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Los fachas

El diccionario de la RAE no se anda con rodeos en su tercera definición del concepto facha; fascista. La Academia lo tiene claro aunque escuchando a algunos portavoces políticos las últimas semanas uno se pregunta si ellos lo ven como la RAE o si hay varios millones de fascistas en este país. Prefiero pensar en la primera opción porque la segunda da miedo y además es falsa.

Francisco Serrano, portavoz de Vox en el Parlamento de Andalucía, afirmó que “no se puede permitir una kaleborroka feminista”, en referencia a una concentración que recibió a los componentes de la sesión de investidura del nuevo presidente de la comunidad. Serrano, que antes de parlamentario fue juez, podría preguntar a sus compañeros destinados en Euskadi y Navarra qué es la kale borroka. Quienes hemos crecido en esa parte del mundo entre la década de los 80 y el arranque del nuevo siglo lo sabemos bien. Mujeres protestando contra el retroceso en la igualdad que proponen Serrano y sus compañeros de sigla no tienen nada que ver con embozados sacando a empujones a los chóferes de los autobuses para incendiarlos cada fin de semana.

El jefe de Serrano, Abascal, habla de “feminazis” totalitarias para referirse a lo que la mayoría del mundo conoce como feministas. A día de hoy no he escuchado a ninguna feminista abogar por la eliminación física de los hombres a modo de la “solución final” que prepararon Heydrich y el resto de jerarcas nazis en la casa de Wansee para exterminar a los judíos de Europa. Quizás si Abascal y sus compañeros que apuestan por “el fin de la corrección política” llegan al poder puede ser que alguna exaltada lo acabe proponiendo. Por ahora las proclamas de las protestas, que él califica de nazis, lo que piden básicamente es la equiparación real entre las dos mitades de la sociedad o un sistema judicial y de seguridad que logre que un 50 por ciento de nuestra ciudadanía se pueda tomar unas cervezas y volver a casa con la misma tranquilidad que el otro 50 por ciento.

Fascismo, nazismo o los 40 años de terror, pistolas y cócteles molotov son conceptos lo suficientemente serios como para que hagamos bromas con ellos. Utilizarlos constantemente para referirse al que no piensa como uno acaba banalizándolos y, por tanto, los convierte en algo trivial y común. Las consecuencias de estos fenómenos son lo suficientemente preocupantes como para tomarlas a risa.

Hay declaraciones de Pablo Casado, como su reciente propuesta de derogar la ley del aborto porque si no no vamos a poder tener pensiones que recuerdan a la exitosa serie El cuento de la criada, en la que las mujeres son convertidas en meros instrumentos de reproducción. En la concentración de Colón, Casado afirmó que “no podemos seguir integrando a quienes quieren desintegrarnos”, en referencia a los independentistas e inquieta bastante pensar qué propone entonces hacer con ellos el líder popular.

Sin embargo, niego que los casi 8 millones de personas que en 2016 votaron al PP sean unos fascistas. Conozco muchas personas que de buena fe creen en las recetas económicas, sociales y morales de la derecha. Conozco también unos cuantos que se han jugado el pellejo por defender esas siglas y con ello la democracia. Han gobernado España con mejor o peor fortuna y talante durante 14 años y, pese a engendros como la Ley Mordaza, no la han convertido en un estado totalitario.

Frivolizar con el nazismo, el fascismo o el terrorismo tiene el peligro de que, cuando aparezca de verdad, como puede ocurrir en algunos personajes que surgen ahora, no lo sepamos advertir. Que como ocurría en el cuento de Pedro y el lobo, de tanto hacer broma con el lobo, cuando aparezca de verdad sea demasiado tarde para salvar las ovejas de sus fauces.

El diccionario de la RAE no se anda con rodeos en su tercera definición del concepto facha; fascista. La Academia lo tiene claro aunque escuchando a algunos portavoces políticos las últimas semanas uno se pregunta si ellos lo ven como la RAE o si hay varios millones de fascistas en este país. Prefiero pensar en la primera opción porque la segunda da miedo y además es falsa.

Francisco Serrano, portavoz de Vox en el Parlamento de Andalucía, afirmó que “no se puede permitir una kaleborroka feminista”, en referencia a una concentración que recibió a los componentes de la sesión de investidura del nuevo presidente de la comunidad. Serrano, que antes de parlamentario fue juez, podría preguntar a sus compañeros destinados en Euskadi y Navarra qué es la kale borroka. Quienes hemos crecido en esa parte del mundo entre la década de los 80 y el arranque del nuevo siglo lo sabemos bien. Mujeres protestando contra el retroceso en la igualdad que proponen Serrano y sus compañeros de sigla no tienen nada que ver con embozados sacando a empujones a los chóferes de los autobuses para incendiarlos cada fin de semana.