Como muchos otros niños y niñas, mi hija regresa este lunes a la guardería. En su mochila pondré pañales, una botella de agua, su agenda y toallitas limpiadoras. También iré cargada con una bolsa de culpabilidad.
Navego en un mar de dudas y me pregunto cuál es la solución menos mala. ¿La estoy poniendo en peligro? ¿Qué riesgos estamos asumiendo? ¿Quiero que mi hija participe en lo que en realidad es un experimento epidemiológico que no sabemos qué consecuencias puede tener? En el caso de contagio, ¿superaríamos la enfermedad, como parece previsible, o tendríamos complicaciones? ¿Qué otra opción me queda si teletrabajo a jornada completa? ¿y la opción de contratar a una canguro que viniera unas horas? Parecería que es menos arriesgado que esté en contacto con una sola persona.
Al mismo tiempo, sé que es beneficioso para ella volver a una cierta normalidad y tener contacto con niños y niñas de su edad. Tengo la suerte de teletrabajar; pero un teletrabajo es un trabajo y es muy complicado trabajar con una hija de esa edad. Durante los últimos meses, ha aprendido muchas canciones de Super Simple Songs mientras yo respondía correos electrónicos, y yo he tenido reuniones por Teams mientras le daba el desayuno.
Lo bueno de las reuniones de Teams, si desconectas la cámara, es que puedes cambiar pañales, dar el pecho, colorear un cuaderno de Peppa Pig o jugar a los cubos. Si tiene un berrinche o grita, incluso puedes desconectar el audio, si en ese momento hablan otros colegas y tú no tienes que participar en la conversación. Este agosto intentamos que durante unas horas se quedara con una vecina que estudia Bellas Artes y trabaja como canguro. Sin embargo, esta estrategia solo ha funcionado a ratos; intenté esconderme en la habitación pero no coló.
Los responsables de la guardería han mandado comunicados tranquilizadores sobre “protocolos COVID”, “burbujas”, “medidas de protección” y toma de temperatura. Y no tengo ninguna duda de que seguirán todas las indicaciones de las autoridades sanitarias pero, para qué engañarnos, si algo nos ha demostrado esta pandemia es que los humanos no somos omnipotentes y son muchos los aspectos de este virus que escapan de nuestro control o conocimiento. Además, a esas edades no llevan mascarilla, tocan todo lo que ven con las manos (o se lo ponen directamente a la boca) y no entienden de distancias físicas.
En una situación tan incierta como la actual es difícil saber cómo será este curso escolar; asumo que accidentado. También doy por sentado que todo va a depender de la evolución de la pandemia y que tendremos muchas “vueltas”; una vuelta tras una cuarentena, una vuelta tras una falsa alarma, una vuelta tras una enfermedad común (una vez se descartó que fuera COVID con un PCR), y tal vez una vuelta tras otro confinamiento.
Supongo que en algún momento del año volveremos a los Super Simple Songs y a las reuniones por Teams con niños de fondo o en primer plano. Mientras tanto, ojalá todos los niños y niñas puedan jugar con sus compañeros, pintar con las manos y hacer manualidades con rollos de papel higiénico.