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Diez días de anoxia en el Mar Menor: “No puedes bañarte del olor a putrefacción de los peces muertos”

Elisa M. Almagro

24 de agosto de 2021 22:01 h

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Ante la falta de oxígeno, el Mar Menor continúa expulsando peces muertos en sus costas. Han pasado diez días desde que comenzara esta sangría que, de acuerdo con la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE), continuará durante las próximas jornadas, ya que aún no ha cesado el vertido de agua con nutrientes procedente de los cultivos agrícolas del Campo de Cartagena.

Apilados en cubetas dispuestas en fila se secan los últimos ejemplares recogidos por la mañana. Pese a estar en un considerable estado de descomposición, el hedor más punzante no proviene de ellos, sino de las aguas que les vieron nacer. El agua está enfangada, los pies se hunden en una arena que se ha convertido en cieno.

“Fuimos a ver el mar cuando todavía no había venido ningún medio de comunicación y había millones de peces muertos. Era abismal, cuando vino la tele ya habían quitado lo gordo, pero era un disparate. Este mar es el tesoro de la Región. De un día para otro no puedes bañarte del olor a putrefacción de los peces muertos”, lamenta una vecina de La Manga del Mar Menor.

En los alrededores de la gola de Marchamalo –un canal que conecta el Mar Menor con el Mediterráneo– la consejería de Agua, Agricultura, Ganadería, Pesca y Medio Ambiente ha desplegado un dispositivo que, en palabras del jefe del ejecutivo, Fernando López Miras, está listo para que el Gobierno central dé luz verde a su dragado: “Aquí se está dando la sensación de que la gola es la solución del problema del Mar Menor. La gola siempre ha tenido el calado muy pequeño, la capacidad de intercambio en el Mar Menor ahí es muy baja”, subrayan desde Ecologistas en Acción.

“Hay que pensar que el Mar Menor, incluso entrando agua dulce por la rambla del Albujón, es mucho más salino que el Mar Mediterráneo. La entrada de agua del Mediterráneo dulcificaría más el agua del Mar Menor y probablemente sería todavía peor. Esto es una forma de confundir a la opinión pública”, inciden desde la asociación. La Comunidad ha difundido un vídeo en el que, aseguran, “se aprecia la bolsa anóxica intentando salir al Mediterráneo” a través de la gola de Marchamalo.

“No podemos confirmar que se trate de una salida del agua del Mar Menor. Eso es una interpretación del Gobierno regional. Aunque fuera verdad, el Mar Menor es una albufera totalmente natural en la que ha habido intercambio de aguas en las golas siempre”, aclaran desde la asociación. Sobre la superficie de la gola se aprecian multitud de balsas de agua como la que se veen el vídeo difundido por el Gobierno central: manchas verdosas, turbias, que se niegan a mezclarse con el resto de aguas azuladas como si se tratase de aceite.

“David contra Goliat”

Los bañistas y vecinos de la zona denuncian sentirse “indignados” ante esta situación: “Hay una pasividad total. David contra Goliat. Estos son talibanes del medioambiente: atentan contra el medioambiente y el futuro de nuestros hijos”.

“Se cruzan sentimientos de frustración, impotencia, rabia, tristeza y pérdida de confianza cada día que pasa en que esto pueda mejorar. El Gobierno regional tiene una estrategia para que el problema parezca puntual, pero el Mar Menor sigue pudriéndose. Es un gran problema medioambiental. Es triste ver cómo la inacción consolida la degradación de este enclave único”, observa una visitante de la gola de Marchamalo. “Cuando pasó la vuelta ciclista intentaron quitarnos de en medio para que no se nos viera con las pancartas. Dejaron un mensaje de SOS Mar Menor escrito en el suelo y lo limpiaron a primera hora”, denuncia una mujer que acudió a las protestas que tuvieron lugar alrededor de La Vuelta Ciclista.

Los residentes de la zona son plenamente conscientes de que esto no es un episodio puntual. Han sido testigos de cómo con cada grito de auxilio del Mar Menor se han ido vaciando sus playas, también sus comercios: “Estamos hundiendo el turismo y la hostelería. Me da tristeza, no sé si habría alguna solución por parte de las grandes empresas. No sé si podrían poner de su parte para que no tiraran tantos residuos”, se pregunta un quiosquero de la zona, cuyo punto de venta se encuentra totalmente vacío pese a ser hora punta. El resto de locales, refugiados bajo los grandes bloques de pisos de estética sesentera, también permanecen poco concurridos. “Llevamos años que no levantamos cabeza”, denuncia otro hostelero. “Cuando no fue la sopa verde, la DANA, la COVID y ahora esto”.