El Ayuntamiento de Murcia se resiste desde hace tres años a quitarle su calle al último inquisidor de España

S.C.

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Murcia Laica ha mostrado su apoyo a Cullera Laica, asociación que intenta “acabar con reminiscencias antidemocráticas y dictatoriales de otra época”, y que fueron los primeros en denunciar la existencia de una calle en Murcia con el nombre del inquisidor Arzobispos Simón López, que se encargó de llevar a la horca en el mercado de Valencia al librepensador Cayetano Ripoll en Julio de 1826, siendo la última víctima de la inquisición en nuestro país.

Cullera Laica se dirigió al Ayuntamiento de Murcia pidiendo se cambiara el nombre de la calle en el año 2016. Al no obtener respuesta se dirigió al defensor del pueblo, e incluso el partido Cambiemos Murcia en lo llevó a un pleno municipal en septiembre de 2018. En ese momento, la respuesta fue que está “siendo objeto de debate en el seno de la Comisión Consultiva para la denominación de calles de Murcia y pedanías”.

Ahora en enero de 2020, transcurridos más de tres años desde la petición inicial, Cullera Laica ha vuelto a pedir a la corporación que se acabe “con ésta anomalía democrática”. “No se puede rendir homenaje en la actualidad, a un personaje de una época dónde se imponían las ideas por la fuerza e incluso se llegaba a matar”.

El Arzobispo Simón López (1744-1831), es el último inquisidor de la historia. Anteriormente, esta calle se denominaba Bodegones. Tal y como describe una placa instalada, el origen del antiguo nombre se debe a que en ella existían varios establecimientos de comidas muy populares, y era el pueblo quien nombraba las calles muchas veces en base a los gremios que se establecían en ellas, como Jabonerías, Trapería o Platería.

En 1914, por empeño del párroco de Santa Catalina, se le cambió el nombre tradicional por el de Arzobispo Simón López, generando cierta polémica.

El último inquisidor

Nacido en 1744 en Nerpio (Albacete), el Arzobispo Simón López se reveló antiliberal y cerril en la defensa de los derechos de la Iglesia. Se negó a acatar la Constitución de 1812, y rechazó el decreto del 12 de abril de 1820 que mandaba explicar la Constitución en las iglesias, siendo desterrado de la península, y volviendo unos años más tarde.

Reprimió con mano de hierro los excesos y contestaciones y cualquier brote de heterodoxia que pudiera haber. En 1824 creó la Junta de Fe, que sustituía a la extinguida Inquisición y que ejecutó en la horca bajo su presidencia, en Valencia, al librepensador de Ruzafa Cayetano Ripoll, considerada última víctima mortal de esta institución eclesiástica, por no quitarse el sombrero ante el Viático.

La Asociación Valenciana de Ateos y librepensadores (AVALL) editó un vídeo-documental que narra las relación de Cayetano Ripoll con la iglesia valenciana, que terminaría por ejecutarlo bajo el mandato del Arzobispo Simón López.