Luisa López Gutiérrez es periodista, escritora y madre de dos bebés: Inés, de tres meses, y Miguel, que murió antes de nacer. Sufrió lo que se conoce técnicamente como una “muerte perinatal”, un término que engloba el final de la gestación y los primeros días de vida. Cuando Luisa dio a luz a Miguel, ocho meses de embarazo y un parto después, lo cogió en brazos por primera vez para despedirle. Volvió a casa en compañía de su pareja, pero sin el bebé. Entonces comenzó el duelo más difícil en la existencia de unos padres: superar la muerte de un hijo al que nunca han visto vivir.
De esta experiencia, que en sus propias palabras “cambió radicalmente” la vida de la periodista, nace Mi bebé estrella, un libro en primera persona que rompe el tabú sobre la muerte perinatal y que detalla el proceso psicológico que atraviesa una mujer a la que en una revisión ginecológica rutinaria le llegan como un eco lejano las palabras “no hay latido”.
Dice en el libro que el día en que le comunican que el corazón de tu hijo no late, pierde el miedo a la muerte. ¿Lo has recuperado?
Sí, lo he recuperado. Con el tiempo volví a tenerle miedo a la muerte. En el primer momento, cuando vas a una revisión y te dicen que no hay latido sientes que si te mueres, te da igual. Llevaba ocho meses con mi hijo dentro, así que hubiera dicho: vale, me voy con él. Soy una persona creyente y necesitaba sentirme cerca de él, estar con él. Pero después, cuando integré el proceso de duelo en mi vida y avancé, volví a encontrar la felicidad.
¿Logró ser feliz antes del nacimiento de su segunda hija, Inés? ¿O ella fue determinante para reconciliarse con la vida?
Conseguí ser feliz antes de llegar a ser madre por segunda vez. Quiero ser honesta con la gente. Parece que la nuestra ha sido una historia con final feliz porque he sido madre de nuevo, pero esta no es la única razón. Hoy, no todas las mujeres desean ser madres, o quieren pero no pueden, y tienen que saber que no es una condición imprescindible para volver a ser feliz después de la muerte de un hijo. El razonamiento de mucha gente es: qué bien que se haya quedado embarazada porque así puede olvidar al hijo que perdió. Ni se olvida, ni se sustituye. Es una frase que hace mucho daño.
Dedica un capítulo entero a hablar de estas frases que escuchan las mujeres que han pasado por una muerte perinatal y que provocan un sufrimiento añadido a la pérdida. Da la sensación de que el libro 'Mi bebé estrella' es una llamada a la comprensión del entorno y de toda la sociedad.
No he escrito este libro para decirle nada nuevo a una mujer que haya pasado por esto, porque ya sabe lo que se siente. A mí me gustaría que el libro lo leyese el entorno. Esa persona que tiene que encontrarse en la oficina con una madre que ha perdido a su hijo antes de nacer, la vecina que se la encuentra en el portal o la propia familia. Aunque con las mejores intenciones, unas palabras mal elegidas pueden ser un mazazo. “Ya tendrás otro hijo, no pasa nada”, “no lo pienses, no llegaste a convivir con él”, “menos mal que fue ahora y no cuando hubiese nacido”, etc. ¿Decimos “olvídalo” o “ya lo reemplazarás” cuando muere una persona mayor? ¿Por qué se quiere borrar la identidad de estos niños? Un hijo es irremplazable. Estás atravesando un proceso psicológico muy difícil y cualquier cosa puede desestabilizarte. Es mejor un abrazo, una mirada, incluso un silencio que una frase mal ejecutada.
¿Ha tenido la asistencia psicológica que necesitaba antes del parto, durante y después, cuando vuelve a casa sin su hijo o cuando recoge los resultados de la autopsia?
La atención psicológica es, creo, una de las asignaturas pendientes en la atención de la muerte perinatal y es la única pega que puedo ponerle a mi proceso. Tuvimos la suerte de estar muy bien atendidos y acompañados, se cumplieron a rajatabla los protocolos para estos casos, nos dieron todas las indicaciones, pudimos ver a nuestro hijo… pero de puertas para fuera del hospital, nada. Fui al psicólogo, pero privado. Recuerdo como un momento especialmente oscuro, como dices, el que fui a recoger los resultados de la autopsia. Me encontré con el acto más frío que pudiera haber imaginado. Me asomé a una ventanilla en la que había una chica con unos auriculares, se quitó uno para preguntarme qué quería, le dije que recoger la autopsia de mi bebé y me entregó el sobre sin mediar palabra. Fíjate que ya habían pasado dos meses y ya podía salir a la calle relajada, pero cuando salí del hospital me derrumbé y no paré de llorar en el camino a casa. Llamé a un amigo ginecólogo para que me descifrase lo que ponía en aquel papel, para saber por qué había muerto mi hijo. Me hubiera gustado que un médico especialista en el hospital me lo explicase.
¿Se ha culpado de la muerte del bebé?
