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Padres que no esconden que necesitan tiempo para cuidar de sus hijos

Javier vive en Barcelona y trabaja en un centro cultural. Tiene un hijo de tres años que se llama Jero. Desde hace un tiempo ha optado por llevarlo a cuestas a todos los sitios que va. “En una ocasión el director de un centro de arte que venía de visita nos dijo a mí y a otros que veníamos con los niños encima que éramos unos padres progres”. Lo que describe Javier es un prejuicio extendido en muchos trabajos: se asume que los hombres están libres de responsabilidades de crianza.

Javier tiene claro que no está bien visto: “Casi nunca he sido cuestionado abiertamente pero me encuentro con la necesidad de tener que justificar que soy igual de buen profesional aunque vaya acompañado de mi hijo”. En su caso ha ido más allá y cuando lo invitan a formar parte de un evento fuera de su ciudad lleva a cabo dos tácticas. La primera es dejar claro que no puede responder hasta que no negocie con su pareja si pueden encajarlo. Es una forma interesante de no dar por hecho que el hombre puede aceptar sin más cualquier reto profesional que implique desplazarse porque quizás en su vida doméstica no sea posible.

La segunda es pedir honorarios extra para poder suplir su baja. “En una ocasión, un Ayuntamiento aceptó mi petición y me pagaron más”. En este caso, cuando no se cuenta con una red familiar que se haga cargo del cuidado de los niños, si la pareja que se queda mientras la otra persona viaja tiene un trabajo con unos horarios que hacen incompatible la crianza, la externalización pagada de los cuidados se convierte en la única opción.

La conciliación entre vida profesional y vida personal es un asunto que afecta transversalmente a cualquiera que se embarque en un proyecto de crianza. Para Javier de Domingo, socio de AHIGE (Asociación de Hombres por la Igualdad de Género) además de psicólogo fundador del movimiento Si los hombres hablasen, la clave está en el concepto de corresponsabilidad: “Cuando consultas la definición de corresponsabilidad, se da por hecho que es entre las dos partes de una pareja. Pero no dice que tenga nada que relacione esa responsabilidad compartida entre individuo y colectivo, entre trabajador y empresa. La corresponsabilidad debe entenderse aludiendo a la pareja, a la empresa y a la clase política. No puede por tanto ser concebida únicamente como que el hombre se incorpore al mercado hogareño sino cómo la empresa se incorpora al hogar”.

Esto justo es algo que ha afectado mucho a David. Él vive en Madrid y trabaja en la industria audiovisual. Actualmente es autónomo pero reconoce que su tarjeta de visita es su hija Victoria, ahora de siete años: “Yo me caracterizo por decir antes que soy padre de una niña que explicar a qué me dedico”. Reconoce no haber tenido demasiados problemas al respecto a pesar de que se percibe como una excentricidad: “Es como si tuviera un fetiche raro, ¿no? El tío loco que se lleva a su hija a reuniones de trabajo para que le dé suerte. No se suele concebir la necesidad vital de llevar a tu hija a cosas de curro”.

De nuevo, al tratarse de un trabajo creativo, la facilidad para encajar lo profesional con lo personal es más sencilla. David apunta hacia una reflexión interesante: “Curiosamente creo que se ha respetado mucho más que lo hiciera por ser hombre, se veía como algo original y cool”. Visibilizar el tener una hija es la única forma de dejar claro que es imposible mantener a los niños alejados de espacios profesionales que cada vez más se difuminan con lo personal: la bandeja de entrada y tu hija tienen en común que ‘siempre están ahí’, incluso cuando no estás con ellas.

No es solo una cuestión de individuos

Aunque en algunos países las políticas de conciliación son más favorecedoras que en España, lo cierto es que encontramos muchas similitudes en situaciones de padres que tratan de equilibrar las facetas de su vida. Un estudio de Eurostat señaló que “en todos los Estados miembros, hay una proporción mucho mayor de mujeres que de hombres que realiza las tareas relacionadas con el cuidado de los niños, las tareas domésticas y la cocina”. Concretamente, en la UE en 2016, el 92% de las mujeres de 25 a 49 años (con hijos menores de 18 años) cuidaba a sus hijos diariamente, en comparación con el 68% de los hombres. Por otra parte, el 79% de las mujeres cocinaban y/o realizaba tareas domésticas diariamente, en comparación con el 34% de los hombres.

Hay ocasiones en las que se trata de falta de voluntad, pero tal y como indica Javier de Domingo, “las dos partes de la pareja pueden intentar ser muy corresponsables pero si el entorno no favorece y no ayuda, de poco sirve. Y al final la responsabilidad se carga sobre los individuos”.

Charlie vive en Londres. Trabaja como investigador freelance. Su hija Ethel está a punto de cumplir un año y aún hay mucha gente que no entiende por qué no trabaja los jueves. Fue una de sus estrategias para tratar de conciliar vida profesional con crianza y asuntos personales. “Una vez lo avisas no hay tanta extrañeza. Porque al final ser freelance es cumplir una serie de tareas u objetivos, la gente no suele meterse demasiado con el cómo”.

