Contrapunto es el blog de opinión de eldiario.es/navarra. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de la sociedad navarra. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continua transformación.
Nos matan por ser mujeres
Que a las mujeres nos matan, y nos agreden de mil formas distintas, por el hecho de ser mujeres parecía que era algo que estaba fuera de toda duda, vamos, algo que ya había alcanzado cierto nivel de consenso social, gracias al inmenso e intenso trabajo de las feministas, y su reflejo en el marco normativo, no solo en el Estado español, sino a nivel mundial con un instrumento básico para el reconocimiento y prevención de la violencia machista como es el Convenio de Estambul.
Sin embargo, he dicho parecía y lo he dicho bien, porque últimamente están sucediendo cosas que me llevan a pensar que el tal consenso social no existe, que es falso, y que ese reconocimiento normativo finalmente había venido a reflejar una situación más política que social, esto es, que se han redactado e impulsado determinadas leyes que no tenían el aval necesario por parte de toda la ciudadanía, que no sabía cómo interpretar estas leyes, y que, en algunos casos, las ha tomado como una agresión directa a los derechos de una parte de la población.
Y, sí, aunque las feministas digamos que es irrelevante o que se trata de los últimos estertores del machismo, tenemos que ponernos las pilas, tenemos que atender a esta nueva urgencia que significa el negacionismo de la violencia de género.
Voy a hablar de dos casos que poco tienen que ver entre sí, pero que ejemplifican esto, uno por negación directa de la existencia misma de la violencia machista; y el otro por exclusión de víctimas, al no ajustarse la víctima a lo que dice la ley que debería ser. Ambos ejemplos dan idea de lo poco que ha calado el concepto de violencia contra las mujeres tanto en la sociedad como en la norma, y son casos muy recientes.
En Alboraia (Valencia) un hombre asesina a una mujer, su pareja, se da la triste casualidad de que ese feminicidio hace la cifra número 1000 de mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas en el Estado español desde 2003, año en el que empezó a llevarse la contabilidad, macabra contabilidad, de las mujeres asesinadas por lo que se definió como violencia de género: precisamente la que se produce en el ámbito de la pareja o expareja, y no otro tipo de violencia que recibe la mujer por el hecho de ser mujer, fuera de ese ámbito familiar. Si se contabilizasen las asesinadas de esta manera, la cifra sería mucho más elevada, sin duda.
El Ayuntamiento de Alboraia convoca el preceptivo minuto de silencio, y quienes componen el grupo municipal de Vox deciden que no se ponen con el resto de grupos, tras la pancarta que habla de violencia de género. Y declaran, para más inri, que condenan el asesinato, al igual que condenan todos los asesinatos: de niños y niñas, de personas ancianas…
Esto es la negación absoluta de la violencia machista, de que exista un tipo específico de violencia, del que hablan organismos como la OMS (que no son ni remotamente feministas) y al que califican de pandemia mundial, porque sí, porque a esta gente, a la que, recordemos, ha votado otra gente, está decidida a derogar la Ley Integral de Violencia de Género y las leyes autonómicas, insistiendo en que no son igualitarias y conculcan los derechos de los hombres. Y hay quien les ha comprado el discurso, y no hablo solo de machirulos ofendidos, no, les hablo de personas que, como ustedes y yo, conocen a mujeres que han sido agredidas por sus esposos, novios, o por desconocidos en la calle, y, sin embargo, piensan que tras esas agresiones sistemáticas está la casualidad, que no la causalidad, está el azar, que no el machismo, creen, de buena fe o no, que se trata de casos aislados y no del sistema que se llama patriarcado.
Una mujer “aparece” muerta
En Xátiva, también en Valencia, una mujer “aparece” muerta, ese es el titular, podríamos pensar que ha tenido un ataque al corazón, o que se ha matado en una caída, pero no, porque los medios de (des)información puntualizan: una mujer aparece muerta degollada. Sabemos, entonces, que nos encontramos ante un hecho violento.
Las circunstancias que rodean este asesinato son terribles, la mujer estaba embarazada de 6 meses, la encontró su pareja, que fue quién llamó a la Policía. Pero lo más terrible de todo es lo que comienza a filtrarse a la prensa: que es posible que la mujer estuviera prostituida, y que quizá fuese un putero quien la asesinó. Por supuesto, soy yo quien utiliza los términos prostituida y putero, porque los periódicos dicen prostituta y cliente.
Y aquí es donde aparece la exclusión, al conocerse que quizá la mujer asesinada estuviera prostituida, automáticamente se la elimina de la categoría “víctimas de violencia de género”, no tendrá ni siquiera ese reconocimiento, pues la ley no incluye a las mujeres que hayan sido asesinadas por hombres que no fuesen su marido o expareja en la “contabilidad oficial”.
La Ley Integral de Violencia de Género deja fuera de las medidas de prevención, protección y reparación a muchas mujeres que son extremadamente vulnerables.
Es urgente reconceptualizar la ley, es urgente ampliar esas medidas, es urgente aplicar el Convenio de Estambul para que absolutamente ninguna mujer se quede fuera.
Es, en definitiva, urgente, trabajar con la sociedad, trabajar con la clase política, trabajar en los tribunales, para que se entienda, de una buena vez, que nos matan, y nos agreden, por ser mujeres, y que debemos atajar la violencia machista con medidas específicas, y siempre, siempre, desde un enfoque feminista.
Que a las mujeres nos matan, y nos agreden de mil formas distintas, por el hecho de ser mujeres parecía que era algo que estaba fuera de toda duda, vamos, algo que ya había alcanzado cierto nivel de consenso social, gracias al inmenso e intenso trabajo de las feministas, y su reflejo en el marco normativo, no solo en el Estado español, sino a nivel mundial con un instrumento básico para el reconocimiento y prevención de la violencia machista como es el Convenio de Estambul.
Sin embargo, he dicho parecía y lo he dicho bien, porque últimamente están sucediendo cosas que me llevan a pensar que el tal consenso social no existe, que es falso, y que ese reconocimiento normativo finalmente había venido a reflejar una situación más política que social, esto es, que se han redactado e impulsado determinadas leyes que no tenían el aval necesario por parte de toda la ciudadanía, que no sabía cómo interpretar estas leyes, y que, en algunos casos, las ha tomado como una agresión directa a los derechos de una parte de la población.