“No consta acreditado que la denunciante durante las referidas relaciones sexuales se encontrase en una situación de 'shock' o bloqueo que le hubiese impedido comunicar a los cinco acusados, si así lo hubiese querido, que su deseo era el de no mantenerlas”. La frase del juez Ricardo Javier González González resume el espíritu del voto particular de la polémica sentencia de la Audiencia de Navarra contra los cinco integrantes de la 'manada'. Y explica la indignación que ha tomado las calles de Pamplona, de toda España e incluso de ciudades como Londres.
El veterano magistrado no solamente no ha apreciado una agresión sexual en los hechos ocurridos en los Sanfermines de 2016 sino que ha abogado abiertamente por absolver a los jóvenes andaluces. Más aún, ha criticado que la condena -por mucho que sea menor que las exigencias de la víctima y de la Fiscalía- se apoye “en la mera 'creencia' en la palabra” de la denunciante “a modo de acto ciego de fe”. “No basta creérselo, es necesario explicar por qué es objetiva y racionalmente creíble”, argumenta.
¿Quién es el juez González? “Está muy mal considerado”, dice abiertamente de él un fiscal. Durante el proceso, ya había discrepado de sus compañeros de tribunal para posicionarse abiertamente a favor de la excarcelación de los acusados porque “adolecía de falta de motivación” la prisión provisional. Era premonitorio.
González, en el juicio, preguntó precisamente a la víctima por sus “manifestaciones” para dejar claro a sus agresores que estaba en 'shock' y que no daba consentimiento para los abusos sexuales. El “no reaccioné” que le contestó la joven, que hoy apenas cuenta 20 años, le bastó para construir su argumentación de que no se puede probar, ni siquiera, que cinco varones abusaron de una adolescente sola.
Madrileño de 58 años, está casado y tiene dos hijos. Es juez desde 1986, como marca la tradición de su familia, y ha pasado por la Comunidad Valenciana, por Castilla y León y por Euskadi hasta recalar en 2001 en la sección segunda de la Audiencia de Navarra. Quienes le conocen no destacan de él precisamente su talante conciliador. “Es el típico juez desastre”, abundan las fuentes consultadas. “Las referencias no son nada positivas”, añade un compañero de la carrera judicial.
Una sentencia que “chirría”
Muchos juristas han mostrado interés en conocer el detalle de la (larga) sentencia conocida este jueves en Pamplona. “Lo de los abusos chirría bastante”, opina un magistrado que prefiere preservar su anonimato. Y añade: “En los casos límites influyen, sin ninguna duda, elementos culturales y bagajes ideológicos”.
Abusar sin violencia -explica- sería tanto como aprovecharse de una mujer dormida, pero en ningún caso someter a una persona entre cinco, algo que ya llevaría implícita la intimidación y la superioridad, argumenta este juez. “En este tipo de situaciones límites siempre hay un trance de crisis o 'shock', eso es incuestionable por la experiencia que hemos visto en tantos casos”, indica.
“De todos modos, los compañeros tenían un papelón”, agrega. Quizás fue un “error” desarrollar el juicio a puerta cerrada. Con vistas abiertas, la sociedad habría recibido de primera mano “más razones más allá de lo que se reflejaba desde las partes a la opinión pública” antes del jarro de agua fría que ha supuesto el fallo.