Sí, desde que nos dan la noticia hasta que nos dan la autopsia no paro de culparme continuamente. Si comí algo que me pudo subir la tensión, si al dormirme pude haberlo aplastado… se te pasan mil cosas por la cabeza. Después me di cuenta de que es un sentimiento compartido por todas. La autopsia fue importante para racionalizar lo que nos había ocurrido, saber la causa. Es muy frustrante que se muera el bebé que tú llevas dentro.
¿Cómo gestionó el miedo a volver a sufrir un episodio así cuando se quedó embarazada de Inés, además, en pleno estado de alarma por la pandemia?
Tuve muchos momentos de obsesión, me despertaba por las mañanas y me colocaba del lado izquierdo, hasta que no sentía una patada no me levantaba de la cama. Tanto yo como el resto de la familia quedamos muy traumatizados con el fallecimiento del niño porque además, unas horas antes, yo había sentido que no se movía. Al quedar embarazada de Inés todos trataron de transmitirme mucha paz, pero no podíamos dejar de estar pendientes cada día de que se moviera dentro de la barriga. Además estábamos todo el día en casa por el confinamiento. En general, desde que empecé a notarla hasta que di a luz sufrí mucho estrés. Después de haber pasado por algo así es muy difícil apartar el miedo y no obsesionarte con saber que tu hijo sigue vivo.
Reconoce que no es bueno obsesionarse con los contratiempos, pero también se muestra contraria a la idea inocente del embarazo de que “todo va a salir bien”.
Pensar que todo va a ser maravilloso también hace mucho daño. No todo en la vida tiene por qué salir bien. Puede salir mal y hay que ser consciente. Conozco un caso muy cercano de una madre que tuvo una segunda muerte perinatal cuando iba a dar a luz a su segundo hijo. El entorno te dice: “mujer, no pienses esas cosas”. Pero hay que mantener el raciocinio, cuando pasas por algo así pierdes la inocencia que sientes en el embarazo.
Cuenta que en un principio no quiso ver al bebé, pero que después cambió de opinión y despedirse de él fue la mejor decisión de su vida.
Después de dar a luz, la primera sensación es de miedo absoluto. Mis palabras fueron: no quiero verlo. Pero las matronas se sentaron a hablar conmigo, me explicaron que lo que iba a ver era mi hijo y que la imagen de mi hijo nunca me iba a dar miedo. Es importante para iniciar el duelo. Estuve en shock desde la revisión hasta que parí, no me caían lágrimas, estaba alucinada, no era consciente de lo que estaba sucediendo, no podía tomar decisiones. Fue después, hablando con personas que tratan muchos casos de muerte perinatal cuando me dicen que la inmensa mayoría de las mujeres que no han querido verlo, a la larga, se arrepienten. Lo bueno es tener esa libertad de poder elegir si verlo o no, pero falta mucha información.
¿Qué papel juega una misma en su propia recuperación?
Yo tenía unas batallas internas tremendas, quería estar bien pero me ponía trabas para ello. Si tengo que destacar algo en nuestro proceso es la fuerza de voluntad. Luché muchísimo. Mi marido y yo nos dimos un plazo de una semana para estar en la cama llorando, viendo películas, lo que fuera, pero en una semana me puse a hacer cosas. Hice una lista porque, según el psicólogo, estar entretenida el mayor tiempo posible era clave para avanzar en el duelo. Empecé a escribir, verbalizaba mis sentimientos y así los entendía. Mi pareja también ha sido un pilar fundamental, pero lo más importante es tu actitud ante la pérdida.
¿Y qué papel juegan las otras mujeres que han pasado por lo mismo?
Para mí, el más importante. Acabo el libro diciendo que han sido mi moral. Desde que me pasó esto tengo contacto con muchísimas madres en la misma situación que me han ayudado muchísimo. Cuando te preguntas si volverás a ser feliz y alguien que ha pasado por lo mismo te dice que sí, te reconforta. Ahora soy yo la que estoy hablando con madres que han pasado por algo así, les cuento cómo ha sido el proceso, intento ayudarlas. Para mí fue muy importante la red de apoyo que encontré, aunque fuera virtual, es una red de protección. La sororidad es una de las cosas más bonitas que me he encontrado en este proceso.
Dice en el libro: “A veces nos cubrimos con un manto de sobreprotección porque pensamos que las cosas que nos pasan nos hacen daño, pero estamos equivocados, la mayor parte de las experiencias de nuestra vida nos hacen llegar a la verdad”. ¿A qué verdad le ha llevado la muerte de su hijo Miguel?
Esa verdad es que se puede vivir feliz con muy poco. Cuando te pasa algo así se te revela lo verdaderamente importante. Tener a tu familia sana, ver a tu hija dormida en la cuna de al lado de tu cama... Con esta experiencia descubrí muchas cosas, mi vida cambió radicalmente, empezamos a vivir con más humildad, con más paz y dejamos, realmente, de darle importancia a lo superficial. Aprendimos también a valorar el tiempo, a aprovecharlo y vivir por encima del miedo. Creo que la pandemia nos está revelando a todos algunas de estas cosas, sencillas. Nadie nos había dicho lo maravilloso que era, por ejemplo, tomar un simple café con nuestros amigos. En fin, de mi hijo Miguel aprendí otra forma de vivir.