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Poca harina para tanta España

Sospechas que has dejado a tu hija ver durante demasiado tiempo vídeos de Los Polinesios cuando se pasa el día hablando con acento mexicano. “Hablas con acento mexicano”, le digo a Eleonor. “No, eso no es cieeerto, mamita”, me contesta. “¿Qué me has llamado?”, le pregunto. “Mamita, mamita linda”.

Estoy deseando que acaben las vacaciones de Semana Santa para volver al colegio virtual (por llamarlo de alguna manera) y darnos (a todos) una segunda oportunidad para conseguir una rutina de estudio, la cual en estos días ha saltado por los aires. Ha venido bien para desestresarse, disfrutar del no hacer nada, entregarse a la flojera, acostarse a las tantas viendo una película y levantarse muy tarde, cuando en el cuerpo no quepa más sueño. Pero ahora temo que mis argumentos no convenzan a Eleonor y decida quedarse a vivir en los vídeos de Los Polinesios para siempre.

Este fin de semana no funcionó, ni siquiera, la repostería. “¿Hacemos galletas?”, le digo, invocando las palabras mágicas. “Hazlas tú que yo me las como”, me dice, con acento fresa del DF. La miré con cara de perro. “Mamita linda”, añadió.

Os voy a decir una cosa que muchos ya sabréis: lo de los panes y los bollos se ha vuelto imposible. Dos veces ha regresado Alberto del supermercado sin harina de fuerza. “La sección repostería estaba arrasada, tendrías que haberla visto”, me dice. En mi barrio, los sobres de levadura son el nuevo patrón oro. Mi amiga A., que hace unos bizcochos impresionantes, se quedó sin ella y tuvo que bajar a la calle en una operación limpia y rápida.

Como si fuéramos la CIA siguiendo su escaramuza desde la situation room, recibimos una visual muy clara de la cola de espera para entrar en el supermercado. A. dijo que no quería comprometer la misión exponiéndose al fuego enemigo durante tanto rato, por lo que abortó el plan inicial y se fue a buscar otra tienda abierta. Encontró una, extrañamente vacía, se dirigió a la estantería adecuada con la rapidez que solo un agente entrenado puede tener y se llevó los dos últimos sobres de levadura. Probablemente esos eran los dos últimos sobres de levadura del barrio, quizás incluso del distrito. Hemos sabido que en el piso vacío de una amiga común hay más levadura e incluso un paquete de harina de fuerza. Estamos evaluando las posibilidad de éxito si hacemos una incursión en helicóptero.

En el programa de La Ser A Vivir, uno de los mejores de la radio española gracias a su talento para pellizcar los temas verdaderamente importantes sin necesidad de recurrir a los políticos, dedicaron media hora a los problemas con la masa madre. Dudo mucho que hayan sabido nunca llegar tan hondo al corazón de una sociedad confinada. Ya dijo el ministro de Agricultura que se había multiplicado por cuatro el consumo de harina. Doy fe de ello pues hasta las masas de las pizzas, que habitualmente las compraba hechas, las he amasado yo.

La cosa ya venía de la semana pasada, cuando en ese mismo programa lanzaron el reto e incluso un hashtag para ir siguiendo el crecimiento de las masas madre de los oyentes por Twitter. Ha sido conmovedor y emocionante. España unida en la fermentación. Para fermentar, por cierto, hace falta calorcillo (hay quien pone las masas encima del router). Iván Yarza, el experto que invitaron en A Vivir dijo “si esto [la pandemia] hubiera pasado en verano, la gente tendría sus masas madre como el Krakatoa”, en alusión al volcán que acaba de entrar en erupción en Indonesia… una delirante comparación que no pude hacer otra cosa que aplaudir.

Aunque a mí, lo que me habría venido bien hoy, hubiera sido un programa de radio en profundidad sobre el arte y secretos de las torrijas. Hay quien dice que secretos no tienen, pero a mí no me han sido revelados. Los asiduos de este diario (y mi familia) saben que llevo días amenazando con el tema. Ha tenido que llegar el último día de la santa semana para que me atreviera. Lo más difícil fue conseguir que el pan de ayer no se lo comiera nadie hoy. Lo defendí como defiendo todo en mi cocina: escondiéndolo. También amenacé: “ese pan no se toca”, a cara de perro.

Después de hacer una consulta de literatura comparada entre las diferentes obras de consulta de mi casa (Simone Ortega y Álvaro Cunqueiro eran los únicos que trataban este milenario postre) me encontré más perdida que al principio. Por eso, recurrí a la fuente más fiable, heterogénea e infalible que conozco: vosotros.

En su receta gallega de “Torradas de Nadal”, Álvaro Cunqueiro y Araceli Filgueira primero mojan el pan en huevo, luego lo fríen y posteriormente añaden la leche. Ortega, en cambio, lo hace empezando por la leche, siguiendo por el huevo y acabando en la sartén, como supongo que hacéis la mayoría de vosotros, según me habéis contado en Twitter.

El caso es que, siendo mi madre coruñesa, suelo mirar primero la manera en la que se cocina en Galicia, pues ya sabéis que la nostalgia se calma mojándola en los sabores y los olores del pasado. En cambio, una búsqueda en diferentes webs de recetas me ofrecían variaciones cada vez más inquietantes de la supuestamente sencilla receta original. Como mi madre ya no está conmigo, recurrí a Twitter, mi fiel compañero de desvelos. Por eso, a las dos y media, mientras preparaba la comida, escribí un tuit pidiendo ayuda.

Finalmente valoré el conocimiento colectivo y os hice caso, tomando un poco de aquí y un poco de allá de lo que me contestó Carolina, Pablo, Lena, Paco, Diego, Gote, Chantal, Alétheia, Hortalizaland, Agustín, Juan, Patricia, Analia, Diane, Goio y Rafa y sus respectivos familiares, a veces aludidos. No hay nada más genial que lanzar una pregunta a Twitter y recibir tantas respuestas variadas, sencillas y con un olor tan rico. Pero una cosa es la sabiduría y, otra muy diferente, la cocinera. Las primeras torrijas de mi vida tenían apariencia de tales, pero el sabor y la textura fueron decepcionantes. No pasa nada, lo probaremos en la próxima cuarentena.

Después de escribir una página de este diario tan liviana y de interior, duele recordar que, en el exterior, el virus se sigue expandiendo y son ya 166.019 los casos confirmados en España; 871.117 en Europa y 1.614.951 en el mundo. El lunes muchos saldréis a la calle, no para comprar levadura sino para realizar vuestros trabajos, que son tan necesarios. Cuídense mucho, ándele.