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Algunos brotes verdes

Cerrada la temporada 18-19, existe la posibilidad de quedarse con algunos brotes verdes o de apostar por la crítica destructiva, esa propia del “todo es un desastre” y que tanto éxito tiene en la barra del bar o en las redes sociales. Y como ya hay 'opinadores' que se centran en lo negativo, permítanme que me quede con lo bueno que ofreció un Tenerife-Zaragoza que no sólo dejó tres puntos más en la clasificación y unos 200.000 euros más en el tope salarial del próximo curso, sino también algunas enseñanzas que deberían ser tenidas en cuenta de cara al futuro, aunque algunas haya que tomarlas con las cautelas lógicas a las que obliga cualquier reflexión sobre un partido que pareció más amistoso que oficial.

Vayamos con algunas consideraciones en positivo. La primera es que no hay que tener miedo a lo desconocido. Y que no se acaba el mundo si en un partido más trascendente que el del domingo deben jugar futbolistas tan poco habituales como Ángel Galván o Javi Alonso. El portero estuvo notable y el mediocentro no desentonó. ¿Suficiente para tener hueco en el primer equipo del Tenerife 19-20? Es posible que no, que no tengan aún el cuajo necesario para ser titulares indiscutibles, algo que se logra con el tiempo, pero sí nivel para cubrir una ausencia puntual. Y eso es aplicable a otros futbolistas surgidos de la cantera o con pocos minutos de juego. Ir al mercado o cambiar a media docena de jugadores de posición para tapar un hueco no sólo es contraproducente para los que esperan turno, sino incómodo para los propios elegidos, que actúan fuera de su posición natural.

¿Más cosas que me gustaron? La despedida que le organizó la entidad a Raúl Cámara y Jorge Sáenz. Es posible que otros jugadores –hace uno, diez o cuarenta años, antes de que llegara Concepción– también se la merecieran, pero si la sabiduría popular dice que “nunca es tarde si la dicha es buena”, no le llevemos la contraria. Y también es posible que otros jugadores que estuvieron el domingo en el Heliodoro dejen el club sin 'despedirse', pero la certeza de su marcha no existe a día de hoy... y ninguno de los que puede irse, ninguno, tiene los 'méritos blanquiazules' que atesoran Raúl o Jorge. Critiquemos lo que el Tenerife hace mal, pero no todo lo que hace el Tenerife. Y un detalle como el del domingo merece un aplauso. Y por cierto, también me gustó que los aficionados no invadieran el terreno de juego y dejaran que el acto se desarrollara con normalidad.

¿Más cosas buenas? Pues sí, me agradó el partido que firmaron Héctor o Montañés sabiendo ellos que probablemente fuera su última cita de blanquiazul. O el de Milla, Malbasic, Nano o Naranjo, que tampoco es seguro que en septiembre estén en la Isla, prueba de la existencia de un grupo comprometido y que –con malas actuaciones o falta de carácter– exhibió compromiso hasta el final. Y también apoyo el discreto adiós de Luis César Sampedro, que cumplió su labor y se fue. No merece un monumento, pero tampoco lo ha reclamado, algo habitual en un mundo tan vanidoso como el del fútbol. Y hasta aplaudo la naturalidad con la que el entorno acepta –ahora sí– que Víctor Moreno también fiche cuartas o quintas opciones. Y que tras caerse Míchel, David Gallego o Francisco, opte por Fran Fernández para el banquillo del Heliodoro sin crucificar al elegido antes de aterrizar en Los Rodeos.

Porque tal vez el primer paso para hacer cosas grandes sea disfrutar de los pequeños detalles y de todas las cosas buenas que hace nuestro club. Y también asumir que somos pequeños. O no tan grandes como nos gustaría.

P.D. El Tenerife-Zaragoza también le deja otra certeza a este 'opinador' que sigue creyendo que podría ser conveniente –con determinadas condiciones– un relevo en la presidencia del CD Tenerife. Y es que más allá de lo que pueda pensar un servidor con el 'inmenso' poder de sus cuatro acciones, lo cierto es que Miguel Concepción no sólo tiene el abrumador apoyo de los accionistas, algo que ya se pone de manifiesto en cada Junta General, sino que, por lo observado el domingo en el Heliodoro, también cuenta con el apoyo mayoritario de los abonados. O al menos, no genera entre los aficionados un rechazo que les anime a mostrar su repulsa de manera pública y a viva voz. Y es que una cosa es la opinión publicada [en las redes o en los medios] y otra muy distinta es la opinión pública. O lo que es lo mismo, unas cosas son los deseos y otra la realidad.