Ni Netflix, ni Filmin, ni HBO. La verdadera revolución del entretenimiento online llegó para quedarse el pasado 31 de diciembre, cuando el streamer Ibai Llanos hizo historia con la retransmisión de unas campanadas desde el salón de su casa, reuniendo a 550.000 espectadores en su canal de Twitch. Un joven y famoso profesional de las ‘plataformas adolescentes’ superó la audiencia de algunas de las cadenas de televisión más populares. ¿El truco? Salir a la búsqueda de las familias de sus seguidores, a quienes llevaba meses alentando con la cita.
En un vídeo dirigido a padres y madres pocos días antes del 31, Ibai explicó: “Muchos de ustedes probablemente se pregunten: ¿en qué gasta el tiempo mi hijo?, ¿qué hace todo el día en el ordenador? ¿a quién ve?, ¿quién es ese gordito que sale en la pantalla? Pues soy yo, y este año me gustaría que las campanadas las vieseis con nosotros. Somos chavales majos, divertidos, y es una buena manera de entender qué ven vuestros hijos”.
A partir de ese momento, palabras como ‘Streamer’, ‘Fortnite’ o ‘Twitch’ salieron del armario de la red, entraron en los hogares y rompieron la única barrera que los separaba del ‘gran público’, la generacional. Más o menos a la fuerza, a todos los miembros de la familia les ha tocado aprender conceptos que hasta hace dos días eran solo ecos de conversaciones adolescentes. Francisco Asensi, experto en gaming y plataformas de vídeo online, tiene cinco sobrinos de entre 8 y 22 años. Todos, dice, consumen en mayor o menor medida Twitch. Él, ahora, también. “Yo he entrado en ese mundo como un observador seducido por su cultura, quiero conocer cómo es, saber quiénes son sus referentes… Los juegos online son parte de su vida desde que son pequeños”, cuenta.
Hace años que se viene reflexionando sobre el acompañamiento a los menores en la digitalización. Primero, con las redes sociales, y ahora con las nuevas plataformas de emisiones en directo que, asegura Asensi, “han tardado décadas en ser asimiladas como fenómenos culturales masivos”. “Si los padres y madres no estamos al día en este camino, nos acabaremos llevando las manos a la cabeza”. En opinión de Iago Moreno, sociólogo experto en nuevas tecnologías, las familias ya están dejando de ver los videojuegos como máquinas que convierten a los niños en seres sedentarios y empantallados. Además, resalta el hecho de que “este año la tecnología se ha convertido en la única opción para los adolescentes de socializar”.
Más allá del juego
El mundo del streaming nació con los videojuegos y ahora lo abarca todo: en Twitch, medio millón de personas en España comieron las uvas con Ibai Llanos. En Youtube, El Rubius ha hecho fortuna, y sobre su mudanza a Andorra se habla ahora en la prensa y en las comidas familiares. Pero también futbolistas, atletas, músicos o científicos empiezan a triunfar en las nuevas plataformas, en las que prima la emisión en directo y la interacción con la audiencia.
“Es un fenómeno social que ha venido para quedarse. Twitch, por ejemplo, ha dejado de ser una plataforma marginal dedicada solo al mundo del gaming y se está intentando posicionar como un espacio de entretenimiento familiar”, apunta Liliana Arroyo, doctora en sociología y especialista en innovación social digital. Es cierto, dice, que las familias están acercándose cada vez más a Twitch porque quieren “entender qué es lo que ocupa tanto tiempo y espacio mental de sus hijos”. Lo que considera una buena noticia porque “podemos ponernos juntos a educarnos en ello”. “Es como la tele, no educa sola, hay que estar a su lado para ayudarles a interpretar y a construir su propio criterio”, continúa.
Asensi lo ve también como una oportunidad para acercarse a sus sobrinos porque “dentro del videojuego somos iguales”. “Cuando yo era adolescente los videojuegos no estaban en los hogares, había que ir a una sala de máquinas recreativas, e incluso allí se hacían corrillos para ver a los demás jugar. Lo nuevo es la tecnología que conecta”. Youtube o Twitch, dice, se han convertido en “una ventana hacia el exterior”. Él ha decidido unirse a sus sobrinos en esta experiencia, y juega con ellos al Animal Crossing y charlan sobre las últimas novedades. En las conversaciones también salen otros temas que trascienden el puro entretenimiento, como qué es el pago de impuestos o por qué estas estrellas del streaming a menudo trasladan su domicilio fiscal a otros países.
