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'¡Hola, Tetas!' o cómo acompañar a las adolescentes en su desarrollo: “Cuando me crecieron no estaba preparada”

Un grupo de adolescentess

Lucía M. Quiroga

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Lorena quería que le crecieran las tetas desde muy pequeña, “desde que tengo uso de razón”, reconoce. Su hermana Andrea, sin embargo, no. La primera tardó muchos años en desarrollarse, casi hasta el instituto. La segunda vio cómo le crecía el pecho y le venía la regla con apenas diez años. Lorena no entendía que Andrea no quisiera tener tetas, envidiaba su desarrollo. Andrea no podía comprender que su hermana deseara aquella delantera “horrible” que ella ya tenía. Hoy ambas son adultas y lo recuerdan entre risas. Pero en su momento fue un tema que las angustió y que marcó su adolescencia.

La relación de niñas y adolescentes con su propio desarrollo corporal, durante la pubertad y adolescencia, es un tema complejo y que tiene implicaciones físicas, psicológicas, sociales y relacionales. Y que merece una atención especial. Así arranca precisamente el libro ¡Hola, Tetas! (Liana Editorial, 2023), elaborado por la doctora Melissa Kang, la escritora Yumi Stynes y la ilustradora Jenny Latham. Dirigiéndose directamente a las lectoras, dicen: “Quizás estés pensando: ‘Bueno, igual es un poco too much hacer un libro sobre las tetas. A ver, ¿no es lo mismo que hacer un libro sobre… los pies? ¿De verdad hace falta un libro entero dedicado a las tetas? Pues la respuesta es: ¡SÍ!”, argumentan las autoras desde las primeras páginas. 

El libro, que pertenece a las mismas autoras de ¡Hola, menstruación! y ¡Hola, consentimiento!, es una guía ilustrada en torno a las tetas, que incluye todo tipo de datos de divulgación sobre el desarrollo del pecho, da consejos útiles sobre ese momento en que empiezan a crecer las tetas e incluye casos reales de adolescentes y adultas que han pasado de una manera u otra por la misma situación. Se trata de una guía completa que arranca fijando una serie de conceptos básicos, como qué son las tetas, para qué sirven y qué es el botón mamario, “el primer signo de la pubertad, cuando el tejido mamario se concentra en forma de botón como reacción a las hormonas”, explican. A partir de ahí, comienzan una serie de consejos prácticos, desde cómo elegir sujetador hasta cómo relacionarse con el entorno si aparecen sentimientos como la vergüenza o el rechazo al propio cuerpo. 

Eso fue precisamente lo que le ocurrió a Andrea, la hermana de Lorena: “Empezaron a crecerme las tetas con diez años y no estaba preparada, era una niña. Era la única de mi clase que tenía. Todo el mundo hacía comentarios, yo llevaba ropa súper floja, siempre llevaba tapado el sujetador. Y recuerdo una anécdota en concreto que me dolió muchísimo: un compañero escribió en mi portal con tiza: ‘Andrea pechugona’. Eso me mató”, cuenta.

De lo privado a lo público

La psicóloga clínica Violeta Alcocer subraya la importancia de este momento para niñas y adolescentes: “Transitar por esta situación, en el marco cultural en el que nos movemos es el punto de inflexión del paso de niña a mujer, con todo lo que significa ser mujer en nuestra sociedad”, explica. Y añade: “Lo que empieza siendo un evento personal, el desarrollo del botón mamario, casi imperceptible, pronto pasa a ser compartido con el entorno más cercano y rápidamente empieza a ser visible para el resto del mundo, y aquí empieza el problema. Compañeros de clase, vecinos, profesores y, en general, hombres que no solo no van a retirar la mirada sino que se van a sentir legitimados a mirar sin pudor, por lo que la corporalidad y sexualidad de esa preadolescente pasa, en cuestión de semanas, de ser algo privado a ser objeto de dominio público: miradas, comentarios, roces y demás situaciones sexualizadoras frente a las que la chica se va a encontrar prácticamente indefensa”, cuenta la psicóloga.

