo que te hubiera gustado conocer cuándo empezaste? ¿Y cuál darías tú ahora?
Creo que no hay que tener prisa por integrar el sistema, antes hay que formarse mucho para poder entender qué podemos ofrecer, qué hace única nuestra voz y cómo queremos contribuir en la sociedad. No todo vale. Mi consejo es ser selectivo, no tener prisa. Por otra parte, el periodismo que me ha atraído siempre no es el que simplemente informa, sino también el que propicia la reflexión, el que apunta hacia algo, el que denuncia. Mis artículos en El País siempre buscan generar una reacción en los lectores, que se pregunten cuál es su opinión y qué pueden hacer al respecto.
Combinas periodismo y poesía. Y el ser escritora y doula del final de la vida. ¿Cómo lo unes todo? ¿Se complementan estas profesiones?
Todo está bien enlazado y forma parte de un núcleo muy sólido: soy poeta. Todo lo hago desde esa mirada, fijándome en detalles que pueden pasar desapercibidos para muchos y que pueden ser tanto el germen del dolor como de la belleza. Eso se refleja en todo lo que escribo; en los artículos, entrevistas y perfiles periodísticos, en las novelas, en los libros de poesía, o en mi ensayo 'Cómo acompañar a morir. Una guía práctica para cuidadores y doulas del final de la vida'. La versatilidad me da la oportunidad de que las distintas áreas en las que escribo no solo se complementen unas a otras, sino que además se enriquezcan y alcancen otra profundidad. Trato de propiciar la reflexión más existencial con cada pieza que escribo y cada texto refleja un trocito de mi alma. Ese es mi compromiso con la escritura.