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El primer año de crianza quita a madres y padres entre 400 y 700 horas de sueño

Dos mujeres pasean con sus bebés en carrito.

Patricia Gea

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Cuenta María Casado, madre primeriza de Ángel, que ahora tiene poco más de un año, que desde que nació el niño se despierta cada noche “entre dos e infinitas veces”. Durante todo este tiempo ha dormido con él en la misma cama, pegado al cuerpo y pidiendo teta para calmarse. Ella, respondiendo al reclamo en un completo estado de duermevela y casi de forma automática. “Ya no miro el reloj cuando me despierto ni llevo la cuenta de las veces que me pide la teta, es una tortura saber lo poco que estás durmiendo”.

Desde que es madre no recuerda haber vuelto a dormir profundamente y a veces solo se imagina que lo ha hecho porque recuerda haber soñado, pero no porque se sienta descansada. “Estoy agotada todo el día pero, aun así, resisto. No lo entiendo. El poder de las hormonas debe ser brutal”. Realmente los padres, sobre todo las madres, tienen buenos motivos para sentir ese cansancio “brutal”, porque duermen entre una hora y una hora y media menos cada noche desde que nace el bebé, entre 400 y 700 horas menos a lo largo de su primer año de vida, tal y como explica el experto en Medicina del Sueño Gonzalo Pin.

El recién nacido marca el ciclo del sueño de la familia con su ‘ritmo ultradiano’, explica el doctor. “El bebé cuando nace tiene un ritmo ultradiano, es decir, que cada tres horas entra en periodo de actividad o vigilia”. Esto sucederá durante los cinco o seis primeros meses de vida, hasta que adquieren el ritmo circadiano y pueden disfrutar de cerca de cinco horas seguidas de sueño. En torno al séptimo mes podrían haberse adaptado ya al horario de los progenitores, aunque no tanto como para dormir ocho horas de un tirón porque, en su caso, con seis tienen más que suficiente.

La ilustradora Elisa Riera, que ha relatado en algunos de sus dibujos la experiencia de la maternidad, sus luces y sombras, el cansancio y la nueva vida, cuenta a elDiario.es que el mejor consejo que ha recibido desde que nació su hijo hace poco más de dos meses es: “No intentéis mantener vuestro horario de sueño o de vida. Si podéis, adaptaos al niño y aprovechad los momentos en los que esté dormido para dormir, da igual que sean las dos de la tarde”. Por su parte, el doctor recomienda aprovechar los momentos del día en que se pueda para descansar, ya que contribuirá a reducir el nivel de ansiedad y así se transmitirá también al bebé.

Riera hizo caso al darse cuenta de que el sueño que arrastraban no era compatible con una vida funcional, reconoce riendo. “No tengo agudeza mental, no me salen las palabras y a veces se me olvidan las cosas. Me daba miedo fallar en cosas básicas como apagar el fuego o cerrar la puerta de casa. Así que, además de dormir cuando podemos, usamos la técnica de centrarnos en lo inmediato: qué comemos, qué cenamos, hay que cambiar las sábanas, y ya. Cosas sencillas y básicas”.

Duerme cuando el bebé duerma... si puedes

Sin embargo, María Ángeles, matrona en un hospital y madre de dos hijos, avisa de que eso de 'duerme cuando el bebé duerma' no siempre es realista. “Amamantar hace que los despertares sean más frecuentes y es muy duro. Te dicen que duermas cuando lo hace el bebé, pero en ese momento, o bien aprovechas para hacer todo lo que no puedes cuando está despierto, o bien no te puedes dormir cuando te da la gana por muy cansada que estés. Yo soy mala dormidora y a partir de las 4 de la mañana me cuesta dormir, y de día mucho más.

El doctor Gonzalo Pin apunta que “la sociedad occidental nos marca unos ritmos muy complicados, nos exige que seamos los mejores profesionales, los mejores padres, la mejor pareja, mientras perdemos 700 horas de sueño durante ese año. Parece, realmente, que estamos en contra de cuidar la maternidad en este sentido, los permisos largos de paternidad y maternidad son muy importantes”.

En el peor de los casos, el cansancio prolongado en esta etapa puede convertirse en un trastorno del sueño incluso cuando ya han pasado los ‘peores’ momentos del bebé. “A lo primero que afecta es al control del humor, nos volvemos más irritables, más impulsivos y tenemos menos capacidad de concentración, hay más posibilidad de cometer errores”, explica Pin. Si persiste puede llegar a afectar a nivel metabólico y cardio-circulatorio.