Lo que para algunas es conflictivo, para otras no lo es tanto, pero en cualquier caso las marca. “Por lo general, existe en la mayoría de preadolescentes un deseo de empezar con ese crecimiento mamario, especialmente cuando ya hay otras amigas que han empezado a desarrollarse y en el ambiente ya flota esa curiosidad y deseo de una etapa a otra.  En otros casos, sobre todo los más precoces, se recibe el desarrollo mamario con sorpresa, al ser inesperado por la corta edad”, continúa Violeta Alcocer. 

Lola tiene 15 años y un recuerdo muy cercano del momento en que notó que empezaba a aumentarle el pecho. “Al principio no quería que me crecieran, y además todo el mundo me decía que iba a tener las tetas muy grandes, porque mi madre y mi abuela las tienen, y yo no quería eso. Todas mis amigas se desarrollaron antes que yo, a mí hasta primero de ESO [entre los 11 y los 12 años] no me bajó la regla. Luego poco a poco me fueron creciendo y la idea ya me convenció más. Ahora la verdad es que no me gustan mucho, me gustaría que fuesen más grandes. Pero bueno, hay que conformarse”, explica.

Raquel es la madre de otra Lola –hay dos adolescentes que se llaman Lola en este reportaje–, y cuenta que hizo un trabajo previo muy importante con ella para que ese momento no fuese traumático: “Con mi hija hice mucha labor de contarle todo antes de tiempo, a los siete años ya hablábamos de las tetas, de la regla, de sexualidad… así que creo que lo vivió con naturalidad. Ahora le gusta que le crezcan las tetas porque quiere ser mayor. En lo psicológico quizás sí nos pilló más de sopetón, no sabíamos todos los cambios que iba a traer la adolescencia. Y quizás nos deberíamos haber anticipado también en lo psicológico, no solo en lo físico”, reconoce.

Para la psicóloga Violeta Alcocer, la clave está en la educación: “Los recursos que tenemos para preparar a las niñas se basan en la información. Por un lado, la información de la propia biología y el desarrollo: qué se puede esperar, cuándo y por qué. Por otro lado, qué significan esos cambios a nivel social, cómo identificar las violencias que se pueden derivar de ese desarrollo y cómo gestionarlas una vez ocurran”, cuenta.

Precisamente con ese objetivo, el libro ¡Hola, tetas! enumera todas las posibles dudas que puedan surgir en torno a este tema: ¿es normal que sean diferentes entre sí? ¿me pueden picar? ¿qué pasa si no llevo sujetador? ¿y si no me gustan los cambios en mi cuerpo? Todas esas dudas se van respondiendo una a una, con ejemplos reales de adolescentes y mujeres adultas, partiendo de un formato de consultorio con el que la doctora Melissa Kang se hizo famosa en Australia, a través de la columna Dolly Doctor en la revista Dolly Magazine. 

Teresa tiene dos hijas de 9 y 13 años, que también siguen evoluciones diferentes: “Somos tres chicas en casa, aquí tenemos anécdotas sobre tetas y sujetadores a mogollón. Yo tengo muy poco pecho y estoy contenta, siempre me ha gustado. Mi hija mayor tiene 13 años y mucho pecho. Ella está encantada, aunque dice que querría tenerlas ‘un poco más levantadas’. Se encanta a sí misma, no para de mirarse en el espejo, de hacerse fotos. Quiere hacerse mayor. Y la pequeña sigue sus pasos: le encanta ponerse los tops de su hermana, aunque le quedan enormes porque todavía no tiene pecho. Pero le da vergüenza enseñar las tetas a los niños. Ya empieza a pedirme tops porque, al hacer el pino en el cole, se le baja la camiseta y se le ven. Y en la playa también le da vergüenza enseñarlas. ¡Que ya ves tú, si no tiene nada todavía!”, asegura Teresa.

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