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“En las casas donde trabajo, ellas luchan por sus cosas, pero no por nosotras”

Paola (nombre cambiado) llegó a España desde Colombia justo el 8 de marzo hace once años. Ahora tiene 46, limpia cuatro casas, una clínica de fisioterapia y cuida de niños. También se ha hecho cargo de ancianos. El servicio doméstico y de cuidado está claramente feminizado -las mujeres ocupan el 95% del sector y en muchas ocasiones son migrantes-. Es lo que se conoce como cadenas globales de cuidado.

A Paola le ha “costado muchos llantos” llegar a establecerse como limpiadora en Murcia. En su país trabajó muchos años en el sector bancario. Entre otros motivos vino a España para librarse de la violencia de género que sufrió de manos de su exmarido.

¿Cuándo llegaste a España?

Trabajaba en una cooperativa financiera en Colombia, pero mi situación económica no era la mejor, así que me dije voy a probar. Pensé: si consigo trabajo, me quedo y lo conseguí limpiando. Me compensaba porque al cambio de euros a pesos colombianos el dinero se triplica.

Aparte, por otra serie de circunstancias quería liberarme de cosas que tenía en Colombia. Allí está mi hija que va a cumplir 30 años y toda mi familia. Allí he sufrido violencia de género. Además, su padre ha sido un irresponsable toda su vida y mi hija estaba en una de las mejores universidades en Colombia y para mí era muy costoso pagarle los estudios y la manutención. Vendí mi casa, vendí todo. Mi exmarido no le pasaba nada, pero ni estando casados prácticamente lo hacía.

¿Cuáles son tus condiciones laborales?

En un día puedo trabajar alrededor de 13 horas. El día que menos horas trabajo pueden ser 9 ó 10 horas. Estoy dada de alta en dos sitios y en los que no estoy dada de alta me pagan 10 € la hora. Malpagada no estoy porque he trabajado por 3 € la hora. Me llegaron a pagar 2 € la hora limpiando y me decían que me daban la comida, pero no alcanzaba a comer porque no tenía tiempo.

¿Te puedes permitir hacer huelga de cuidados el 8M?

Sé que mis empleadoras no lo entenderían. Fuera de eso, tengo un sentido de la responsabilidad supremamente grande y sé que en las casas donde voy hay niños y soy la que hago de comer. Esos niños van al colegio. Y ella va a trabajar y él va a trabajar y eso quedaría como en el limbo.

¿Te parece necesario luchar para que no solo la mujer se ocupe de las tareas del hogar y de los cuidados?

Luchamos porque no seamos sólo las mujeres las que cuidamos, pero muchas veces somos las mismas mujeres las que explotamos a las mujeres. En las casas donde yo trabajo, ellas luchan por sus cosas, pero no por nosotras. Y soy una mujer y estoy contratada por una mujer. Ella debería entender mi situación también, pero no es así. Tengo muchas amigas que les pagan una miseria y son las mismas mujeres.

Sé que mi trabajo es limpiar, pero muchas veces me delegan mucho más de lo que soy capaz de hacer. Si esa persona es consciente del trabajo que es una casa, sabe que el trabajo que queda ahí es imposible de hacer en ese tiempo. Muchas veces trabajo más horas por eso, no porque me las paguen y lo saben. Llegar a donde he llegado me ha costado mucho llanto y mire que es limpiar, ¿qué tal si fuera otra cosa? Y entonces salen a reclamar en una huelga, pero entonces nosotras no somos mujeres ¿o qué somos nosotras?

También he cuidado ancianos y los hijos se los entregan a uno como si ya no necesitan el cuidado de ellos. Y por lo general es la mujer la que le dice usted de cuidarles y asume que me tengo que hacer cargo de sus padres. Pero es que son sus padres. Hay cosas como cuidadora que no puedo hacer, como el afecto u otras cosas que a mí no me corresponden.

¿Percibes el racismo entonces en tu vida cotidiana?

Es que en el autobús lo dicen delante de usted y siempre nos tratan de sucias. La señora con la que yo trabajo por la mañana me dijo que sus amigas le dijeron que por qué había contratado una extranjera con cómo éramos de sucias y sinvergüenzas, por no decir la palabra puta. Que llevara mucho cuidado en dejar al marido solo conmigo. Y ella les respondió que había buscado muchas españolas, pero que todas le colocaban un pero: que si había muchos niños, que si estaba muy lejos, que no daba de alta. La única que no puso problemas era yo.

¿Qué aspecto te resulta más duro de tu vida acá?

Cuando he estado buscando trabajo me preguntaban si sabía leer o escribir y eso me duele mucho porque uno simplemente cuando habla con una persona se da cuenta de si sabe aunque sea leer. Siempre creen que si uno viene de por allá viene tirando flechas con un taparrabos. Y del país de donde vengo todavía peor porque creen que me la paso tomando cocaína. La gente piensa que hay un guerrillero apostado en la puerta de casa y usted luego saca la mano por la ventana y coge la piña.

A mí no me gusta salir a comprar. Cuando voy a comprar a los almacenes voy con alguna amiga española porque me tratan mejor. La tratan a una como si su dinero no fuera el mismo que el de una española.