Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
El atasco
Reinventarse. Es uno de esos conceptos mantra que han surgido con la pandemia de la COVID-19. La gran mayoría suenan a libro de autoayuda o a PowerPoint que te pone tu jefe para convencerte de algo, generalmente bueno para él y no tanto para ti. La reinvención de las manifestaciones en pandemia lleva a imágenes radicales, en el sentido de raíz. Es el caso de la manifestación en coches.
Se trata de un atasco, pero voluntario y con banderas y carteles en las lunas de los coches. Tiene un efecto amplificador, porque si van 100 personas, cada una en su vehículo, montan una fila considerable. Especialmente simbólico es que la manifestación del domingo 22 de noviembre contra la nueva ley de educación fuera en coches. El caos circulatorio que se pretendía montar con motivos reivindicativos es el que se suele montar cada mañana y cada tarde en las cercanías de la mayoría de colegios concertados de la Cuenca de Pamplona. Las segundas y terceras filas de coches de los que bajan y suben escolares constituyen un fenómeno cotidiano contra el que la Policía Municipal ha decidido tirar la toalla. Ya se conforman con poner unos agentes a esas horas para tratar de ordenar ligeramente ese caos, y con suerte.
El matrimonio entre concertada y vehículo particular no tiene nada de casual, al menos en Navarra. Más de la mitad de la población se concentra en un radio de 3 kilómetros alrededor de la Plaza del Castillo, el centro de Pamplona, pero el uso del coche particular es llamativamente superior a las ciudades similares del entorno. Quien vive en Pamplona y su entorno está acostumbrado a dejar el coche en Amara cuando va a la playa de la Concha en Donosti, pero se enfada si no se puede llegar hasta la Estafeta en su coche, o dejar a la chavalería en la puerta del cole, concertado.
Navarra y Euskadi son las dos comunidades en las que mayor peso tiene la red concertada. Al fenómeno de las órdenes religiosas de enseñanza, con importante arraigo en esta zona, se une el de las ikastolas privadas. Se trata de un fenómeno surgido en los estertores del franquismo con formato de cooperativa para fomentar la educación en euskera. En democracia, no sólo no ha desaparecido sino que se ha fortalecido, pese a que la educación en esa lengua se haya extendido a toda la red pública.
La concertada pesa y la concertada manda. Los gobiernos socialistas de la década de 1980 tanto en Madrid como en Pamplona optaron por la concertación de estos centros, ante la fragilidad de una red pública olvidada por la dictadura. Los gobiernos de UPN se agarraron a la bandera de la “libertad de elección” para fortalecer la concertación. Establecieron toda la Cuenca de Pamplona como distrito único para la elección de centro o la puntuación por ser descendiente de antiguo alumno o alumna. Idea, esta última, que en la práctica consolidaba que la plaza en el colegio pasaba de generación en generación con los mismos apellidos pero pagada por todos.
Especialmente llamativo es el blindaje del concierto con colegios que separan por sexo a su alumnado. Son 4, afines al Opus Dei, pero se organizan en parejas para sortear el artículo 14 de la Constitución, el de la igualdad. De este modo, resulta que Miravalles-El Redín e Irabia-Izaga, formalmente admiten niños y niñas. El truco está en que las aulas de niños y las de niñas están a casi 8 kilómetros en coche unas de otras. La financiación pública de este trampantojo se renovó con Yolanda Barcina (UPN) como presidenta, pese a que el Parlamento en el que se encontraba en minoría aprobó una ley en 2012 que lo trataba de impedir. Luego la LOMCE, también conocida como Ley Wert, dijo en su artículo 84 que “no constituye discriminación la admisión de alumnos y alumnas o la organización de la enseñanza diferenciadas por sexos”. Y con ese artículo, el gobierno que se autodenominó “del cambio” presidido por Uxue Barkos (Geroa Bai) prefirió no cambiar y remover el caldero de la concertada sin que sus socios, EH Bildu, Podemos e IE hicieran mucho ruido, pese a que eliminar ese concierto estuviera en su programa “del cambio”.
La idea aparece también en el programa que acordaron quienes hicieron presidenta a María Chivite (PSN) hace año y medio. Veremos si, con el tránsito de la Ley Wert a la Celaá, se cumple ese apartado del programa o se atasca, como los coches que cada mañana siguen bloqueando las cercanías de esos colegios emparejados y el resto de centros privados.
Lo bueno para quien está atrapado en un atasco es que, al fin y al cabo, la calle es suya.
Reinventarse. Es uno de esos conceptos mantra que han surgido con la pandemia de la COVID-19. La gran mayoría suenan a libro de autoayuda o a PowerPoint que te pone tu jefe para convencerte de algo, generalmente bueno para él y no tanto para ti. La reinvención de las manifestaciones en pandemia lleva a imágenes radicales, en el sentido de raíz. Es el caso de la manifestación en coches.
Se trata de un atasco, pero voluntario y con banderas y carteles en las lunas de los coches. Tiene un efecto amplificador, porque si van 100 personas, cada una en su vehículo, montan una fila considerable. Especialmente simbólico es que la manifestación del domingo 22 de noviembre contra la nueva ley de educación fuera en coches. El caos circulatorio que se pretendía montar con motivos reivindicativos es el que se suele montar cada mañana y cada tarde en las cercanías de la mayoría de colegios concertados de la Cuenca de Pamplona. Las segundas y terceras filas de coches de los que bajan y suben escolares constituyen un fenómeno cotidiano contra el que la Policía Municipal ha decidido tirar la toalla. Ya se conforman con poner unos agentes a esas horas para tratar de ordenar ligeramente ese caos, y con suerte.