Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
Lecciones para después de la batalla
Una de las primeras cosas que aprendí en mis tiempos de dirección política fue que los estatutos sirven para cuando hay problemas; y cuando los hay, mejor tirarlos. Por lo que se ve, algunos líderes actuales se perdieron está primera lección orgánica.
Los partidos son estructuras móviles, en constante dinamismo: Dependen del estado de opinión, del voto, de la ciudadanía y de la participación voluntaria de sus miembros. Las organizaciones políticas no pueden ejercer mucha coacción a sus miembros; como mucho, expulsarlos. Así, en estos espacios debe imperar el diálogo, la búsqueda del consenso y la identificación de todos los miembros a los fines organizacionales.
Los partidos son estructuras frágiles, aunque muy poderosas. Y hoy, su debilidad es más patente que nunca. Estar en un partido ni es seña de identidad ni proporciona prestigio. Y muchas veces hasta es desagradable. El sistema de partidos políticos no es tal sistema; es más bien una amalgama de opciones que nacen con la misma prontitud que mueren.
Ahora bien, soy de aquellos clásicos que consideran que las ideas no viven sin organización. Que las ideas deben ser portadas de forma común mediante la elaboración colectiva. Es decir, considero que lo colectivo es útil socialmente y requiere de ciertas limitaciones individuales. Siempre desde el equilibrio fines-medios.
Ante la crisis de legitimidad de los partidos, éstos se socorrieron del refrendo a las bases como forma de participación más abierta. Se buscaba una mayor identificación de la membresía para con las decisiones más estratégicas de la organización. Incluso para elegir liderazgo. Pero no cabe confundir el uso de las consultas como forma de apertura y de participación con un uso desmedido para la imposición del líder sobre cualquier asunto.
El ejercicio de la dirección política debe estar basado en un liderazgo participativo, inclusivo y si se me permite, grato. Las pocas personas que militan en los partidos no están dispuestas a aguantar, como en mis tiempos, tensiones, broncas, invectivas y demás batallas. Hoy en día la militancia debe ser Soft. Las organizaciones deben ser amables, acogedoras si quieren avanzar.
Pero no pensemos que la crisis que están viviendo los partidos, principalmente del espacio de la izquierda, son crisis meramente orgánicas. No son crisis ni de palacio, ni de salón. Las crisis orgánicas son el resultado de la crisis de la izquierda. Incluso me atrevería a decir que son crisis de ciudadanía, de modelo social.
La izquierda está en plena ebullición de ideas. Está cuestionando sus principios sacrosantos (perdón por la expresión) Muchos de éstos han dejado de existir; otros han dejado de ser útiles, cuando no se convierten en nocivos. El Bing Bang, la gran explosión, de la izquierda sigue sin producirse. Y hasta que esta explosión no se produzca surgirán muchas implosiones; pero no alumbraremos un nuevo espacio.
Abramos el tarro de las esencias para que se oreen y en algún caso se pierdan. Construyamos un espacio de nuevas ideas, de nuevos compromisos para los retos que tenemos a la vuelta de la esquina. La lección a aprender es que debemos proveernos de nuevos criterios, de nuevas ideas; no solo de nuevos ropajes orgánicos. Así pues, pongamos las carretas detrás de los bueyes.
Una de las primeras cosas que aprendí en mis tiempos de dirección política fue que los estatutos sirven para cuando hay problemas; y cuando los hay, mejor tirarlos. Por lo que se ve, algunos líderes actuales se perdieron está primera lección orgánica.
Los partidos son estructuras móviles, en constante dinamismo: Dependen del estado de opinión, del voto, de la ciudadanía y de la participación voluntaria de sus miembros. Las organizaciones políticas no pueden ejercer mucha coacción a sus miembros; como mucho, expulsarlos. Así, en estos espacios debe imperar el diálogo, la búsqueda del consenso y la identificación de todos los miembros a los fines organizacionales.