Sin empleo, sin hogar y sin apoyos: Murcia busca antídoto en plena pandemia para la desprotección de sus extutelados

Casi 80 jóvenes tutelados por la Consejería murciana de Mujer, Igualdad, LGTBI, Familias y Política Social pasarán a ser mayores de edad en los próximos meses en la Comunidad Autónoma. Desde esta Consejería quieren hacer un esfuerzo para integrarlos ante la situación de crisis sanitaria y económica. Son jóvenes como Jamal, Alfonso e Ibrahim, que vivieron en varios centros de menores antes de pasar la barrera de los 18 y que nos cuentan cómo lograron labrarse un porvenir tras su paso por casas de acogida y programas de formación.

El proyecto, financiado por el Fondo Social Europeo y la Consejería, se fundamenta en “la necesidad de dotar a estos y estas jóvenes de habilidades personales, sociales y laborales que les ayuden a mejorar su capacidad de inserción sociolaboral y así, facilitarles el acceso al mercado laboral”.

Alfonso, joven extutelado y estudiante de educación social, celebra iniciativas como esta: “Hay necesidades de otro tipo de recursos, no solo asistenciales. Hace falta más: un plan de vivienda, ayudas económicas, una transición a la vida adulta con programas, talleres, charlas”, explica. “Un acompañamiento, una figura que les dé ese apoyo”.

Cuando Abdelilah, un joven que llegó a España en 2017, cumplió 18 años, confiesa que sintió “miedo”: “Iba a estar lejos de la gente que conocía. Me tenía que buscar la vida”. Oussama, un joven de 20 años, recuerda que “el mismo día que cumplí la mayoría de edad me echaron del centro. Estaba acostumbrado a vivir con mucha gente. De golpe, al vivir solo, tenía otra sensación”.

“Lo que suele pasar con estos chicos es que no tienen un entorno apto para volver, por falta de recursos, o porque no se hace un trabajo previo con muchos años de antelación”, profundiza Alfonso, que describe la salida del centro como la ruptura de una burbuja. “Todo pilla muy a contracorriente: de prisa y corriendo hay que buscar un recurso para que este chaval no se quede en la calle”.

La situación se ha complicado aun más con la pandemia de la COVID-19. Desde que se decretó el estado de alarma y hasta el próximo 31 de diciembre, alcanzarán la mayoría de edad 78 menores no acompañados acogidos en recursos subvencionados por la Comunidad autónoma.

En estos momentos, la Comunidad cuenta con 15 plazas propias, y subvenciona otras 46 de Cáritas, Cruz Roja y Accem.

Con carácter de urgencia, se van a habilitar 35 plazas para los chicos que han cumplido ya los 18 o que lo harán de aquí a junio. Las otras 43, para los que alcanzarán la mayoría de edad de julio a diciembre, se organizarán a medio plazo.

Los recursos llevan aparejados programas de inserción socio laboral para integrar a los chicos en la sociedad. Las 46 plazas de las que dispone en la actualidad la Región conllevan un gasto anual de 246.000 euros.

Según un informe de la Consejería de Mujer, Igualdad, LGTBI, Familias y Política Social, para evitar abocar a una situación “de grave marginalidad y vulnerabilidad tanto social como sanitaria a estos jóvenes”, se ha prorrogado la estancia de los menores que ya han cumplido la mayoría de edad hasta encontrarles otro hogar, lo que ha generado un “cuello de botella”.

“Nos dieron una familia”

Ibrahim llegó a España en 2006, tenía 17 años. Estuvo seis meses en un centro de menores junto a su hermano Jamal: “Aquello fue maravilloso, bonito. Gracias a ellos tenemos lo que tenemos ahora, muy poco pero bien. Me dieron lo que necesitaba en ese momento. No tengo palabras para agradecérselo a esa gente”.

“Cuando inauguraron el centro de Santa Cruz mi hermano y yo fuimos de los primeros en llegar”. Recuerda Jamal: “Todos los monitores estaban esperándonos. Lo que nos dieron fue una familia”.

Abdelilah describe el centro en el que estuvo como “una casa normal”: “Con tres habitaciones y dos baños. En la habitación donde estuve dormíamos cuatro personas, en otra cuatro y en otra más pequeña dos”.

Una descripción que coincide con la que hace Rafael Llor, gerente de la Asociación Albores: “Los centros de menores a nivel material sí que son como un hogar. Pero no funcionan como un hogar”, objeta. “¿En qué casa hay 20 hermanos? ¿En qué casa hay 10 o 15 personas entre educadores, psicólogos, directores?”.

Llor aclara que el trato por parte de los profesionales de los centros es bueno: “Los entornos actuales son ambientes sanos. Pero quizá estamos muy atrasados en el planteamiento. Los menores expuestos a adversidad temprana”, expone, “requieren de otro tipo de acompañamiento, más basado en que puedan reelaborar ciertas experiencias. Para eso son necesarias estructuras más pequeñas. El tema está en la financiación, cómo se hace sostenible un recurso tan pequeño”.

Jamal recuerda que hace medio año Rafael Llor celebró un encuentro entre los antiguos alumnos del centro y los actuales: “Cuando me vieron los monitores nos emocionamos, llegué siendo un crío y me vieron hecho un hombre”.

Su hermano Ibrahim asegura estar viviendo “un sueño”: “Tengo un trabajo, un techo, me he casado y tengo un hijo. No puedo pedir más”.

Por su parte Abdelilah admite que aun no ha conseguido todo lo que se propuso al llegar a España: “Estoy en un 60%. Tengo un grado medio de electrónica del automóvil, pero estoy trabajando en el campo, no puedo trabajar de lo que estudié porque no tengo permiso de trabajo”.

Para que jóvenes como Abdelilah consigan un permiso de trabajo es necesario que encuentren un empleador sin deudas en la Seguridad Social o Hacienda que les ofrezca un contrato de un año a jornada completa. “Es muy difícil que te lo den, a las empresas les interesa más contratarte solo durante tres meses”, lamenta.

“Trabajé dos años en un hotel de camarero. Por el coronavirus el hotel está cerrado y ahora llevo 20 días trabajando en el campo”, lamenta Oussama.

“Con la pandemia que hay y con España parada el único sector donde se saca dinero es en el campo y en los almacenes. Ahí casi siempre trabajan extranjeros. Que salgan los racistas y digan que nos echan, no se quién trabajaría ahora mismo. Yo solo estoy trabajando con marroquíes y negros. Solo”, subraya Oussama.

Para Abdelilah, los políticos que piensan que los menas son delincuentes “no conocen a la gente que está o ha estado en el centro. Cuando alguien sale de su país no viene a hacer tonterías en otro, vienes a buscarte la vida. Lo que diga la gente de Vox no me afecta, yo me conozco, se lo que hago”, zanja.