Euskadi escribe una nueva página en la historia de la violencia política. El alto de Perurena, en Errenteria, donde hace 36 años un comando de ETA asesinó con especial saña a cuatro policías nacionales, ha sido escenario hoy de un acto de homenaje en el que un alcalde de EH Bildu -la izquierda abertzale que reúne, entre otros, a los herederos políticos de la banda terrorista- ha dado la bienvenida al hijo y a la viuda de uno de los agentes. Julen Mendoza ha reconocido además que Rentería “tenía una deuda pendiente” con esa familia. Un paso de gigante a la hora de elaborar un relato que pueda ser compartido por los diferentes actores que protagonizaron la historia del terrorismo en el País Vasco.
El acto ha quedado grabado en el idílico paraje al plantar un olivo centenario proveniente de la localidad sevillana de Olivares, de donde es oriunda la familia de la víctima, que acompañará al roble que también desde hace siglos sombrea el alto. Mendoza ha apuntado en su discurso que el olivo y el roble “simbolizan el hermanamiento del pueblo andaluz y el pueblo vasco”, y ha expresado su deseo de que esa amistad sirva para “romper las fronteras que no nos dejan ver el sufrimiento del otro”. Justo al lado se ubica el poco convencional restaurante Mugaritz, combinación de las palabras frontera y roble, en euskera.
Desde luego, tanto el alcalde de Errenteria como José Miguel, el hijo del policía nacional asesinado, también conforman una vanguardia, una nueva generación de ciudadanos que parece preparada para romper décadas de incomunicación, odio y antagonismo irracional. José Miguel, de 39 años, que se ha atrevido a volver a Euskadi por primera vez desde el atentado -acompañado por su madre, María Dolores- ha expresado el deseo de que su padre “salga del listado anónimo de las más de 800 víctimas del horror y pase al de quienes han ayudado a construir la paz; que ese sea su legado”.
La profundidad y contundencia de los mensajes que ambos se han intercambiado han hecho que muchos de los presentes en el acto no pudiesen contener las lágrimas. Entre otros, se encontraban el portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, la directora del instituto Gogora, Aintzane Ezenarro, y una larga lista de políticos del PSE, Podemos, PNV y PP. Víctimas de ETA como Maixabel Lasa, los hijos de Froilán Elespe y Manuel Zamarreño, el periodista Gorka Landaburu, el autor de Patria, Fernando Aramburu… Especialmente intenso ha sido el saludo entre José Miguel –“Gracias, es muy importante para mí que estéis aquí- y los parlamentarios de EH Bildu Pello Urizar y Maddalen Iriarte: ”Bienvenido, me alegro mucho de que hayas vuelto y veas Euskal Herria de otra manera“, le ha contestado la segunda. -”Gracias, lo necesitaba“.
El alcalde, Julen Mendoza, ha insistido en la “deuda” del pueblo con esa familia, ya que el 14 de septiembre de 1982 “se os destrozó la vida y quiero, queremos, ayudaros a recomponerla, conscientes no obstante de que el daño es irreparable, de que Antonio no va a volver”.
El primer edil de Errenteria impulsa, con el apoyo de todos los partidos del Ayuntamiento, el documento Hacia una memoria compartida, informe sobre violaciones de derechos humanos y hechos violentos acaecidos en Errenteria de 1956 a 2012. Un texto que “ha marcado un antes y un después”, ya que “por primera vez las fuerzas políticas llegamos a un acuerdo sobre cuáles son los hechos y, por tanto, las víctimas”.
Un “cortafuegos generacional”
Tras finalizar su discurso, Mendoza ha dado un sentido abrazo a José Miguel, entre los aplausos del público, lo que ha provocado que comenzara su intervención entre lágrimas: “Hay que enfrentar el pasado para mirar el futuro de otra forma, más fuerte, más limpio, aunque con la mochila cargada de males y pastillas”. Después de reconocer que “no se trata de pasar página, porque no se puede, sino de escribir una nueva, renglón a renglón, reconstruyendo la convivencia, regando la paz”, ha abogado por crear un “cortafuegos generacional que blinde a los que vienen detrás de todo lo malo que nosotros ya hemos vivido”.