La naturaleza le da tiempo al sueño porque es fundamental. “Un tercio de la vida de un adulto y el 60% del tiempo de un adolescente pertenecen al sueño”. El doctor Pin lo compara con “un camión de la basura del organismo”. Durmiendo recogemos todos los desechos que nuestra actividad metabólica produce para afrontar la vigilia más “limpios” y de forma más adecuada.

La lactancia

Rita García Valor es matrona en atención primaria y además colabora en un programa de atención al nacimiento, talleres con los que ayuda a los progenitores en todo lo que tiene que ver con los primeros meses de crianza, desde la lactancia hasta el sueño. “Tratamos de hacer un poco de tribu y que nos cuenten cómo les está yendo el postparto. Lo que nos dicen las mamás en lo referente a sus nuevos horarios de sueño es que, además de la lactancia, el bebé necesita los primeros meses mucho piel con piel y les preocupa que al hacer colecho puedan hacerles daño, o que se quede la cara del bebé muy pegada a su cuerpo y se pueda ahogar. Esto les genera bastante estrés y duermen poco y mal también por ello”

“Eso es más al principio, y después es por la lactancia. Hay madres que se pasan toda la noche con la camiseta levantada para que el bebé coja teta cuando quiera. Las tomas nocturnas son importantes en la producción de la leche al día siguiente, así que en realidad las tomas nocturnas son buenas”, prosigue.

Aunque para María Casado no es tan fácil como parece y es, precisamente, la insistencia de su hijo pidiendo la teta lo que la mayoría de veces no le permite descansar. “Hay días que duerme toda la noche enganchado como si fuera su chupete y eso es agotador. Tengo que dormir como de lado para que el pecho quede bien colocado porque si no me tira del pezón”. Solo ha habido tres días desde que tuvo al bebé, hace algo más de un año, en los que se ha despertado a las seis de la mañana sin haberse cambiado de lado para facilitar la toma.

“Me despierto yo más veces que Adri –su pareja–. Hay días que por la mañana me pregunta que qué tal hemos dormido porque él no se ha enterado de nada, pero como es por la teta no puede hacer nada. Las siestas durante el día las duerme él. Se coge el chupete y el sillón de lactancia y le duerme. Nos apañamos como podemos”.

De qué depende la calidad del sueño

El sueño tiene cuatro componentes, explica el doctor Pin: el biológico, controlado por el sistema neuronal; el social –no dormimos igual en todas las partes del mundo ni lo hemos hecho en todas las épocas–; el educativo, que tiene que ver con la adquisición de los hábitos; y el ecológico, según la luz, el ruido y la tecnología que rodea al sueño. “Entre esos cuatro componentes tiene que haber una armonía”, explica Pin. Durante los tres primeros meses de vida predomina el componente biológico y a partir del cuarto o quinto empiezan a entrar en juego los demás.

“Cuando un niño o niña tiene una buena historia clínica pero sospechamos que tiene una mala calidad de sueño, le hacemos un diagnóstico teniendo en cuenta muchas cosas. Y también que no es culpa de nadie, sino la suma de una serie de factores. No hay que culpabilizar a los padres, ni mucho menos, sino valorar qué interrelaciones se han creado entre los cuatro elementos y cómo podemos optimizarlas”, aclara.

Como aprendemos a hablar, de una manera natural se va aprendiendo a dormir. “A veces los bebés no descansan como esperamos, pero si no duermen ocho horas seguidas es porque no están en esa fase. Definimos que un niño duerme bien por la noche cuando es capaz de volver a dormirse de manera autónoma después de los despertares biológicos, y que no permanece despierto más de 60 minutos entre sueños. El problema es que estos horarios no coinciden con los de los padres porque te suena el despertador a las 7 de la mañana”.

La matrona Rita García Valor aconseja pautas a seguir hasta convertirlas en una rutina: a las ocho el baño, después las luces van bajándose, le damos pecho o el biberón y lo metemos a descansar. Cuando se duerma se puede aprovechar para cenar o estar un rato tranquilas antes de ir a dormir. “Lo más importante es hacer rutinas y que no las cambien de un día a otro porque facilita las cosas que el bebé se acostumbre a unos horarios”.

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