'Tormenta' en las Bardenas: El Ejército del Aire ensaya bombardeos con fuego real a 10 kilómetros de zonas habitadas

Los cristales de las ventanas de Milagros Rubio vibran agitados por las ondas sonoras de explosiones de munición de guerra lanzada por cazas. Aunque no son pocos los lugares del mundo en los que podría tener ubicado su domicilio, la exparlamentaria foral y portavoz de la Asamblea Antipolígono vive en Tudela, la capital de la Ribera de Navarra. Y las detonaciones las provocan cazas Eurofighter y F-18 en el cercano polígono de tiro de Bardenas, único en su tipo de Europa y situado a 18 kilómetros en línea recta, a poco más de 10 de poblaciones más pequeñas, como la aragonesa de Pinsoro. “Unos petardazos impresionantes, retumba todo”, resume Milagros.

Afortunadamente -o no tanto, según a quién se pregunte-, se trata de un entrenamiento. El Ejército del Aire organiza desde este lunes y hasta el viernes el ejercicio Tormenta, el único con el que puede adiestrar a sus pilotos en el uso de munición de guerra real. Esta práctica anual cierra el acceso al parque natural de 42.000 hectáreas que rodea el polígono de tiro, situado en su centro, como el agujero de un Donut, y de 2.200 hectáreas de extensión.

Fuentes del Ministerio de Defensa confirman que el ejercicio Tormenta es “necesario” e incluso “imprescindible”. Sirve como “adiestramiento avanzado en misiones aire-superficie” y para “evaluar unidades”. De hecho, participan todas las de caza del Ejército del Aire: los Eurofighter del Ala 11 basados en Morón y los del Ala 14 de Albacete; así como los F-18 del Ala 12 de Torrejón, del Ala 15 de Zaragoza y del Ala 46 de Gando, en Canarias. Además, intervienen zapadores paracaidistas de Alcantarilla -encargados de señalar los objetivos en tierra a las aeronaves- y hasta aviones no tripulados, con base en Zaragoza.

El lunes y el martes utilizaron armamento de instrucción, pero el miércoles, el jueves y el viernes emplean fuego real: bombas guiadas por láser y misiles anticarro Maverick, entre otros. Aunque al Ministerio no le gusta dar esta información. De 9 a 14 horas no puede acceder nadie: ni turistas, ni lugareños. Por su propia seguridad. Que es un ejercicio, pero se parece mucho a la guerra.

Inaugurado en 1951, la historia del polígono de tiro de las Bardenas Reales de Navarra es la historia de la oposición popular a su existencia, y la del silencio cómplice de los que se aprovechan de la lluvia de millones con que el Ministerio de Defensa riega a las poblaciones limítrofes.

Los entes congozantes, que así se llaman, componen la Junta de Bardenas. Son 22 entidades de la Comunidad foral: 19 localidades, dos valles pirenaicos (Roncal y Salazar, con derechos de usufructo porque llevaban a sus ovejas a pastar al sur durante el invierno, la trashumancia) y -cosas de la historia también- un monasterio, el de la Oliva, cuya media docena de monjes se reparten los dineros en igualdad de condiciones con, por ejemplo, los 35.000 habitantes de Tudela. Son favorables al polígono, claro. Desde siempre, desde 1951. Sin embargo, otros municipios colindantes de Aragón no tienen esa suerte, y no se llevan dinero, pero sí ruidos, vibraciones y peligros. “No son congozantes, sino consufrientes”, apunta Eduardo Navascués, de Ecologistas en Acción.

La última renovación del canon de uso entre la Junta de Bardenas y el Ministerio de Defensa fue en 2008 y por 20 años: cobran 7 millones de euros anuales los 10 primeros -o sea, hasta este 2018- y 14 millones los diez siguientes.

Así las cosas, el desmantelamiento del polígono “no parece fácil en el corto plazo”, resume Milagros Rubio, ya que “en los tiempos que corren, el dinero viene muy bien”. La activista reconoce que “solo los más sensibilizados con temas sociales protestan”. El terreno fue declarado Parque Natural en 1999 y Reserva de la Biosfera en 2000, movimientos orientados a su cierre definitivo. Pero el Gobierno Aznar reaccionó declarando el polígono Zona de Interés para la Defensa, por lo que si los entes congozantes no se lo alquilaran, el Ministerio podría llegar a expropiar el terreno.

Eduardo Navascués habla de la “profunda contradicción” de ubicar un polígono de tiro en una reserva natural “única en el mundo”: el de Bardenas es el desierto más septentrional de Europa. Los peligros y afecciones al medioambiente y a la población son cuantiosos: la posible utilización de uranio empobrecido, radiactividad, accidentes, afecciones a la flora, la fauna -creen que la desaparición de la avutarda nidificante tiene que ver con los vuelos rasantes de los cazas-, ruidos, vibraciones, molestias, cierre de un espacio turístico… “una gestión medioambiental nefasta”, en resumidas cuentas.

Nadie en Europa quiere una instalación así cerca de su casa -no en mi patio trasero, como dicen los ingleses-, y las muchas quejas de otras instituciones políticas y sociales son más de cara a la galería que amenazas reales a la continuidad del polígono.

Por ejemplo, la Junta de Portavoces del Parlamento de Navarra aprobó este lunes una (nueva) declaración institucional de “rechazo” a las maniobras, al tiempo que exigía su suspensión. El texto fue presentado por Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra, todos los partidos que sustentan el Gobierno cuatripartito de la Comunidad Foral, que hicieron valer su mayoría frente al voto en contra de UPN, PSN y PPN.

Además, la Cámara foral expresó “una vez más su posición favorable al desmantelamiento del polígono de tiro de las Bardenas” y anunció su apoyo a “las movilizaciones convocadas en el sentido de esta declaración”.

La marcha antipolígono, de tanto o más arraigo que el ejercicio Tormenta, se celebrará el primer fin de semana de junio, el día mundial del medioambiente. Un calendario que se repite año tras año desde mediados del siglo pasado: unos irán tras la pancarta, otros cobrarán dinero, otros seguirán tirando bombas y muchos redactarán comunicados de indignación. Mientras tanto, esperemos que España no entre en guerra, que no ocurra ninguna desgracia personal y que la avutarda y otros animales nidifiquen y vivan en paz.