Sin embargo, para Charlie la crianza ha supuesto un cambio radical que no se esperaba. “Recuerdo cuando en las clases de preparación al parto nos decían que un bebé consume 45 minutos de cada hora de nuestras vidas. En aquel momento pensé que era una tontería, pero ahora me he dado cuenta de que es verdad”. Lo que Charlie describe es lo que muchas madres y padres ya saben: incluso cuando el bebé está dormido, hay cientos de cosas por hacer: poner lavadoras, lavar biberones, comprar pañales, reponer la crema hidratante por si se le irrita alguna parte de su cuerpo, hacer comida sana para evitar comprar los potitos de grandes marcas que incluyen azúcares…

Charlie reconoce que ha eliminado la procrastinación de su vida profesional, pero también han desaparecido la mayoría de espacios de socialización: “Antes por trabajo iba a muchísimas cosas: inauguraciones, conferencias, presentaciones de libros... todo eso se ha acabado. Si creo que no me va a reportar dinero, directamente no lo hago”.

A pesar de que Charlie tiene el privilegio de que su pareja sigue de baja y esto le permite trabajar de 9:00 a 17:00 en una oficina los lunes, martes, miércoles y viernes, reconoce que muchos días no tiene energías para nada más cuando llega el final del día. “Trato de decir que no mucho más que antes, de ser selectivo. Pero aún así, me cuesta porque no quiero decepcionar a nadie en el trabajo. Lo cierto es que no sé cómo lo hace cierta gente para mantener trabajos creativos y dedicarse a la crianza”. Y es que la crianza es más que un trabajo de 40 horas a la semana.

Eso mismo le ocurre a Lukasz. Trabaja en TV con un horario entre 9:00 y 15:00 y luego de 17:00 y hasta las 19:00. En sus ratos libres escribe y trata de sacar más ingresos como guionista y ensayista. Viviendo en Varsovia y especialmente en invierno tiene que pasar muchas horas en casa. Su pareja lleva su propio negocio y tiene que pasar mucho tiempo fuera, así que generalmente todo requiere de una planificación previa que suele hacerse durante el fin de semana anterior.

Así que durante muchas tardes, Lukasz se hace cargo de Helena, su hija de cuatro años y medio. “En muchas ocasiones cancelo reuniones porque me las proponen a horas incompatibles con la crianza. Últimamente de hecho lo que hago es invitarlos a mi casa. Algunas veces lo entienden y otras veces no. Pero yo estoy cansado de tener que explicarlo. Es así y punto”.

Pero mantener una reunión de trabajo rodeado de juguetes y con una niña no es sencillo. Por más que trates de aleccionar a un niño de que debe respetar tus tiempos, su deseo de pasar tiempo contigo y su limitada capacidad para memorizar este tipo de necesidades adultas hacen que las demandas sean continuas. “Las reuniones pueden ser muy divertidas en ocasiones. Estás en medio de una discusión super-profunda cuando te interrumpe tu hija para decirte que tiene caca”. Inevitablemente las reuniones tienen que ser cortas necesariamente y los interlocutores deben estar preparados para aceptar las condiciones de la misma. “Siempre le digo a Helena que estaré con ella en un rato y trato de que así sea. Pero también quiero que entienda que cada uno necesita tiempo para sus cosas”.

“Ellos confían en mí”

Menno vive en La Haya y trabaja en Amsterdam, a unos 45 minutos en tren. Ahora mismo tiene dos hijas de 4 y 1 año respectivamente. Trabaja en una Fundación que antes de que fuera padre aceptó que trabajara una hora menos cada día en la oficina y lo hiciera desde casa: “Fue algo que empezó para facilitarme el desplazamiento. Pero una vez fui padre se mantuvo y tiene mucho sentido para mi, porque me permite llegar a tiempo cada día para hacerme cargo de ellas una vez salen de la guardería”.

Menno da en la clave de lo que parece ser una obviedad pero que en ciertos contextos convencionales de trabajo no es tan común: “Se basa en la confianza. Ellos confían en que yo voy a trabajar esa hora en casa y yo me comprometo a hacerlo. Es cierto que hay veces que trabajo una hora, otras veces ninguna y lo compenso en otros momentos. Pero si se trabaja por objetivos y hay confianza mutua, se puede hacer”. Pero Menno y su pareja pueden organizarse así porque sus hijas están en la guardería (financiada casi enteramente por el Estado) de 7:50 a 17:35 diariamente. “Si no pudiera salir una hora antes, probablemente no podría recogerlas. Y ahora mismo soy el que las lleva y las recoge. Una vez se duermen y hemos cenado, trabajo a partir de las 22:00”.

En parte del ámbito anglosajón, a la conciliación entre lo doméstico y lo laboral se la conoce como “work-life balance”. Una distinción curiosa, teniendo en cuenta que en las sociedad contemporánea, la mayor parte de herramientas nos empujan hacia el trabajo non-stop y el estar disponibles y ‘en línea’ todo el tiempo. Sin embargo, la exclusión de la palabra ‘vida’ de esa combinación desvela el gran reto que hay al respecto de la crianza: que se considere como algo central y no como algo periférico que puede hacerse casi que en el tiempo residual.

De hecho, para Javier de Domingo, además de parejas comprometidas con la igualdad, son las empresas las que deben mover ficha “Esto va a ser un cambio sí o sí. Va a cambiar el tejido empresarial, como lo digital en su momento. El tema de género va a ser crucial y quién no se adapte se quedará atrás. Habrá incluso departamentos de prevención de riesgos machistas y las empresas desarrollarán políticas (internas y externas) para evitar estos problemas”.

Mientras tanto sigue siendo fundamental que haya padres que se enfrenten al estereotipo y visibilicen la importancia de combinar crianza con trabajo. O si no, ¿cómo creen que ha sido posible escribir este reportaje?