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Entrevista
Cofundadora de la Asociación 'Besarkada-Abrazo'

Elena Aisa, madre de un joven que se suicidó: “Saber hablar bien de suicidio salva vidas”

Elena Aisa en la sede de la Asociación Besarkada-Abrazo de Pamplona

Sol Gragera

9 de septiembre de 2021 22:23 h

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El silencio reina en la segunda planta del edificio 'Iwer' donde se ubica la Asociación Besarkada-Abrazo. Es el mismo silencio que imperaba en torno al suicido hace cuatro años cuando Elena Aisa (1961, Pamplona) decidió, junto con otras dos supervivientes, crear esta asociación de personas afectadas por la muerte autoinfligida de un ser querido. Y lo hizo después de la difícil muerte de su hijo Markel, al darse cuenta del tabú que rodea al dolor y la existencia de muchos casos callados a su alrededor. Desde entonces, la asociación cuenta con 120 socios, seis voluntarios y una psicóloga especializada para ofrecer atención individualizada, orientación y apoyo grupal a quien atraviesa este duelo traumático. Para llegar a la sede, situada en las traseras del mencionado edificio de oficinas del barrio la Rochapea de Pamplona, hay que dar un rodeo, atravesar un parking, acceder por una puerta situada en una esquina, subir por un ascensor a una segunda planta y buscar el pasillo ubicado detrás de una puerta de acceso. Atienden detrás de la primera puerta a la izquierda. Pero Elena Aisa no da ningún rodeo para hablar de dolor y sufrimiento. Es más, saber hablar bien de ello, asegura, salva vidas.

 

Su hijo se suicidó cuando apenas tenía 20 años. ¿Cómo se afronta una situación tan difícil para seguir adelante?

Es terriblemente difícil salir de un duelo por suicidio. Hay personas a las que les resulta más difícil que a otras. Cuando expreso lo que he vivido, hay gente que me dice que quizás exagero un poco. Pero no, no exagero ni un pelo. En mi caso me sentí 100% responsable de la muerte de mi hijo. Se siente como si tú hubieras matado a tu propio hijo. Y además hay hechos que te corroboran esa idea. Hechos que no atendí lo suficientemente bien. Pero en todo este proceso de duelo se trata cómo vivir, además del duelo por un suicidio, el propio papel en esa muerte. En mi caso el apoyo social y familiar fue fundamental. Y mucha gente en este tipo de duelo no lo tiene.

De hecho, los estudios demuestran que el duelo por suicidio es el que menos apoyo social recibe. Al contrario, suele recibir una presión extra del entorno para que el amigo o familiar se recupere cuanto antes. Es un duelo traumático, con unos mecanismos psicológicos diferentes a otros duelos. Y como trauma es mucho más complejo, más a largo plazo, más difícil.

¿Cómo cambia su vida este hecho? ¿Se supera?

En mi caso el apoyo social ha sido fundamental para poder abordar el trauma. Eso y por supuesto darle la vuelta a mi vida, a toda una serie de vivencias que aparecen con esa muerte, porque es una muerte que me señala a mí como culpable. No es una muerte por cáncer o por un accidente donde hay culpables externos.

Hay un trabajo para recomponerte con esos nuevos ingredientes que rompen tu vida anterior y tu concepto de ti misma. Yo pensaba que era una buena madre. Y esa muerte a mí me deja un mensaje: 'De buena madre nada’. Te cuestionas toda tu vida. Nos pasa a todos los que afrontamos un duelo de este tipo. Por eso se dice que este duelo supone una ruptura de identidad.

Por otro lado, no me gusta la palabra superar, porque esto no se supera. Lo que ocurre después es una forma distinta de vivir. Se seguirá sufriendo, aunque logres estar contenta de seguir viviendo. Yo ya no soy la que era, pero solo el sufrimiento me ha dado un conocimiento de mí que antes no tenía, más estable y sereno.

Habla de un señalamiento a nivel individual, ¿pero no cree que el suicidio también es un problema social?

