La expresión poner toda la carne en el asador puede tener un sentido dramático, más si hablamos de El mercader de Venecia. El clásico de William Shakespeare tiene una cita este viernes (20:00 horas) con el Teatro Gayarre de Pamplona, a donde llega de la mano de la compañía Noviembre, ya experimentada en representar las obras de El Bardo inglés tras Hamlet (en 2004), Noche de reyes (2012) y Otelo (2013). Y El mercader de Venecia viene como anillo al dedo, como suele ocurrir con Shakespeare, a la situación actual, cuando, por ejemplo, las hipotecas se cumplen al pie de la letra porque eso marca la ley, pero no la cordura. El actor Arturo Querejeta (Logroño, 1956) es el encargado de representar esas aspiraciones y esa venganza como Shylock, el prestamista de la función, y el intérprete repasa las múltiples lecturas del personaje.
La compañía Noviembre vuelve a representar a Shakespeare. ¿Qué tiene este autor para parecer siempre de actualidad?
Por eso les llamamos clásicos, porque hacen referencia a las grandes preguntas del ser humano, sobre el amor, la muerte, la pasión, la envidia… Es un seguro para cualquier compañía y cualquier personaje de Shakespeare es una maravilla para cualquier actor. Y, en este caso, El mercader de Venecia sentó las bases de lo que ahora llamaríamos la ingeniería financiera: cuando un contrato entre dos partes incluye cláusulas tan abusivas que pueden afectar a los derechos fundamentales de la persona y, en este caso, de la propia existencia. Porque a nadie se le escapa que Shylock, al exigir que se cumpla el contrato, pone en riesgo la vida de Antonio, ya que el contrato contempla que se cobre una libra de carne del cuerpo de Antonio [la clave del argumento es que Antonio, un mercader, fía dinero a un amigo, Bassanio, a través de Shylock, que le exige un pago en carne en caso de demora]. El gran trasfondo es hasta qué punto las cosas legales pueden ser justas. Y, ahora, todos los días nos desayunamos con este tipo de problemas.
¿Cuántos Shylock encontramos hoy en día?
A porrillo. Hablamos de un texto de hace 400 años y, sin embargo, ahora vemos cómo baja el Euríbor y tú sigues pagando lo mismo y no tienes derecho a nada porque hay una cláusula suelo. Son tantas y tantas prácticas abusivas… Y hay que recordar que a Shylock el sistema le avala y lo que alegan es que, si no se cumplen los derechos de los prestamistas, el sistema se caería, que es lo que nos dicen continuamente con la crisis. Es paradójico que, si tú no pagas la hipoteca, te desahucian, pero si un banco cometen malas prácticas, hay que salir a rescatarlos. ¿Cuántos Shylocks hay? Vete a la calle y empieza a ver sucursales bancarias.
¿El mercader de Venecia tiene más que ver con el poder que con el dinero o la avaricia?El mercader de Venecia
Tiene una virtud, que es la mezcla de comedia con el drama, incluso de tragedia. Porque, por un lado, tenemos una comedia romántica divertidísima y un canto a la generosidad y la compasión entre los seres humanos y, por otro, está la parte del judío prestamista Shylock, que representa la venganza y la crueldad.
Una cuestión delicada de este texto es que siempre se habla del judío Shylock, y por eso se ha tildado tradicionalmente a la obra de antisemita.
El tratamiento de la figura de un judío siempre es complicado. En la compañía Noviembre, al menos, intentamos huir de los personajes de cartón piedra, y no reducir ese papel al judío prestamista que está todas las noches contando el dinero. Porque, al igual que está esa parte oscura y negativa, también hay que tener cuenta que en el otro lado de la balanza está que es un pueblo perseguido, que vivía en un guetto y que era constantemente insultado y escupido. Nosotros exponemos, y es el público el que debe sacar sus propias conclusiones.
¿La parte oscura de los personajes no es, siempre, más interesante?
Sí. El malo siempre es como más agradecido. Pero no hay personajes tan tremendos que sean de una sola lectura. Todos nos encontramos con gente así en la calle: con aquellos que no sabemos cómo pueden tener un comportamiento tan ruin y, por otro lado, ser buenos padres de familia y querer mucho a sus nietos.
Usted, ¿por qué daría una libra de carne?
(Ríe). La daría por que la crisis se terminara de una maldita vez y que todos llegáramos a un consenso sobre qué tipo de sociedad queremos construir. Estamos asistiendo a algo terrible, que es que la política sea una parte de la economía, está bajo sus auspicios, y la economía a su vez también ha sido fagocitada por lo financiero, que no tiene por qué ser la economía productiva. Daría una libra de carne y un brazo entero para que esto se solucionara y que las cuestiones fundamentales que arropan a un ciudadano estén solucionadas.
En su caso y en el de la compañía Noviembre, sin embargo, a pesar de la difícil situación de la cultura, ha formado parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. ¿Son una excepción?
La situación es muy complicada, como cualquier otro sector. Pero dedicarse a la cultura en este país es casi de kamikazes. Una compañía privada como la nuestra, con diez actores en escena y un piano, y menciono al piano porque el piano cobra más que ninguno (hay que montarlo y afinarlo en cada plaz)a, y con 16 personas de gira es complicadísimo. Sería aburrido ya hablar del IVA del 21%, pero es un navajazo en la yugular. Han conseguido la inactividad, y hay que recordar que el 21% de 0 es 0. Y, curiosamente, vemos que el público acude, y para él tiene que ser un esfuerzo tremendo pasar por taquilla. Por eso en producción ya nos han dicho que no podían asumir el coste de nóminas y nos hemos tenido que bajar el sueldo dos o tres veces. Y esa es la única manera de tirar para adelante; creemos en esto, no hay otra razón.