Cuando la plaza de toros de Pamplona se puso en pie brazo en alto para cantar el himno alemán en San Fermín

San Fermín, fiesta internacional por antonomasia e icono de Pamplona, suele ser promocionada con el folclorismo que le aportó un visitante extranjero, Ernest Hemingway. Pero, unos años después, cuando en la posguerra se recuperaron las fiestas paralizadas por dos años -como ahora con la COVID-19- fueron muy otros los visitantes foráneos. El 7 de julio de 1940 la corrida del día grande de aquellas fiestas fue dedicada a un pelotón de soldados de la Alemania nazi de Adolf Hitler y la plaza de toros, puesta en pie con el brazo derecho en alto, mostró sus respeto al ‘Deutschland über Alles’, el himno alemán. Y los equipos cinematográficos de la Italia fascista de Benito Mussolini grabaron encierros en aquella época lo mismo que grababan las intervenciones militares del Comando Truppe Volontarie o CTV, las tropas enviadas a España en la Guerra Civil. Los archivos, sin embargo, no recogen excesiva documentación a simple vista de estos acontecimientos históricos, no muy diferentes a la presencia rutinaria de nazis y fascistas en otras ciudades como Vitoria en aquella misma época.

En julio de 1936, a los pocos días de que terminaran las fiestas de San Fermín, se inició la Guerra Civil tras el golpe de Estado de un grupo de militares sublevados encabezados por Francisco Franco contra el régimen constitucional republicano. En Pamplona, los golpistas triunfaron de inmediato y la ciudad pronto se alineó con el nuevo régimen. Uno de los líderes de la sublevación fue precisamente Emilio Mola, luego fallecido al despegar del aeródromo de Vitoria, la base de la Legión Cóndor nazi en España, y que recibió sepultura en la ciudad. Álava y Navarra pudieron mantener sus prerrogativas forales durante la dictadura, como la autonomía fiscal y sus cuerpos policiales, los Miñones y la Policía Foral. Bizkaia y Gipuzkoa, por el contrario, fueron calificadas de “traidoras”. 

En 1937 y 1938 no hubo fiestas. En 1939, tras la victoria franquista, se recuperó la tradición a mayor gloria de los vencedores, con abundante presencia de jerarcas del régimen. Pero fue en 1940, ya iniciada la II Guerra Mundial y el holocausto -Auschwich abrió sus puertas en mayo de ese año-, cuando Pamplona decidió agasajar a un varios centenares de soldados alemanes, que participaron en actos tradicionales como la procesión de San Fermín. Bailaron jotas y fueron a los toros. El diario ‘Arriba España’, editado en Pamplona, recogía en su portada del martes 9 de julio una crónica titulada ‘Soldados alemanes en San Fermín’. Eran hechos del domingo, pero los lunes no se editaba prensa. El texto aseguraba que los visitantes, cuantificados en 300, eran “los mismos altos, silenciosos, rubios” que combatían en Praga, Varsovia y otros frentes en Europa y contrastaban con el “moreno” del patrón, San Fermín.

Pamplona los acogió “por derecho de hermandad”, según este órgano de propaganda del partido parafascista español, la Falange. “La ciudad les había invitado a participar en la fiesta” porque en la guerra Alemania contribuyó de manera decisiva para que los Sanfermines volvieran a ser posibles, según esta tesis. La capital de Navarra, además, quiso llamarles “en el día más grande y alegre” del año en la ciudad, el 7 de julio. “Mientras el ayuntamiento obsequiaba a los jefes con un un vino de honor, a los soldados les rodeaba en la calle la más viva y exaltada simpatía”, explicaba el ‘Arriba España’, que vio “sonrientes” a los nazis, que dejaron a los mozos locales sus “gorros militares” mientras ellos se pusieron las boinas rojas para bailar una jota “frenética y bulliciosa”. Por unas horas, “sajones, prusianos, bávaros y turingios fueron pamploneses de corazón”.

La jornada se remató con un “homenaje” en la plaza de toros, la misma que la actual ya que ahora se celebra su centenario. El diestro Curro Caro “les brindó su mejor mejor toro” y “todos los espectadores” puestos “en pie” se dedicaron a “ovacionar” a los nazis al son del “himno nacional” de España y del alemán. “Todo se puso a tono, el sol, la lidia y los corazones”, terminaba la crónica de este periódico. Otro diario que se edita todavía hoy, ‘Diario de Navarra’, recoge también en su edición de ese mismo día una elogiosa crónica de la visita nazi a Pamplona. En los archivos locales hay algunas imágenes de soldados alemanes en Navarra y de algunas personas con esvásticas, aunque la catalogación del material no es excesivamente precisa. ‘Diario de Navarra’ sí publicó una imagen del jefe de aquel contingente despachando con el torero Curro Caro. ‘ABC’, en sus páginas taurinas, también incorpora una referencia a este homenaje.

En el caso de la Italia fascista, hizo acompañar a sus unidades militares en la Guerra Civil de los mejores equipos de fotografía, cinematografía y redacción. Los italianos editaron desde España noticiarios o documentales y las imágenes llenaron páginas y páginas de publicaciones impresas tiradas en italiano desde ciudades como Donostia. El archivo de la Memoria Histórica de Salamanca, por ejemplo, conserva una colección completa de un fotógrafo de este equipo de propaganda que acabó en manos de un jefe militar franquista y que el Estado ha tenido que recomprar. Estos materiales son, en su mayoría, sobre lances de guerra y ‘hazañas’ del bando sublevado y de los propios italianos y se emitían en el equivalente al ‘No-do’ de aquel país. Pero también hay materiales más costumbristas.

Italia, en este caso, sí tiene catalogado más material. Y es accesible. Los fascistas, por ejemplo, tienen grabados los Sanfermines de 1939, los primeros después de la guerra. Se trata de una pieza de 84 segundos titulada ‘La tradicional corrida’ que empieza con un encierro e imágenes de una calles llenas de corredores y que sigue con una suelta de vaquillas. Antes, el 5 de enero de 1938 habían producido en Pamplona una filmación de 160 segundos con un acto de Franco. Hay también grabaciones anteriores, de los años de la II República (al menos de 1932 y 1935). Y posteriores. En 1943 se contaban las “pintorescas tradiciones”, incluida la procesión de las autoridades o corridas.

Esta complicidad se tradujo, en octubre de 1940, en la visita de Heinrich Himmler, jefe de las SS, a Donostia o Alsasua. Eran los preparativos para el encuentro de Franco con el propio Hitler, que se celebró en la estación de tren de Hendaya, que está justo al otro lado de la muga entre España y Francia en Irún. La derrota de Italia y Alemania en la II Guerra Mundial propició un giro en las alianzas internacionales del franquismo y un borrado del pasado previo de amistad y apoyo a los regímenes nazi y fascista para sobrevivir hasta 1975.