Por supuesto, porque es un fracaso social. Los planes de prevención de suicidio tienen una parte que mejorar que es ir más allá del apoyo individual. Tiene que cambiar la sociedad. Hay que crear una sociedad más humana y solidaria para que cuando una persona esté sufriendo reciba no sólo el apoyo intrafamiliar, sino el apoyo social. Hay que lograr que no se estigmatice a alguien por estar sufriendo o por haber tenido una tentativa de suicidio. Es una responsabilidad de todos. Estamos en una sociedad en la que si tú sufres es porque quieres, y eso es una falacia. Es un positivismo falso y antinatural. Hay un juicio social muy fuerte. No podemos enjuiciar. También se cuestiona y se señala mucho a la familia. De hecho, la prevención pasa por crear redes de apoyo que rompan esa soledad sentida y percibida por las personas que sufren.

¿Hablamos hoy más del suicidio que hace unos años?

Sí. Cuando creamos la asociación la creamos por eso, porque no había nada, sólo silencio. Y la prevención pasa por visibilizar, de lo contrario el problema continúa y puede aumentar. Cuando supe que el suicidio ocurre –como en mi caso– en las familias más normales del mundo, y no sólo en las familias desestructuradas, sentí mucha indignación. Yo no había oído hablar nunca de este tema. Las asociaciones hemos tenido después un papel muy importante. Pero pedimos todavía más visibilización, no solamente ahora, este Día del Mundial de la Prevención o el Día del Superviviente. Pedimos que se hagan campañas continuadas y que la gente sepa que el 10% de la población está pensando ahora mismo en suicidarse. O que el 50% de la población general [según un informe de Chiles y Stroshal, 2014] en algún momento de su vida ha tenido ideación de suicidio de forma entre moderada y grave. Hablamos de más de 3.600 muertos oficialmente en España por suicidio en 2019. Pero es la punta del iceberg porque se estima que 80.000 personas lo intentan cada año. El problema del suicidio abarca también la tentativa. Y ahora sí que se está hablando. Sí ha habido un cambio en estos cuatro años.

Si una persona escucha en la televisión que hay recursos, que no se puede juzgar a quien sufre, eso puede salvarle. Saber hablar bien de suicidio salva vidas

¿Cómo debemos y cómo no debemos hablar de suicidio?

Siempre dar cifras, datos y señales de alerta. Es obligatorio publicar recursos de ayuda cada vez que se informe de un suicidio como el Teléfono de la Esperanza o los recursos de Salud Mental. Nunca simplificar las causas a una, no identificar los suicidios anónimos porque no traen nada. Nunca publicar detalles sensacionalistas como los referidos al método. Ahora con el caso de Rocío Carrasco se publicitó y se cuestionó incluso sus sufrimientos. Se habla de una persona que tuvo un intento de suicidio y se juzga si su sufrimiento fue suficiente o no. Y ella dice en un momento dado que fue una acción egoísta que la avergonzaba. Y no. Ahí los medios tendrían que contrarrestar, porque sois quienes tenéis la palabra: ni vergüenza ni egoísmo. Si una persona escucha en la televisión que hay recursos, que no se puede juzgar a quien sufre, eso puede salvarle. Saber hablar bien de suicidio salva vidas.

El 80 por ciento de las personas que han fallecido por suicidio ha dado muchas señales de alerta

De haber tenido más información –buena información–, ¿cree que su historia y la de otras personas habría sido diferente?

Sí. No sé si mi hijo estaría vivo, eso sí que no lo sé. Pero habría sido diferente porque habría hecho cosas que no hice. Mi hijo lo verbalizó. Nos juntó a su hermano y a mí y nos dijo: 'Estoy pensando en suicidarme, no se me va la idea de la cabeza'. Era un chico estudiante, sin problemas en la universidad ni con los amigos ni con la familia. Era bromista y alegre. Sabíamos que estaba en un bajón emocional, pero jamás pensé que fuera una posibilidad real y menos en una familia corriente. Y yo no lo entendí. Si hubiera sabido que uno de los factores de riesgo más altos es cuando una persona lo verbaliza, habríamos puesto más medios y habríamos visto la gravedad de la situación. Hay una creencia errónea que dice que quien de verdad quiere suicidarse no lo dice. Eso es un mito. El 80% de las personas que han fallecido por suicidio ha dado muchas señales de alerta.

