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Por qué los jóvenes mantienen viva en Pamplona la llama de los toros: “Es una salvajada pero es la esencia de los Sanfermines”

Un grupo de jóvenes durante una corrida de toros de la feria de San Fermín, en una imagen de archivo.

Rodrigo Saiz

Pamplona —
10 de julio de 2024 22:00 h

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Durante los nueve días que duran las fiestas de San Fermín en Pamplona una estampa se repite cada tarde en las inmediaciones de la plaza de toros: multitud de cuadrillas de amigos, muchas de ellas de jóvenes veinteañeros, se agolpan a las puertas del recinto con capazos llenos de kalimotxo, sangría o cerveza horas antes de que comience la corrida de toros, a la que acuden a diario 20.000 personas. Al contrario que en otras ciudades del entorno donde las plazas se ven cada vez más vacías -Vitoria ya ni organiza toros, por ejemplo-, la tauromaquia no se resiente en la capital navarra. Allí se ve todavía muy lejano un futuro sin astados en los Sanfermines por la cantidad de gente que a diario acude a este evento. “Habrán cerrado todas las plazas del mundo y en Pamplona seguirá habiendo toros”, sostiene el catedrático de Filosofía Política y Social Daniel Innerarity, uno de los pensadores navarros más respetados.

Pasan pocos minutos de las 17:00 horas y Laura, una joven de Pamplona de 22 años, espera ya junto con dos amigas a que abran las puertas de la plaza para ver la corrida que no comenzará hasta las 18:30. Asegura no ser taurina, de hecho reconoce que durante el año no va nunca a los toros, “pero es San Fermín”, se justifica. Al igual que ella, muchos jóvenes han normalizado la tauromaquia como una parte más de las fiestas, una práctica heredada de sus padres y de sus abuelos. “Los toros siempre han sido una parte muy importante de los Sanfermines, desde hace siglos, algo que no sucede en otras ciudades”, explica el escritor, exconcejal en Pamplona y exparlamentario navarro de Izquierda Unida, Miguel Izu, autor de varios libros sobre las fiestas de San Fermín. “La navarra es una sociedad tremendamente conservadora en sus ritos y festejos, también va todo el mundo a la procesión del santo del 7 de julio”, agrega Innerarity.

Laura y otros miles de jóvenes verán esa tarde morir a seis toros. En realidad, muchos ni siquiera estarán pendientes. “Vengo por la fiesta y el ambiente. De hecho, me giro porque no me gusta ver cómo matan a los toros”, señala Paula, otra joven que espera a las puertas del recinto. “Sé que es hipócrita porque lo estoy financiando”, admite. “Es una salvajada, pero es la esencia de la fiesta”, apostilla Erlantz, de 21 años, quien también reconoce no ser un aficionado a la tauromaquia el resto de días del año. Son este tipo de espectadores, que cada tarde copan las gradas de la plaza de toros, los que hacen difícil imaginar unos Sanfermines sin maltrato animal. “Los Sanfermines van a ser un hueso duro de roer”, lamenta Irma Jiménez, portavoz del colectivo Libertad Animal, que junto con otras asociaciones animalistas celebran cada año concentraciones durante las fiestas para denunciar que se mate a 60 toros en San Fermín.

“En Pamplona se sabe muy poco de toros, la gente va a la plaza a comer, beber y pasárselo bien, no están pendientes de la corrida. Se podría poner en el coso a cocodrilos y gladiadores y sería lo mismo”, afirma el catedrático Innerarity. Es algo que comparte Izu, quien añade que lo de Pamplona es algo que solo ha visto en otra ciudad, en Pontevedra. “Son los únicos lugares en los que gente que no es aficionada y que incluso reconoce que lo que está presenciando es maltrato animal acude a los toros por el ambiente que se genera en las gradas”, señala.

La viva imagen de esa contradicción, como él mismo reconoce, es Joseba Asiron, alcalde de Pamplona de EH Bildu, partido que en Donostia prohibió las corridas de toros. Asiron acude a diario a las corridas de San Fermín e incluso presidió como alcalde la del día 7 de julio, la primera de los festejos. “Los Sanfermines no se entienden sin toros”, ha asegurado el alcalde. “Ningún partido en Pamplona o Navarra ha defendido públicamente prohibir los toros en San Fermín, por eso creo que ese debate está muy lejos de darse”, señala Izu. “Lo único que hay por ahora es un debate sobre si se debe abrir el debate de prohibir los toros, y es algo que está más en la prensa que en boca de la gente”, añade.

Las esperanzas de los animalistas residen en que se abra el debate en las 17 peñas de San Fermín, las agrupaciones de personas amenizan las fiestas y que, cada tarde, acuden a los toros con pancartas y txarangas, que tocan música durante la lidia de los toros, algo prohibido en el resto de plazas del país. Si bien el tema de la prohibición de los toros ya se ha mencionado, la realidad es que ninguna es partidaria de hacerlo por el momento. “Durante un tiempo hubo cierta preocupación en las peñas por el envejecimiento de sus socios, pero la realidad es que en todas las zonas de la plaza, no solo en sol (donde se ubican estas asociaciones), se ven muchas cuadrillas de gente que no supera los 25 años”, indica el escritor Izu.

Otro elemento central que dificulta que se produzca el debate sobre el fin de los toros en San Fermín para las personas consultadas por este periódico son los encierros que todas las mañanas se celebran por las calles del Casco Viejo de Pamplona y que son el gran reclamo para turistas llegados de todo el mundo. La televisión pública de España los retransmite en directo, así como otros medios privados que fuera de Navarra no cubren tauromaquia. “En otras ciudades es más fácil prohibir los toros, pero en Pamplona está el encierro y en eso sí que no hay debate”, asegura Izu. “¿Se puede celebrar el encierro sin matar a los toros? Va todo en el pack”, apostilla Innerarity.

Mientras en otras ciudades del entorno como Vitoria o Bilbao la tauromaquia atrae cada vez a menos espectadores o directamente ha desaparecido sin necesidad de prohibiciones y las imágenes de plazas casi vacías son habituales, en Pamplona los Sanfermines son capaces de “triturar” todas las esperanzas de los animalistas. Miles de jóvenes siguen llenando las gradas de la plaza de toros, la tercera más grande del mundo y ya centenaria. Además de las peñas, se suman un buen puñado de turistas que cada tarde tratan de hacerse con las pocas entradas que quedan disponible en reventa.

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