Un alcalde y empresario planteó que se llamara Región Frutalense por ser la huerta de Europa, entre otras propuestas, pero finalmente la comunidad recibió el nombre de Región de Murcia, tal y como se recogió en el Estatuto de Autonomía aprobado el 9 de junio de hace 39 años. Si entonces se debatió la posible unión con Albacete, que había pertenecido al Reino de Murcia, la comunidad permaneció uniprovincial, tal y como lo había sido el Consejo Regional de Murcia, la institución preautonómica creada en 1978. “A pesar de ser una comunidad pequeña, somos muy heterogéneos: no tiene nada que ver el Altiplano con el Noroeste o la costa del Mar Menor. Si algo nos ha unido en los últimos tiempos ha sido un 'nacionalismo hídrico', pero que no deja de ser un sentimiento negativo”, señala el profesor de Sociología en la Universidad de Murcia (UMU) Juan José García Escribano. “La murcianía es muy difícil de definir, aunque desde fuera nos vean últimamente como el Lepe del siglo XXI”, añade el codirector del Centro de Estudios Murcianos de Opinión Pública (CEMOP).
“Desde luego no somos Sillicon Valley, pero también es cierto que estamos en una esquina del Sureste de España y que somos bastante desconocidos”, cree García Escribano, quien también recuerda el “elemento estructural” de aporofobia (rechazo al pobre) de las regiones del norte frente a las del sur. “Ahora tenemos un nuevo elemento diferenciador al ser la única comunidad donde ganó Vox” en las pasadas elecciones generales de noviembre de 2019, recuerda.
Ese 'nacionalismo hídrico', resumido en el lema de 'Agua para todos' que enarboló el PP del expresidente popular murciano Ramón Luis Valcárcel, es visto por el historiador Gregorio Sabater como un “antirregionalismo enmascarado que le ha dado alas a Vox”. “La derecha se ha apropiado de un regionalismo que no comparte y que es, en realidad, un discurso victimista e instrumental”, apunta el profesor de Historia de la Universidad de Sevilla. Sabater hace un paralelismo con la reciente polémica creada por el Gobierno regional a raíz del rechazo por parte del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana de llamar al nuevo aeropuerto de Murcia Juan de la Cierva al considerar la vinculación del inventor del autogiro con el golpe de Estado de julio de 1936. “No hay ni un museo del inventor y tenemos un monumento arrinconado en Murcia y ahora nos rasgamos las vestiduras con el nombre del aeropuerto”, señala.
Los datos lo corroboran. El barómetro de otoño del CEMOP de 2018 recogió que la mayoría de los murcianos se identificaba muy especialmente con España, a continuación con el municipio donde residía, y la identificación con la Región estaba en tercer lugar, sólo por delante de Europa. “La identidad del murciano es múltiple”, apunta García Escribano: tres de cada cuatro murcianos afirmaron en la encuesta sentirse “tan españoles como murcianos” y, en muy pocos casos, mostraron identidades excluyentes: “únicamente españoles” o “únicamente murcianos”.
Además, muy mayoritariamente el murciano se manifestó “orgulloso de serlo”, a diferencia de los años ochenta donde los estudios apuntaban un sentimiento de “identitario de vergüenza” relacionado con la “pobreza”. “Los rasgos positivos con los que nos identificamos ahora es que somos buena gente, simpáticos, acogedores y el defecto que señalamos es cómo hablamos”, subraya el sociólogo.
“Vocalice un poco más”
“Vocalice un poco más”. Con esta frase se colaba el pasado septiembre el acento murciano en el Congreso de los Diputados. La pronunciaba el exvicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias refiriéndose al secretario general del PP, el murciano Teodoro García Egea, nacido en Cieza. “Creo que se nos entiende regular cuando hablamos con la mascarilla puesta. Si no le importaría vocalizar un poco más en su siguiente intervención... porque me ha costado entender algunas cosas”. Así comenzaba Iglesias la respuesta a una pregunta de Egea sobre la gestión de la pandemia. Murcia, su acento, sus tradiciones o sus gentes, han sido y siguen siendo motivo de mofa y de chiste en el resto de España. “Somos como el Lepe de los años 80”, coincide la cómica murciana Raquel Sastre.
Sastre reflexiona que esta imagen de Murcia viene de lejos, “de la época de los chanantes haciendo chistes sobre el lema de ¡Murcia, qué hermosa eres!, y que no ayudaban nada”. Pero “por una parte están los chistes y, por otra, la realidad”. Raquel saca a colación una encuesta que se publicó recientemente en prensa y que apuntaba a los que murcianos son los más analfabetos de España. “Y aunque me gustaría saber en base a qué se hizo esa muestra, incluso siendo los más analfabetos, lo que no tenemos en Murcia son niños que se mueren por antivacunas, ni ganaderos con estudios universitarios que toman leche cruda, ni una gran población volcada en la bioneuroemoción o historias de éstas, que, por ejemplo, en Cataluña (que son los más listos) no paran de hacer”. E insiste: “Seremos los más tontos de España, pero al final los más listos son los que hacen las gilipolleces; igual estudian demasiado”.
El también humorista murciano Miguel Maldonado, que cuenta con una sección en el programa 'Late motiv' de Andreu Buenafuente, considera que en “España siempre se ha trabajado mucho el ‘humor regional’. Durante un tiempo nos ha tocado a nosotros, pero tampoco hay que tomárselo a la tremenda”. “Lo mejor de todo esto creo que ha sido la capacidad que hemos demostrado de reírnos de nosotros mismos porque, salvo alguna excepción, siempre hemos encajado bien las bromas”, señala Maldonado.
