Desamor adolescente: guía de supervivencia para los padres y madres que creían que nunca llegaría ese momento

Patricia Gea

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Una ruptura de pareja en la adolescencia es como el Apocalipsis, hay destrucción, desolación y miedo por todas partes. Por eso, aunque es lo habitual, no es el mejor momento para empezar a hablar de amor y desamor con nuestros hijos. Habría que hacerlo antes. Atraviesan en estos años una etapa tan compleja que, en palabras de la psicóloga infanto-juvenil Elena Daprá, los adultos “solo somos capaces de ponernos en su lugar cuando hay algo que supone un espejo para nosotros”, cuando una determinada situación hace de repente ‘click’ en nuestra memoria, pero no el resto del tiempo.

No nos hacemos a la idea de la intensidad con la que vive un adolescente todo lo que le sucede, especialmente el amor, y por eso, los padres y madres, aunque cargados de buenas intenciones, normalmente abordan este tema solo cuando no queda otro remedio. El resultado es que en general “no saben cómo afrontar la situación que están viviendo sus hijos”, dice la experta. “En pocas palabras, digamos que los chavales entran a una relación con muchísima emoción pero sin cerebro”. Y nosotros, los adultos, no sabemos muy bien cómo guiarles.

El primer punto del decálogo del desamor adolescente es que se vive como una experiencia muy dolorosa, con mucha intensidad emocional. “Para ellos es como si se acabara el mundo”. Daprá explica que lo ven así, de forma un poco tremendista y catastrofista, porque “carecen de experiencias previas como para saber relativizar las consecuencias y el propio sufrimiento”. Como están empezando a 'experienciar' su contexto y las relaciones no saben que después de una pareja que se rompe pueden venir otras. Su aprendizaje hasta el momento es que “ese amor es el único que tenía”.

En palabras traducidas para los progenitores: para tu hijo o hija adolescente esa ruptura es muy importante, no la banalices solo por que es muy joven. “Restarle importancia no funciona y tampoco recurrir a frases hechas como que ‘ya vendrá otro’ o ‘hay más peces en el mar’ porque no sirve de nada”. Como subraya la experta, eso solo sirve para consolar a los adultos porque ya tenemos otras referencias y vivencias, pero, repite, ellos no. Para comprenderles honestamente hay que “mantener el enfoque en su experiencia, no en la nuestra (ya adulta)”, añade la psicóloga Mónica Roa en una publicación en la plataforma Familias Ahora.

Ya sabemos que nuestra hija e hijo está atravesando un momento doloroso e importante para él, lo tomamos en serio y tratamos de ayudarle. Pero, ¿cómo se hace? ¿Le dejo su espacio o me involucro en su recuperación? Según la experta lo conveniente es “primero dar un poco de tiempo y espacio para que vayan cerrando las heridas ya que hay muchos adolescentes que prefieren vivirlo en soledad”. Después de unos días de tristeza, en los que pueden no querer salir de su habitación o de la cama, lo mejor es tratar de volver a la normalidad y recuperar las rutinas. Roa aconseja en Familias Ahora proporcionarles “pequeñas distracciones e invitarles a darse un descanso de las redes sociales durante un tiempo”. Algo que, reconoce Daprá, es muy difícil de controlar a día de hoy.

El diccionario de la Generación Z tiene su propio término, 'stalkear', para definir la labor de espionaje que muchos llevan a cabo para ver lo que hacen o publican las personas de su entorno, también sus ex, en las redes sociales. “Cotillear lo que hace tu expareja no te hace bien pero es un acto impulsivo, y un adolescente, en términos generales, es un ser impulsivo. La capacidad de autocontrol se desarrolla con la educación emocional y la experiencia”. En todo caso, aun sabiendo que 'stalkearán' a sus ex, prohibirles coger el móvil no es útil porque “otra cosa que define a la mayoría de los adolescentes es el desafío a lo prohibido”. Hay otras herramientas que los padres sí tienen en su poder y que pueden hacen a sus hijos menos amargos los días de desamor.

Evitar críticas a la expareja y vigilar la ira

Por ejemplo, evitar hacer críticas o comentarios negativos sobre la expareja. La psicóloga señala que “se trata de un momento de fuerte vulnerabilidad y hay riesgo de que la persona acumule rabia contra sí misma o contra el otro”. Esto impediría sacar un “provecho” de la ruptura y utilizarla para crecer a nivel emocional y madurativo. En los pocos ratos que los padres encuentren para dialogar, recomienda Daprá, pueden “compartir alguna experiencia de desamor que ellos hayan vivido, rememorarlo y hacerse acopio de lo que sintieron, con qué intensidad lo sufrieron y cómo hicieron para gestionarlo”.

Aunque reconoce que, llegados a este punto, la experiencia personal del progenitor puede no resultar beneficiosa si este no supo manejar con éxito la relación o la ruptura. “En consulta me llama la atención, por ejemplo, el propio concepto de amor y desamor que tienen los padres. Hay algunos que siguen transmitiendo a sus hijos que ‘si tu pareja no está todo el día disponible para ti, eso no es amor', o que si te quiere ‘tiene que luchar’ por ti”, cuenta. Dar un buen consejo en estos momentos no es tan fácil como parece.

Trataremos entonces de tomar otro camino y comprender el proceso de duelo que atraviesan los adolescentes tras una ruptura. ¿Qué tenemos que esperar del comportamiento de nuestros hijos? “Atraviesan las mismas cinco fases de todo proceso de duelo”, afirma la psicóloga. Primero vienen la negación –esto no me ha ocurrido a mí- y la ira. La ira puede proyectarla en su expareja –‘Menganito es un idiota así que menos mal que me ha dejado’- o sobre sí mismo, lo que “sería más peligroso porque puede traer problemas de autoestima, inseguridades o ansiedad”. La tercera fase es la de la negociación, en la que tienen que conjugar sentimientos contradictorios. Normalmente no sale bien y entran en la fase de depresión, en la que lo más característico es el llanto ya que “se está asimilando que la otra persona no va a volver”.

Con algo de tiempo, un día, de pronto, lo han asumido y completado el duelo con la última fase, la aceptación. “Los padres pueden ayudar a cicatrizarlo preguntándoles qué han aprendido de la relación, qué cosas le gustaría tener en su pareja y cuáles no, cómo creen que debería ser una pareja, etc.”. Este es un trabajo que, en realidad, insiste Daprá, debería de hacerse desde antes de la ruptura. “Diría incluso que desde que son pequeños. El mejor momento para hablar del amor no es cuando se da el desamor. Y tampoco podemos olvidar que los padres ponemos el modelo, los niños y jóvenes van a copiar lo que hagan las parejas que tienen como referencia. El amor también lo pasamos de unas generaciones a otras y debemos tener cuidado porque no hay nada como el amor para movilizar a alguien, mucho más si es adolescente”, concluye.