Y precisamente para evitar que sus hijos, que ahora tienen tres años, los mismos que él cuando tuvo que vivir la traumática experiencia del asesinato de su padre y la huida apresurada con su madre del País Vasco, les cuenta que en el País Vasco “hay una tierra hermosa, con gente hermosa, una tierra en la que su abuela, su abuelo y yo fuimos felices una vez; donde desde hoy nunca se sentirán extraños y a la que podrán acudir sin miedos y en libertad, a disfrutar y alimentar la convivencia en paz”.
El portavoz del Gobierno vasco, Josu Erkoreka, ha remarcado que el caso de Cedillo es “especial y particularmente ilustrativo de lo que fue la dureza de la experiencia en el País Vasco durante muchos años”. También ha felicitado a la familia por saber reconducir “el dolor padecido en un propósito de trabajar por la paz, el reconocimiento y la reconciliación”.
José Miguel lo ha expresado así: “Nadie me puede devolver a mi padre, que es lo que yo querría. Lo que sí puedo hacer es que su nombre permanezca indisolublemente ligado a la paz, ayudando a construir el camino de la convivencia que él hubiera querido para mí y para sus nietos”.
Cuando se habla de los 'años de plomo' de ETA (con múltiples asesinatos en la década de los años 80), Errenteria acude inmediatamente a la memoria. La localidad guipuzcoana ha pasado de ser considerada en los ochenta como la 'Belfast vasca', un icono de la violencia de ETA, a convertirse en un motor de la paz. Superar el pasado, convivir y, sobre todo, buscar la reconciliación futura es el objetivo.
El homenaje que ahora brinda a la familia de Antonio Cedillo, un policía nacional asesinado por ETA en 1982 junto a otros tres compañeros, es una más de las iniciativas puestas en marcha por el Ayuntamiento dirigido por Julen Mendoza, de EH Bildu. Errenteria, un municipio del cinturón industrial de San Sebastián de 40.000 habitantes, alberga en su triste historia de violencia en los últimos 50 años 21 asesinatos de ETA, dos de grupos parapoliciales, cinco por disparos policiales en la Transición.....La cuenta se completa con denuncias de torturas y un ristra incontable de actos de 'kale borroka'. Entre ellos, la emboscada a una patrulla de la Ertzaintza con cócteles químicos hace 23 años, que marcó un punto de inflexión en la lucha de la Policía vasca contra la violencia callejera del entorno de ETA. “Querían quemarles vivos”. Así resume aquel ataque salvaje el fiscal que en su día llevó el caso, Luis Navajas.
El informe 'Hacia una memoria compartida' de la asociación pro derechos humanos Argituz, encargado en 2014 por el Ayuntamiento formado por EH Bildu, PSE, PNV, IU y PP, recoge estos episodios.
Julen Mendoza, elegido alcalde de Errenteria en 2011, poco antes de que ETA anunciara el cese definitivo de la violencia, es uno de los protagonistas del camino emprendido por su pueblo hacia la paz. Se acercó a los concejales del PSE y del PP; unió a víctimas de ETA, los GAL y de abusos policiales y el Ayuntamiento encargó el informe Argituz sobre las vulneraciones de derechos humanos.
Después se homenajeó a los dos concejales del PP —José Manuel Caso y Manuel Zamarreño— y al del PSE —Vicente Gajate—, asesinados por ETA. Un homenaje sincero y unánime, impensable años atrás dada la división social y el clima de crispación imperantes en Errenteria. Era la primera vez que un Ayuntamiento gobernado por Bildu reconocía solo a víctimas de ETA. Hoy, Caso da nombre a un edificio municipal y Zamarreño a un mirador a la bahía de Pasaia.
El alcalde de EH Bildu tiene claro que la convivencia y la reconciliación pasan por este tipo de procesos, pero aún hacen falta más 'Errenterias' en Euskadi.
Eduardo Azumendi