“No he hablado en concreto de lo último de El Rubius, pero sí que ha surgido en otros casos porque algunos de ellos ya residían en Los Ángeles, aunque no se desplazaron entonces por motivos económicos, sino porque querían estar en la supuesta meca del entretenimiento”. Cree que es “muy bueno” que esto haya provocado debates sosegados en las familias, que “no se tienen en las casas normalmente con gente joven y que pueden llevar a la reflexión: ¿qué sería lo solidario, irte a Andorra para ahorrarte 5.000 euros o quedarte y que vuelvan a la sociedad de alguna manera?”.
Gaspar Antuña tiene casi 50 años, es profesor en secundaria, padre de un niño de nueve años y consumidor de Twitch. “Mi hijo no ve Twitch, porque me parece pronto, pero en el colegio veo que esta plataforma ha desplazado todas las conversaciones sobre tele, fútbol, series… Ahora todos hablan de Twitch y quieren ser como sus ídolos, que ya no son futbolistas o músicos, sino gamers”. Cree que los chavales perciben ese éxito meteórico como algo al alcance de su mano y se quedan sobre todo con que les pagan por jugar. “Yo antes quería ser como Bono el de U2, pero lo veía más lejano, ahora los chavales ven que ese tipo está sentado frente al ordenador en su casa y triunfa”.
Raúl Peñaranda cursa tercero de la ESO, es usuario de Twitch y cuenta que lo utiliza para ver vídeos en directo y hablar con sus amigos, pero también para producir su propio contenido. “Tengo 500 seguidores”, y el apoyo de su padre y su madre “mientras las notas no se vean afectadas”. A veces, las propias estrellas, como Ibai Llanos, lanzan mensajes educativos en este sentido para devolver a sus seguidores a la realidad. Hace poco explicó que ser streamer es “muy difícil” y que no basta solo con el esfuerzo: “Estudiad”, les animaba.
Cercanía e intimidad
Son muy distintos unos de otros los referentes que los adolescentes pueden encontrar en Twitch. Asensi explica que lo que desde fuera se percibe como un todo (el mundo streaming) está en realidad diseminado en numerosos grupúsculos, y que “cada videojuego crea sus propias comunidades con sus propias características”. Una de las principales cuestiones que hay que entender, aclara, es que estas plataformas “han trascendido el plano de los videojuegos y ya se han posicionado como una red social donde los chavales descubren cosas juntos, charlan, e incluso ‘acuden’ a eventos”.
El pasado abril, en plena cuarentena, la productora del famoso videojuego Fortnite, Epic Games, ofreció un concierto virtual con el rapero Travis Scott que reunió a más de 12 millones de espectadores de forma simultánea. Steve Aoki, Deadmau5 o J. Balvin son otros de los artistas que han pasado por sus ‘escenarios’. El videojuego también ha aprovechado el confinamiento para convertirse en un macrocine virtual y proyectar películas que millones de adolescentes vieron desde sus casas al mismo tiempo. El director Cristopher Nolan, por ejemplo, eligió Fortnite para presentar en mayo el tráiler de su última película, Tenet.
“El carácter directo y cercano de estas plataformas ha hecho que muchos de ellos se sintieran menos solos”. Iago siguió los canales de Llanos y Orslok, otro reconocido streamer, y vio cómo llegaban mensajes de “chavales de 12 a 17 años que le hacían preguntas tipo consultorio sobre cosas de su vida, y ellos les escuchaban y les respondían”. En sociedades como las nuestras actuales, saturadas de audiovisual, el streaming, añade el sociólogo, se está situando “muy por delante de las series y películas, porque no es una burbuja digital basada en criterios algorítmicos, sino una burbuja de hábitos donde se construyen relaciones, hay una sensación de compañía”. Por eso, dice, visualizaciones como el directo de Ibai en nochevieja son algo “sin precedentes”. La tecnología que construía la distancia entre las diferentes generaciones, dentro y fuera del hogar, va a desaparecer y “se van a crear nuevos diálogos intergeneracionales”.
“No pasa nada por ser la primera generación de familias que no tienen referencias para educar, y que tienen que descubrir las cosas a la vez que sus hijos”, señala Arroyo. “Nos impresiona su uso de redes sociales y como adultos nos paraliza, nos deja atrás”. Por otra parte, Asensi cree que “algunas veces la comodidad nos vuelve perezosos a la hora de implicarnos en esto y crear alternativas”. Es normal, dice la socióloga, para unos padres que “hasta ahora estaban acostumbrados a educar en un camino que ellos ya habían recorrido, pero que ahora es nuevo también para ellos y además se sienten faltos de recursos”.