“Hay un componente diferente: los chistes sobre Lepe giraban en torno a la, por ser suaves, supuesta escasa capacidad intelectual de los leperos, y los de Murcia lo hacen más en torno al concepto ’son brutos y hablan mal, pero igual te calzan una hostia’”, puntualiza el humorista.
“Juego y performance”
El bioquímico murciano Daniel Torregrosa es una de las voces más autorizadas en materia de divulgación científica de todo el territorio nacional. Autor de 'Del mito al laboratorio' y '101 obras esenciales de divulgación', reconoce que el “estereotipo murciano es obvio y real, existe, pero no es menos cierto que en cuanto salgo de Murcia constato en mi esfera que somos reconocidos por nuestro nivel de divulgación científica”. Y cita, por ejemplo, a José Manuel López Nicolás, primer vicerrector de Divulgación Científica de la Universidad de Murcia, que el pasado 17 de mayo inauguró con su discurso inicial ante los reyes la ceremonia de los Premios Nacionales de Investigación 2020 en el Palacio del Pardo.
“Somos punta de lanza en divulgación y transferencia del conocimiento; estamos en el centro del mapa, lo que cobra más importancia si cabe si tenemos en cuenta que somos una comunidad tan pequeña”. Y cita al reconocido matemático Santi García Cremades, presentador del programa Raíz de 5 de Radio Nacional de España; la labor del Instituto de Biología Vegetal de la Región, la del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB) o la del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (CEBAS).
En cuanto a los prejuicios respecto a la Región, Daniel Torregrosa asegura que “el chascarrillo no me sienta mal, es una Región que da juego y son bromas”. Coincide con esa visión de “juego y performance de la que participamos los murcianos” el escritor Miguel Ángel Hernández, autor de 'El dolor de los demás' (Anagrama), una novela donde “la huerta es un personaje más”. “Ni la romantizo ni la demonizo”, apunta el narrador, “al fin y al cabo la gente vive en un sitio y le pasan cosas en ese sitio”. “No me siento especialmente murciano como hecho diferencial, pero tampoco me siento menos que una persona de Madrid o Berlín”, aunque admite que cada vez cobra más fuerza “la importancia estratégica de un discurso identitario fuerte”.
El 'Transmiseriano', de Murcia a Barcelona
El prejuicio antimurciano, no obstante, no se ha construido de un día para otro y se puede localizar en la época del 'Transmiseriano' –en los años 20 del siglo pasado–. Así se apodó de forma despectiva al autobús que desde el municipio de Lorca y la zona del Malecón en la capital murciana transportaba a cientos de murcianos hasta Barcelona para buscarse la vida. “No era una línea regular, la organizaban las mafias como ahora las pateras, y cobraban a los pasajeros alrededor de 200 pesetas para ir al nuevo mundo; Barcelona era una ciudad muy europea, con mucha industria”, explica a elDiario.es el senador de Ciudadanos Miguel Sánchez, que el próximo 17 de junio presentará en la Universidad de Murcia 'Charnego' (La Fea Burguesía Ediciones), un libro escrito durante el confinamiento sobre el exilio murciano en aquella época.
Los murcianos “hacían los peores trabajos, las obras del metro, de la exposición universal.. y vivían en chabolas; fueron unos tiempos truculentos de altercados, huelgas, tiros entre sindicalistas que reclamaban mejores derechos y los pistoleros de los patronos”. 'Charnego', el título del libro, hace alusión al mote que pusieron en Cataluña a estos primeros emigrantes murcianos –está reconocido en la RAE–, y más tarde se extendió a extremeños y andaluces, “y ahora a todo aquel que es de fuera”. Sánchez pone sobre la mesa los prejuicios que se fraguaron durante esa época, y en los que tuvo mucho que ver la prensa. “Un periodista se montó de incógnito en el autobús e hizo un reportaje demoledor, en el que se calificaba a los murcianos de comunistas, fornicadores, analfabetos y portadores de piojos”.
El senador de Ciudadanos cree que para empezar a derribar esos prejuicios “los murcianos deberíamos sentirnos más orgullosos de nuestra tierra y hablar sin complejos de ella, no tenemos nada de lo que avergonzarnos; yo siempre que puedo hablo de la Región en el Senado”.
'Mata al rey y vete a Murcia'
“El hecho diferencial histórico de la Región es que, a pesar de pertenecer a la Corona de Castilla, Murcia fue repoblada con gente tanto de esta Corona como la de Aragón porque se quedaron muy pocos moriscos”, recuerda Sabater ante la dificultad para repoblar el Reino de Murcia tras la reconquista cristiana. El historiador subraya que durante siglos fue una zona con tres fronteras –Aragón, Granada y el mar Mediterráneo con los “piratas berberiscos”: “Era muy difícil vivir en Murcia. Enseguida te podían llevar preso y tu familia tenía que pagar un rescate”. “Entonces si habías cometido un delito, te perdonaban y te mandaban a Murcia, como si fuera el Lejano Oeste. De ahí, la expresión 'Mata al rey y vete a Murcia”, apunta.
En el siglo XV la situación “empezó a mejorar” con la conquista de Granada y la unión de las coronas de Castilla y Aragón. “Dos fronteras desaparecen, pero queda el mar”, cuenta el estudioso de la Historia de la Región, quien señala que se podría conectar con la actualidad esa “memoria colectiva de ser un territorio peligroso en la periferia”.