¿Qué le diría a alguien que está pensando en suicidarse?

Que rompa con ese no hablar, ese callárselo, ese disimular. Porque estamos deseando que nos dé la oportunidad de cuidarle, de apoyarle donde esté, apoyarle incondicionalmente. Es un proceso largo. Le diría que, aunque no lo vea, esto pasará. Hay ejemplos de otras personas que también han pasado por ahí, han tenido intentos de suicidio y falta de esperanza, pero están ahí para dar ese mensaje de que eso también pasará. Será algo costoso, pero pasará. Podrán vivir, porque el suicidio es una desesperación por vivir y no poder. Pero insisto en que no es una decisión libre. Se llama a la aceptabilidad con frases como: 'Cada uno es dueño de su vida’. Serás dueño de tu vida el día que estés bien y sereno para decidir.

Supongamos que tengo un amigo o un familiar que me dice que está pensando en suicidarse. ¿Qué me diría a mí?

Lo primero de todo es no asustarse. Una persona que transmite esa idea necesita acompañamiento y escucha. ¿Cómo se hace? Pues diciéndole: 'Me preocupa mucho. Quiero hablar más de cómo estás’. Empezar a hablar y que esa persona se exprese, siempre teniendo en cuenta que nunca hay que juzgar al que sufre en unas intensidades que normalmente nunca conoceremos. No se trata de situaciones objetivas –'Me ha dejado la novia’-. El sufrimiento siempre es interno, subjetivo. Nunca juzgar, nunca moralizar ni dar soluciones. Sólo hablar, acompañar y fomentar la búsqueda de ayuda. Y normalizar. Que no es un bicho raro y que no está haciendo mal las cosas. Hay que intentar ver la situación como esa persona la ve, ponerse en su lugar. Y desde ahí no volver a tu mundo de referencia, sino quedarte en su mundo de referencia y que tu mundo de referencia sirva simplemente para decir: 'Yo voy a estar a tu lado, pero vamos a buscar ayuda’. Podemos salvar una vida, pero nadie te garantiza que aun poniendo toda la carne en el asador lo vayas a conseguir.

¿Cómo cree que debería abordarse la prevención?

Integralmente. En la educación, la salud mental y la Atención Primaria. De hecho, se estima que el 18% de las personas que han cometido suicidio el mismo día habían acudido al médico de cabecera y un 45% lo hizo en el mismo mes [Isometsa E, Heikkinen M, Marttunen M, Henrisksen M et al. 1995]. Además, el 20% pasó por salud mental el mes anterior [Luoma JB, Martin CE, Pearson JL. 2002]. Y ya aquí, según el Instituto Navarro de Medicina Legal, hasta un 55% tenía seguimiento en salud mental mientras que el resto no había contactado con estos recursos. La prevención pasa obligatoriamente por aumentar los recursos humanos, materiales y económicos. Hay que reforzar el servicio de psicólogos en Atención Primaria.

En Navarra, afortunadamente en 2014 se elaboró un protocolo de prevención de conductas suicidas que en su época fue pionero y a su vez se creó una comisión interdepartamental. Ahora está aumentando el impulso y ya se ha elaborado un plan de prevención específico en salud mental. Pero no tenemos que olvidar que no es sólo un problema de salud mental, es un problema que hay que abordar desde todos los ámbitos. Es necesario intervenir desde el colegio, porque las bases con las que una persona gestiona su sufrimiento se crean en la infancia y en la juventud. Hay que enseñar a reconocer las propias emociones y las del otro, porque no sabemos acompañar. Pedimos un Plan Nacional de Prevención como se hace con las campañas de Tráfico, porque estas muertes también son responsabilidad política. Está demostrado que un plan integral es la forma de reducir los suicidios y no se hace. ¿Acaso la responsabilidad no es suya? Que sean claros y nos respondan a esta cuestión.

*Datos de interés:

Teléfono de Besarkada-Abrazo: 622-207-743

Página web: Besarkada-abrazo.org

Correo electrónico: Info@besarkada-abrazo.org

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