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Mujeres pelotaris, de pioneras en la profesionalización del deporte a olvidadas por la historia

Raquetistas en un frontón de Eibar en 1938. PASCUAL MARÍN / KUTXATEKA

Rodrigo Saiz

Pamplona —
13 de octubre de 2024 21:45 h

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Fueron las primeras deportistas profesionales en España. Sus salarios llegaban a cuadriplicar un sueldo medio de la época. Llenaban todas las tardes multitud de frontones, no solo en Madrid, sino también en Cuba, México o Brasil, y fueron imagen de cromos coleccionables. Con todo, en la década de 1980 desaparecieron de forma repentina y fueron olvidadas, incluso en sus localidades de origen. 40 años después, diferentes documentales e incluso series de ficción como 'Las pelotaris 1926' tratan de recuperar la historia de miles de raquetistas que fueron pioneras en el deporte femenino. Gloria Aguirre, María Antonia Uzkudun o Josefina González son algunas de las más de 2.000 mujeres que fueron raquetistas profesionales entre 1917 y 1981, fecha en el que se clausuró el último frontón en el que se disputaban partidos de esta modalidad. Su declive comenzó durante el franquismo, cuando se dejaron de conceder licencias a mujeres. La falta de relevo generacional terminó provocando el final de esta disciplina en los años 80. Ahora, las pelotaris son una minoría y en ningún caso pueden vivir del deporte.

Una de las mejores raquetistas de la historia fue Gloria Aguirre, conocida en los frontones como 'Txikita de Aizarna', quien además fue una de las últimas en practicar esta modalidad de deporte. Desde pequeña jugó a pelota en el frontón de esta localidad guipuzcoana, “al principio a mano y contra chicos”, cuenta. Pero no fue hasta los 18 años cuando descubrió que podía ser profesional. Era verano de 1963 y un empresario madrileño dueño de un frontón se reunió con ella y su padre en Hondarribia para negociar su contrato. “Mis padres me pusieron como condición que estudiase, así que me matriculé en Farmacia”, relata. Así que por las mañanas acudía a la facultad y por las tardes se ponía su uniforme blanco de pelotari e iba al frontón a jugar hasta dos partidos diarios. “Llegó un momento que tuve que pedir solo jugar tres días a la semana porque se me hacia imposible compaginar con los estudios y las prácticas”, recuerda.

“Se podía ser pelotari y estudiar, trabajar o incluso ser madre”, apunta Gloria Aguirre, ante la falsa creencia de que muchas de ellas dejaban de jugar de forma profesional al casarse. “Es una proyección de lo que sucedía en otros contextos, pero no fue así en la pelota”, cuenta en su libro 'Raquetistas: gloria, represión y olvido de las pelotaris profesionales' la profesora de Antropología Social en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU) Olatz González Abrisketa. “Incluso algunas consiguieron que sus maridos les siguieran allá donde se trasladaban”, añade.

No todo el mundo veía con buenos ojos que una mujer fuese deportista profesional

Gloria Aguirre raquetista

Para encontrar a las primeras raquetistas en los archivos hay que remontarse a mucho antes, a los comienzos del siglo XX. Si bien ya había mujeres que jugaban a pelota a finales del siglo XIX, la profesionalización del deporte llegó de la mano de la raqueta. Fueron las raquetistas quienes, a partir de 1917, pudieron empezar a vivir de los ingresos que generaban sus partidos de pelota.

Ese año el empresario bilbaíno Luciano Berriatua vio jugar en un frontón a unas mujeres con raqueta y pensó que esa nueva modalidad de pelota podrá tener éxito entre el público. Junto con el expelotari donostiarra Ildefonso Anabitarte transformaron una sala de espectáculos de la calle Cedaceros de la capital en el conocido como Frontón Madrid (con unas dimensiones más cortas que el frontón habitual para adaptarlo a las características de la raqueta), inaugurado en ese mismo año con una plantilla de 16 raquetistas vascas. “Pronto la prensa enfatizó la gran habilidad de las mujeres en el juego, destacando su habilidad e indicando que hubo tantos que duraban hasta seis o siete minutos”, destaca Olatz González Abrisketa en su libro.

En la década de 1930 la pelota vasca en su modalidad de raqueta ya era uno de los deportes más populares en España y las mujeres sus grandes protagonistas. Al punto de que más de la mitad del total de licencias profesionales de pelota eran de mujeres, cuyos salarios llegaban a alcanzar las 4.000 pesetas mensuales, lo que era cuatro veces más del salario medio de la época y muy superior al de los hombres. Antes del comienzo de la Guerra Civil había frontones en todo el país, así como Cuba, Brasil o México, y sus empresarios obtenían cuantiosos beneficios gracias a las apuestas deportivas y las entradas.

