Un grupo de amigos está sentado alrededor de una mesa. De repente, una mujer anónima se acerca a una de las chicas del grupo para decirle que tiene unos ojos muy bonitos. Después, le pide que le dé un beso. Ella, extrañada, no sabe qué hacer. La reacción de sus amigos es decirle que no sea antipática. El resultado es que la mujer, a la que no conoce de nada, le acaba dando un beso sin que ella le dé permiso. Una situación que sería incómoda e inexplicable para cualquiera que la viera desde fuera. Pero que no se percibe de la misma manera cuando el objetivo es un niño. Que incluso puede recibir una regañina por mostrarse distante con un desconocido.
Escenas como la de exigir a un niño que bese a alguien que es ajeno a su vida, obligarle a comer cuando no quiere o no acudir a él cuando está llorando se ven a diario. Y son impensables con un adulto. Eso es lo que ha querido mostrar la psicoterapeuta Beatriz Cazurro, que ha lanzado el proyecto En Sus Zapatos, una serie de vídeos en los que muestra escenas cotidianas que le ocurren a los más pequeños, y publicados en los días previos del Día Universal de los Derechos del Niño, celebrado este 20 de noviembre. Unas escenas que están protagonizadas por adultos, y pensadas para concienciar de que ciertas maneras de educar pueden tener consecuencias en el futuro para los niños.
La psicoterapeuta tiene claro que los pequeños “sienten las cosas como los adultos, pero les cuesta más expresarse porque están aprendiendo”. Algo que, si no se tiene en cuenta y no se respeta, puede provocar “consecuencias cuando sean mayores, en forma de depresiones o trastornos”. Estos episodios del beso, la comida o el golpe fueron elegidas por ser “los más habituales”, aunque la autora del proyecto señala que tenía una lista más larga de opciones.
Según ella, la creencia de que se educa mejor a los hijos utilizando métodos como ignorarles, abroncarles cuando lloran o forzarles a soltar un juguete es algo que responde a “la falta de información”, a pesar de que hoy en día “existen numerosos estudios que desestiman esos métodos”. A esto se suma que años atrás “era cuestión de supervivencia, ya que había familias con muchos hijos y atender a todos era casi imposible”.
“Creo que no hay conciencia de la responsabilidad que supone tener un niño, ya que hasta que no lo vives... Y eso provoca que haya gente que les haga mucho daño. En algunos casos, esa gente también sufrió cuando eran pequeños. Pero también hay otros que lo pasaron mal, y cuando tienen hijos le dan la vuelta y son maravillosos con ellos”, apunta Cazurro.
Lo que también lamenta es que solo haya preocupación con casos de violencia física y no con “situaciones de maltrato, que también dejan secuelas”. Unas prácticas que en ocasiones se producen por consejos que reciben los padres de otros que lo han sido anteriormente. “A veces es difícil darse cuenta de que las opiniones de la gente que más quieres no son las más adecuadas”, señala Cazurro, que llama a que los progenitores estén “más atendidos por los profesionales”.
“Hay que proteger al pequeño del mayor”
Concienciar de que lo que le hacemos a los niños no se lo haríamos a un adulto es la columna vertebral de los vídeos de En Sus Zapatos. Más difícil es convencer a quien cae en estas actitudes y a quienes avalan que lo haga. Algo de lo que no se suelen librar ni los padres de los menores.
“Es difícil, porque que alguien reconozca que está obligando a un niño a darle un beso es hacer que admita que está siendo violento”, dice Cazurro, que recuerda que eso supone “decirle a un menor que te complazca”. La psicoterapeuta recuerda que esto está “muy normalizado”, hasta el punto de creer que podemos tocarles sin que ellos lo acepten.
Esto no ocurre cuando se trata de alguien mayor: “Vemos su cara y su reacción, y si notamos que no quieren, nos apartamos. Pero con los niños no pasa. No nos fijamos en su reacción. Y si lo hacemos, la respuesta es criminalizarles y llamarles antipáticos o vergonzosos. Eso supone quitarle valor a sus reacciones y tergiversar lo que sienten”, explica la autora de los vídeos.
La idea
Cazurro llevaba dos años con la idea de hacer ver que tratamos a los menores con mucho menos respeto que a los adultos: “Tras muchos años de ofrecer terapia, se me quedó corta y quería trasladar lo que me contaban de otra manera”, explica. Los que le ayudaron a escoger fueron su pareja, profesional del mundo audiovisual, y un amigo que trabaja en el Instituto del Cine de Madrid, que a su vez forma parte de la producción.
Los actores son alumnos o exalumnos de ese centro, mientras que los niños elegidos son hijos de gente conocida por ella y sus compañeros. “Hablamos con ellos antes, y conocieron a los actores antes de empezar. Teníamos una sala con juguetes para que esperasen, y las partes más violentas de la grabación no las vieron, porque el mayor tiene algo más de cinco años”.
Su objetivo, según explica, es “mostrar que esto ocurre y generar un debate”, y que después “cada uno decida cómo se mueve y que piense qué sentiría si le hicieran lo mismo”. Unas situaciones resumidas en menos de un minuto con las que “mucha gente se ha sentido reflejada, ya que al sentir empatía con alguien mayor se ve más claro”.