Con la llegada del franquismo y el nombramiento como secretario de Estado de Deportes del general José Moscardó, quien se refería a la pelota como una “actividad no femenina que contribuía a la esterilidad”, comenzó el declive de las raquetistas. En julio de 1944, el Boletín Oficial de la Delegación Nacional de Deportes publicó una disposición titulada 'Prohibición del profesionalismo en el juego de pelota a raqueta' que establecía la clausura de las escuelas de raqueta, prohibía la emisión de licencias federativas a “señoritas raquetistas” y daba un plazo de dos años para que los frontones de esta modalidad se reconvirtieran.

Me decían que tenía que dejar de jugar porque se me estropeaban las manos

Maite Ruiz de Larramendi pelotari

La presión de la industria de la pelota, que en gran parte vivía de los ingresos generados por los partidos de las mujeres, los que mayor público congregaban y mayor dinero en apuestas producían, frenó el cierre de los frontones para raquetistas, que siguieron en funcionamiento, si bien sí se dejaron de renovar y dar nuevas licencias a mujeres. De esta forma, explica Olatz González Abrisketa en su libro, “los cuadros envejecieron e hicieron que la práctica no fuera viable”. Las escuelas de raquetistas se cerraron -ubicadas principalmente en Euskadi- al no poder debutar más jóvenes y las nuevas generaciones de mujeres “dejaron de ver la raqueta como una opción profesional”.

A ello se sumó la figura de Luis Bombín, autor de 'El gran libro de la pelota' en 1976, el que es considerado “la biblia de la pelota”, quien silenció y omitió la figura de las raquetistas en sus obras sobre la pelota vasca, ocultando datos como el de que ellas tenían mayor número de licencias profesionales que los hombres. Únicamente se refirió a estas mujeres pioneras del deporte profesional en España como “lindas pelotazales [...] más propias de la cinematografía que del viril y masculino pelotear”. “[Bombín] provocó el olvido sistemático de las mujeres pelotaris en los tratados posteriores, que se hicieron eco de muchas de las inexactitudes históricas, por no decir mentiras, de las obras en las que participó”, apunta Olatz González Abrisketa.

Los mensajes misóginos hacia las jugadoras no solo se reflejaban en los libros. En un deporte en el que el público de los frontones era mayoritariamente masculino, no faltaron los comentarios machistas y despectivos hacia las jugadoras durante los partidos. “No todo el mundo veía con buenos ojos que una mujer fuese deportista profesional”, explica Gloria Aguirre. “También nos hacía comentarios sobre nuestro físico, que si un 'qué piernas más bonitas' o ´'fíjate cómo van vestidas'”, añade.

Con todo, no fue hasta la década de 1980 cuando se puso punto y final a la modalidad de raqueta. Mujeres como Gloria, la 'Txikita de Aizarna', pudieron vivir de jugar a pelota. Pero la falta de relevo generacional se hizo notar y finalmente acabaron por desaparecer. En la actualidad, sin embargo, sigue habiendo mujeres pelotaris, pero son una clara minoría y que no pueden vivir de la pelota de manera profesional, incluso ganando txapelas y campeonatos del mundo.

Es el caso de Maite Ruiz de Larramendi, distinguida como la mejor pelotari del mundo en dos ocasiones y ganadora de siete medallas en siete mundiales de pelota. Pese a ello no cuenta con la visibilidad que sí tuvieron sus predecesoras en el siglo XX ni ha podido vivir nunca del deporte de manera profesional. Además, como muchas otras, desde pequeña tuvo que combatir los prejuicios y la discriminación por ser mujer y pelotari, llegando al extremo que de pequeña le prohibiesen jugar a pelota en su pueblo. “Cuando tenía 14 años empezaron a decirme que tenía que dejar de jugar porque se me estropeaban las manos. A los chicos nadie les decía nada, pero a mí sí”. Ahora, varias de ellas han creado la primera Asociación de Mujeres Pelotaris (Emakume Pilotarien Elkartea) formada por 80 manistas y palistas federadas con la que buscan impulsar, gestionar, regular y estructurar la pelota de las mujeres, pero también dar a conocer la modalidad de pelota que se juega con pala y no solo con la mano.

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